Durante gran parte del siglo XX en todo el continente americano estuvo muy de moda un breve de cuento Herbert Hubbard que lleva el mismo título que este artículo y que está inspirado en una historia real de un oficial de los Estados Unidos, Andrew Rowan, durante una guerra que reúne tantas perspectivas que su denominación cambia según las simpatías. En Cuba, José Martí la denominó “la guerra necesaria”, y al librarse contra España, monarquía que tenía frentes abiertos en varios lugares del planeta, en ese país se llama “Guerra de Cuba”. En Estados Unidos, que, al igual que en la de Vietnam, entró en el conflicto una vez este tenía un tiempo, se llamó “la Guerra hispano-estadounidense”.

En esa confrontación bélica que tuvo lugar a finales del siglo XIX y, en consecuencia, sin los maravillosos avances en el mundo de las comunicaciones que disfrutamos hoy en día, un comandante del ejército de los Estados Unidos quiso enviar un mensaje a un militar separatista cubano, Calixto García. El oficial encargado de la misión se saltó todos los obstáculos posibles e imaginables para lograr su objetivo y vio sus esfuerzos coronados con éxito.

El compromiso con el resultado, el arrojo y la dedicación eran características muy apreciadas y por ello, principalmente a través de los clubes Rotario, pero también de manera espontánea, muchos supervisores usaron este breve relato como motivador para ellos mismos y  para sus equipos en la consecución de metas individuales y colectivas.

Lo que no se suele conocer es que ese mensajero cometió tantas irregularidades para lograr su misión que en un momento se consideró juzgarlo en una corte marcial con el objetivo de castigar y disuadir el mal comportamiento. En parte, si el ejército desistió de esta iniciativa fue porque su versión de la historia había sido dada a conocer por numerosos medios y ya la población lo conocía como un héroe. Tratar de indicar cuál había sido la parte menos gloriosa de ese comportamiento no iba a ser comprendido ni por el jurado de una corte ni por la opinión pública.

Lo que hicieron algunas personas relacionadas con el caso fue acusar en justicia por otros crímenes de desinformación en tiempos de guerra (en este caso la que luego se llamó Primera Guerra Mundial) al autor que más había contribuido a la divulgación de esta versión errónea de los acontecimientos, el ya citado Elbert Hubbard. Y es que tanto al que contó el relato, como al que hizo la hazaña de transmitir el mensaje en situaciones difíciles, se les olvidó el componente ético a la hora de trabajar, o como dice la frase comúnmente atribuida a Maquiavelo, que el fin no justifica los medios. Expresado de manera más moderna sería que la manera de llegar es tan importante como la meta o que lo importante no es el objetivo sino su búsqueda y esta es la que tiene que ser ejemplar.

Coda: a propósito de la aventura de Rowan, a principios del siglo XX se hicieron varias películas también inspiradas en su historia.  Muchos años después, el productor cinematográfico David Brown, consciente de todos estos intríngulis, logró que se hiciera la película “A Few Good Men” (Hombres de honor) basada en una obra teatral y en la que militares norteamericanos en Cuba pasan por experiencias que ponen en evidencia la importancia de una conducta honrosa en todo momento.