Honorable señor presidente Abinader
Le escribo como ciudadana preocupada y activista por los derechos humanos, nacida en este hermoso país colocado en el mismo trayecto del sol, al que amo entrañablemente. Le confieso que medité la conveniencia de enviarle esta carta y decidí que era mi deber ético. Pude hacerlo en mi rol de constitucionalista, pero en eso usted tiene un gran equipo de trabajo, así que preferí hablarle desde la emoción.
Señor presidente en el 2020 fui una de tantas personas que le entregué mi voto con mucha esperanza, no por militancia partidaria, que no tengo, sino con el convencimiento de que el país necesitaba un cambio, un nuevo gobierno. Y porque creo en la alternancia del poder como un ejercicio conveniente para la democracia. Lo hice con convicción, porque creí en el Programa de Gobierno que presentaron y en su discurso político anticorrupción.
Como usted comprenderá he tenido decepciones, por ejemplo, no logro recuperarme de la sorpresa que me produjo el diputado Alfredo Pacheco cuando el 17 de agosto del 2020 anunció al país que se aprobaría “rápidamente” el Código Penal, y que para lograrlo habían decidido continuar penalizando el aborto en todas sus circunstancias, muy a pesar del Programa de Gobierno. Sinceramente, después de eso, por un momento me sobrecogió la desesperanza, pero hube de sobreponerme y comprender que las luchas por los derechos no dan descanso.
Otra decepción fue el anuncio rápido de que todas las Gobernaciones tendrían a una mujer, porque tal y como entendimos, fue un preludio inequívoco de que no tendríamos un gabinete ni siquiera cercano a la paridad. A pesar de estos asuntos, otros me han mantenido entusiasmada y confiada en que usted podría enrumbarnos por un camino conveniente para la democracia y la justicia social.
Señor presidente, su explicación sobre cómo será el proceso para la reforma constitucional, ofrecidas en el contexto de La Semanal mueve a una gran preocupación. Me permito ponerle sobre la mesa algunos elementos para la reflexión, en el ánimo de contribuir a la construcción del país que necesitamos:
La lógica de que el fin justifica los medios ha sumido a la República Dominicana en hechos muy lamentables, le pido, señor presidente, que no caiga en esa dinámica. No es posible lograr un blindaje a la democracia si los medios para lograrlo no son democráticos. Le garantizo que los resultados no serán halagüeños. No es posible construir independencia de poderes mangoneando a otro poder del Estado, que es constitucionalmente independiente a pesar de que sus integrantes sean del mismo partido. Aprovechando el refranero popular podríamos decir que el remedio puede ser peor que la enfermedad. Lograr un Ministerio Público independiente, subordinando en nombre de la “concertación” a otro poder del Estado es un camino peligroso. Y descalifica la idea de que su nombramiento por el Consejo Nacional de la Magistratura logrará ese objetivo… ¿Quién garantiza que en el CNM escoja de manera libre? ¿es prudente que jueces de la Suprema Corte de Justicia participen en la escogencia de la persona que asuma la Procuraduría?
Señor presidente, usted y otros dirigentes de su partido han expresado que el poder y control que ustedes consiguieron mediante el voto, será usado con comedimiento, con prudencia, sin prepotencia, de manera reflexiva y conteste a los mejores intereses del país. Quiero confiar en la veracidad de este discurso, quiero creer que no pasará como con el Programa de Gobierno y su no cumplimiento en aspectos fundamentales para los derechos de las mujeres.
Es necesario defender la institucionalidad, por ejemplo, cuando usted ha dicho que no puede mandar a votar por un Código Penal que despenalice el aborto en determinadas circunstancias, porque eso es injerencia. Yo, a pesar de que como es sabido, por mis múltiples declaraciones en ese sentido, soy partidaria de la eliminación del delito de aborto y de su regulación mediante protocolos de salud pública; he estado de acuerdo con usted y la no injerencia. Considero que su rol sería vetarlo, por eso he defendido su posición, aunque no comprenda como un cuerpo de legisladores que se postularon por un partido que en su programa de gobierno asumía esa responsabilidad, pueda decantarse por otros senderos. Por haber estado de acuerdo con usted en este planteamiento, considero que tengo la legitimidad para advertir el peligro de una reforma constitucional en que el presidente de la nación, niegue el derecho al disenso a las personas que integran otro poder del Estado cuando se constituyan en Asamblea Nacional, y en nombre de la “concertación” establezca que nadie de su partido, a pesar de que lo tienen consignado como responsabilidad constitucional, podría realizar otra propuesta, y tiene el deber de apoyar el documento que usted envíe, bajo la advertencia de un “so pena”.
Disculpe que se lo diga tan claro señor presidente, pero esa Constitución no será legitima y no será democrática, ergo, no responde a los mejores intereses del país; aun en el caso de que su contenido sea perfecto, porque violará un principio fundamental del Estado Constitucional de Derecho. Quien tiene la legitimidad para reformar la Constitución es la Asamblea Nacional, y no esta supuesta a actuar como sello de otro poder del Estado.
Yo estoy consciente de que usted tiene todo el escenario servido para lograr la aprobación constitucional. Solo quiero que usted también este consciente de que el 5 de agosto de 2024, con sus declaraciones en el marco de La Semanal, nos entregó un proceso que parecería tiene la intensión de violar a la propia Constitución a pesar de que lo que usted tenga como propósito sea loable y sea “blindarla”.
Como escribe Luigi Ferrajoli, la democracia no es solo una construcción jurídica, sino sobre todo una construcción social y política, dependiente de presupuestos extrajurídicos que el derecho puede tanto promover como desalentar. Sus declaraciones lo desalientan.
Noam Chomsky quien tiene una forma clarividente de expresar conceptos, ha afirmado que, en la actualidad, la supervivencia de la democracia está en juego. Esto así, porque la democracia no se basa solo en reglas y leyes; se basa en la buena fe y la confianza. Ciertamente sus declaraciones ponen en duda la confianza, porque conminan a otro poder del Estado independiente a actuar sobre la base de su mandato.
Rita Segato ha dicho que una democracia que no acepta la pluralidad de presencias, de deseos, de intereses, de sensibilidades, es simplemente una dictadura de la mayoría. Fíjese, no niego su mayoría, solo que aspiro a que la use de una forma constitucionalmente correcta.
Roberto Gargarella ha afirmado, en más de una ocasión, que la concentración de los poderes económicos y políticos gradualmente han dañado las democracias constitucionales contemporáneas, particularmente en lo que concierne a la división de poderes y al sistema de frenos y contrapesos. Me parece muy pertinente lo que este autor sugiere en este sentido, que es la realización de esfuerzos dirigidos a contrarrestar cualquier tendencia que mine el valor de la organización democrática y constitucional. Señor presidente con mucho amor tengo que decirle que sus declaraciones minan estos valores.
Martha Palacio, en una reflexión sobre el discurso político de Sojourner Truth, llega a la conclusión que esta abogó por la comprensión de que las democracias, por el hecho de serlo, están exigidas a ampliar su “demos”, a nutrirlo con el fin de impedir la sujeción por razones tanto contingentes, como institucionales. Señor presidente, la concertación no puede ser “so pena”, así se percibe como sujeción.
Yo tengo la seguridad de que usted, al igual que yo, aboga por un mejor país, en donde la dignidad de las personas y el cumplimiento de la principal obligación jurídica del Estado, que es garantizar derechos, sea el norte perenne. Yo tengo la certeza, señor presidente, de que, si esta carta llega a usted, podrá asumirla desde donde yo la escribo: Un corazón que lucha por la libertad.
Señor presidente, la lógica de funcionamiento del Estado se basa en equilibrios e independencia de poderes. Espero haber logrado transmitir estas ideas en el ánimo que ha sido escrito, contribuir a la reflexión para fortalecer la democracia; no podía quedarme callada frente a sus declaraciones, por mi padre, mi madre, por Patria, Minerva y María Teresa Mirabal, por Antonio Manuel Florencio, Fe Ortega, Tomasina Cabral, por solo mencionar a gente maravilla de mi pueblo, que han ofrecido tanto por la libertad de la nación dominicana. Y por muchas otras y muchos otros, que han vivido con patriotismo y enamorados de un puro ideal, aunque no escriba sus nombres aquí, tantas personas que con su sangre noble han encendido la llama augusta de la libertad.
No me podía quedar con esto por dentro, también por usted señor presidente, porque creo en su sinceridad cuando expresa la necesidad de un país consolidado, transparente y democrático. Por su partido, que tiene la oportunidad de inscribirse en los anales de la historia como un partido que, a pesar de controlar todos los poderes del Estado, actuó con vocación democrática, comedimiento y sentido de justicia. Por el país, que luego de la crisis del 2020 lo llevó a usted a la presidencia, y le ha renovado la confianza; y por cada una de las personas que habitamos esta República Dominicana de nuestros amores. Por todas y todos, le pido con vehemencia que no se comprometa con una reforma constitucional que pueda percibirse como autoritaria e irrespetuosa de la Asamblea Nacional.
Con respeto y consideración.