Señor expresidente:

Me he demorado dos semanas en volver a escribirle. Espero que mi retraso no haga menguar su atención, porque me restan muchas cosas importantes por participarle.

En mi primera carta yo hacía hincapié en la decepción personal que usted le ha producido a un dominicano como yo, que creció y se hizo hombre mientras usted gobernaba, y que alguna vez le admiró. En esta oportunidad mis palabras estarán más orientadas al daño que usted les infligió a todos los dominicanos, al inaugurarse en sus gobiernos el más sucio modelo de corrupción e impunidad que se había visto desde la fundación de la República Dominicana. Usted se llena la boca que decir que quiere volver al poder porque ya usted transformó al país y hace falta una segunda ola de transformaciones. Y es muy cierto, usted transformó los esquemas de robo y saqueo del Estado; los sofisticó, los perfeccionó. Si usted no hubiera sido un presidente corrupto, podría exhibir que en sus doce años transformó la educación y el sistema de salud; podría enorgullecerse de haber resuelto el acceso a servicios básicos como el agua y la energía eléctrica, o de que contáramos con seguridad ciudadana y una policía moderna. Sus supuestos logros son sombra y humo. Usted le secuestró el porvenir a toda una generación.

Se me ocurre primero recordarle una famosa historia de corrupción y tragedia que sé que usted conoce. Se trata del suceso conocido en Cuba como «el último aldabonazo de Chibás». Eduardo Chibás, líder del Partido Ortodoxo, figura esencial de la Cuba prerrevolucionaria con su lema «Vergüenza contra dinero», se suicidó en 1951 porque se desaparecieron de su despacho las pruebas de una grave denuncia que había hecho, a saber, que Aureliano Sánchez Arango, ministro de Educación del gobierno de Carlos Prío Socarrás, había robado una suma millonaria del presupuesto a su cargo. Al verse sin los documentos que avalaban su denuncia, se pegó un tiro durante la transmisión en vivo de su programa radial. Traigo a colación este dramático episodio histórico porque en la República Dominicana también se pierden las pruebas, pero si hay voluntad, se encuentran, aunque hayan pasado los años. Yo apuesto a que llegue el día en que usted quede completamente expuesto en toda la desnudez del mal que le ha hecho a la República Dominicana.

Le refresco la memoria sobre algunas cuentas que usted debe darle al país, porque veo que usted recorre el país como si no tiene un pasado, solo haciendo promesas. Y hay demasiado sobre su legado nefasto que, sobre todo los más jóvenes como yo, no debemos olvidar.

En su primero periodo de gobierno (1996-2000) usted implementó el Programa Eventual Mínimo de Empleos (PEME), que tenía una nómina homónima y otra llamada Programa de Acción Barrial (Prodaba). Se presume que se desviaron del erario público 1,427 millones de pesos que fueron utilizados para pagar sueldos, y así acallar, a individuos que participaban en protestas. Es célebre su frase sobre el tema: «Es mejor pagar para no matar». No había figura legal que justificara el uso de esos recursos. Se burlaron todos los controles contables del Estado. Se utilizaron 29,423 registros de cédulas falsas y a otras 59,935 cédulas válidas se les alteraron los nombres. Usted desde el principio usó el Estado como si fuera su finca, doctor Fernández. Usted, que en 1996 había declarado que pondría sus funcionarios a la disposición de la justicia por solo el rumor público, se convirtió en el padre de nueva era de la corrupción en República Dominicana. Ahí empezó a acumular un gran poder económico para sustentar sus aspiraciones futuras. El Procurador General de la República durante el cuatrenio 2000-2004, Virgilio Bello Rosa, abrió un expediente a varios funcionarios de su gobierno por el caso PEME, pero a su retornó al poder en 2004 usted y sus fiscales —compañeros de partido— terminaron de enterrar el caso.

¿Se acuerda usted del entramado de corrupción en torno a la Sun Land en los años 2006-2008, en el cual hubo un desfalco al Estado de 130 millones de dólares? Ese contrato no fue remitido al Congreso Nacional para su aprobación. Usted tenía mayoría en el Congreso, pero aun así quiso obrar a espaldas de este poder del Estado, que tampoco cumplió entonces su misión fiscalizadora. El entonces director de OISOE, Félix Bautista, firmó a nombre del gobierno dominicano, bajo el expreso padrinazgo suyo. Hay una vasta documentación y una extensa bibliografía que sugieren ese dinero fue a parar a las cuentas de las empresas de Bautista —este y otros casos han sido motivos de diversos litigios infructuosos—. Usted hizo malabares verbales ante la opinión pública en 2007, aduciendo que el contrato no debía ser sometido al Congreso porque supuestamente no era un préstamo, sino un crédito adjudicado por la empresa Sun Land a los contratistas adjudicatarios de las obras. Pero el tiempo y las evidencias lo han dejado en una posición incómoda sobre el tema y usted apuesta a que olvidemos. Un presidente que dispone que se tome ese dinero a espaldas del Congreso, sin rendir cuentas ante la ciudadanía, hablando mentiras. Un presidente de sórdida reputación, eso fue usted. ¿Esa es su ola de transformaciones?

¿Tiene usted algo que decir sobre las presuntas sobrevaluaciones de: los aviones Tucano, que costaron casi 100 millones de dólares (se ha estudiado que podrían haber costado 5 millones de dólares, pero costaron 9.5 millones en esa moneda cada uno); del Proyecto Portal Electrónico Dominicano, por un valor de 13 millones de dólares, cotizado por técnicos internacionales por 2 millones de dólares; de un software para el Imposdom por 4 millones de dólares, cuando el precio de mercado era menos de 100 mil dólares?  Doctor, ¿debemos olvidarnos de las nominillas en sus gobiernos, de la opacidad absoluta de FUNGLODE, de tantas contrataciones públicas grado a grado? ¿Se ha detenido a calcular cuántas escuelas, hospitales, universidades, acueductos se habrían construido, cuánta modernización real habría tenido lugar en nuestro país con un uso óptimo de los recursos involucrados en sobrevaluaciones y botellas?

Usted se jacta de haber creado los mecanismos institucionales para combatir la corrupción y es ahí cuando su cinismo raya en lo patológico. Usted tenía las Altas Cortes, el Congreso y el Ministerio Público en su bolsillo. Usted era el amo de la República Dominicana y cuando le fue imposible continuar ad infinitum en el poder, ideó la Reforma Constitucional de 2010 para habilitar su futuro político. No nos venda sueños, expresidente.

La corrupción tiene una larga estela en la historia dominicana. Ha sido siempre un lastre para nuestro desarrollo, pero durante sus tres periodos cobró un cariz endiablado. Hemos tenido políticos como Ulises Francisco Espaillat, Juan Bosch y José Francisco Peña Gómez, que hicieron de la política un sacerdocio de coherencia y decencia, y hay otros en una larga lista negra de corruptos, en los que sobresalen en las últimas décadas su maestro del caudillismo, Joaquín Balaguer, su aliado intermitente Danilo Medina y usted.

Doctor Leonel Fernández, ex presidente de la República Dominicana:

Yo no le guardo rencor por todo el mal que usted le ha hecho el país. Solo lo quiero lejos del poder porque sé que no se arrepiente de nada y en una próxima sería peor. No espero que usted reflexione, pero sí que lo haga un país del cual usted se ha burlado. Con la corrupción de sus gobiernos quizás no haya justicia, pero puede y debe haber memoria.