Queridos colegas:

Es probable que esta misiva los atrape ocupados escribiendo algún poema, cuento, artículo, finiquitando quién sabe qué joya artística, o alzando copas en movidos ágapes por motivos navideños. La aspiración por la gloria, el éxito o la inmortalidad, desvelan a cualquiera. Comprendo. O tal vez, estén atiborrados de quehaceres, pues la cotidianidad, esa diurna dictadora, exige y manda,  el día a día, traga; de ahí que hablar del caso Palestina no resulte tan atractivo como ese eterno y demencial discurrir de vivir de cara a las redes sociales. No obstante, espero que lo que me motiva a escribirles, que para mí ha sido objeto de desvelos o un acíbar cruzándose por la boca, los mueva en sus entrañas en lo mínimo.

Intuyo que ya olvidaron o ni supieron de la pavorosa frase que a mí me estremeció y que sintetiza el drama palestino: “nos están matando uno a uno”, que gritó un periodista palestino en vivo al reportar de cómo habían asesinado a un compañero en ejercicio, a Mohamed Abud Hatab, además como cruel ñapa, a su mujer, hijo y hermanos. Tenía razón, compañeros y colegas periodistas, eso está haciendo Benjamín Netanyahu, en complicidad con un mundo parapetado a la indiferencia y la ceguera, que aún no reacciona ante el hecho de que 17 mil seres humanos (40% mujeres y niños) han sido asesinados por un gobierno de Israel que encabeza Benjamín Netanyahu, ese que al trogloditismo hace reverencia. Elemento de la misma estirpe siniestra de Ariel Sharón (célebre por la matanza de Sabra y Chatila de 1982, que en el mismo infierno deben aborrecerle. Creen que eliminando periodistas y poetas, eliminan la verdad y la rabia. ¿Ese Hatab no era colega de ustedes? ¿El Colegio Dominicano de Periodistas (CDP) ha dicho algo? ¿Alguna sociedad de escritores, aunque sea en metáfora, indignación ha escupido? Más de 60 periodistas asesinados y los gremios “en Babilonia”, por la ataraxia atravesados.

Es posible que esta mañana se hayan despedido, con beso o abrazo, de sus hijos o padres, e ignoran o ya olvidaron que 17 mil seres humanos, que tenían padres, madres, hijos, sobrinos, igual que ustedes, han sido asesinados, y no tienen ni tendrán oportunidad para aproximarse a un gesto tan cotidiano. Pero, entiendo, los periodistas occidentales no sabemos a qué huelen los cadáveres, esto reflexionaba el periodista irlandés Robert Fisk (Dublín, 1946-2020), quien hizo de la corresponsalía de guerra, más que una especialidad o labor rutinaria, un ejercicio donde visualizó el horror que las conflagraciones representan y el papel de los imperios, y, por supuesto, contribuyó a entender la compasión humana. Lo más cercano que estamos los periodistas dominicanos de un cadáver es cuando vamos a cumplir por la muerte de conocido colega, y nos apertrechamos, bien trajeados y perfumados, a una funeraria.

Queridos colegas, ya seguro pertenecerá a sus memorias, no recurrida, que en la pasada XXV Feria Internacional del Libro 2023 muchos del gremio al que pertenecen, salieron en manada, ¿estuvieron en ella?, a defender la dedicatoria a Israel como invitado especial, desconocedores olímpicos del elemento político que tiene todo acto, aún se vista de literario. Contemplé con tristeza cómo un grupo de amigos, se hacía gracioso ante la Embajada de Israel y las autoridades oficiales culturales.  Claro, ante el poder, muchos, gustosos se prosternan. Ante el débil, pocos se arriman, por eso no he visto ningún  comunicado, ninguna declaración de gremios en los que ustedes se agrupan: periodistas, académicos, escritores. (Ocupados algunos, claro, en cazar suculentas pensiones, conseguir apartamentos, viajes, y canonjías por el estilo). Saben que pasó después de la Feria, que las fuerzas israelíes asesinaron a la poeta, feminista y novelista palestina Heba Abu Nada, de 32 años, y ¿dónde están las feministas del patio, que no han salido a protestar con la rabia que merece este hecho? Quisiera escuchar a cualquier mujer dirigente, perteneciente a un conglomerado feminista,   diciendo, respondiendo o escribiendo algo. La reacción ha sido nula, y eso es digno de asombro.

Es antológico con la presteza y gallardía que salen a atacar al presidente de Nicaragua, Daniel Ortega o a Nicolás Maduro, “el ogro de Venezuela”, “por la libertad de prensa que violan estos dictadores”. Fresquecito está el caso de Sergio Ramírez, a quien hasta se le dio un premio con una dotación de buenos dólares en esta República, que el complejo de Guacanagarix arrastra tan fervorosamente.

Ahí se hacen los hombrecitos de pelo en pecho, los Jack venenos de la película, ahí firman muchos de ustedes, prestos y valerosos, los manifiestos, escriben artículos descontextualizados, pero ante el horror que vive Palestina, un Estado ocupado y vejado por décadas, guardan silencio cómplice, siguen sus vidas como si nada pasara. Recuerdo la romería payasesca en la frontera de Colombia con Venezuela (Cúcuta) el 23 de febrero del 2019 que  montaron artistas de la talla de Juan Luis Guerra, Juanes, Alejandro Sanz, para condenar el régimen de Maduro. ¿Dónde está ese belicoso Juan Luis? Como siempre, apaciguado, y recostado en la almohada de seda que provee la fama y el billete, aupando  cancioncitas cristianas. Claro, la avispa de la sensibilidad a él no le ha picado. A su epidermis ese insecto no se asoma. Guerra debiera verse en el espejo de Roger Waters, quien fuera bajista de Pink Floyd, quien sin importar riesgos asume una postura frontal contra el genocidio contra los palestinos, sin importar las consecuencias que ello traería a su “carrera”. Y claro, se le ha tratado de censurar, como ocurrió con la actriz Susan Sarandon, quien participó en protestas contra el genocidio que lleva a cabo Netanyahu.

¿Cuál de los gremios que agrupa a los periodistas o escritores se ha pronunciado al respecto? ¿Cuál ha levantado su voz de protesta ante este genocidio de 17 mil seres que han sido asesinados. ¿No han visto las caras de niños horrorizados ante los cadáveres de padres? ¿No han visto los rostros de dolor de padres y madres cargando cadáveres envueltos? Más de 60 de sus compañeros muertos y ustedes se tragan la lengua, hace que se convierte en un asqueroso bistec en la silenciosa boca. Un comentario del periodista José Rafael Sosa con su teoría de genocidio compartido, o posiciones azucaradas como la del articulista José Luis Taveras, a la humanidad no ayuda. La tibieza o igualar el genocidio con el ataque artesanal de Hamás, no tiene sentido. Es creer que uno es bobo, y desconocer la historia de lo que significa quién es el oprimido y quién es el opresor. O tratar de igualar el papel del lobo y la oveja cuando hay derramamiento de sangre o lana.

Leí en cierta ocasión un libro titulado “Escuadrón del Castigo” (de David Tinnin) que relata cómo los servicios de inteligencia israelíes persiguieron y asesinaron a quienes habían perpetrado el acto en Múnich. Me dio horror la puntualidad matemática con que castigaban los servicios de inteligencia israelíes, el asedio y perseguimiento infinitos que hacían a sus contrarios, pero al ver esta “respuesta” que han dado a los palestinos por el ataque del 7 de octubre, he descubierto que bajo el ropaje que se han cubierto de haber sido víctimas de un holocausto, se cubre (en sus autoridades) un rencor, un racismo y una inhumanidad que no he visto que tenga precedentes.

Cuando un timorato, y quien de la genuflexión ha hecho un estilo, como António Guterres, secretario general de la ONU, dice que lo que está pasando en Palestina es genocidio, hay que imaginarse que la cosa es grande. Estados Unidos, fiel a sus posiciones oscuras y truculentas, busca dar ayuda económica a Israel, y que siga la sangre en Gaza.

Si en algo han sido buenos los del lobby israelita es en vender su dolor (eso les ha dado la más fiel plataforma de Hollywood), y en ocultar el dolor ajeno: ahí están los miles de muertos palestinos, acribillados, niños encarcelados. Para esos no hay sensibilidad, no hay prensa, no hay comunicados, no hay alharacas poéticas o Premios Oscar.

No se puede ser neutral ante esto. Como bien lo expresaba Gay Talese, eso de la objetividad en el periodismo es una falacia. Y en ese sentido, llama a estar del lado de los débiles, que en este caso son los palestinos.

Hoy, queridos colegas, les recalco que han sido asesinados más de 60 periodistas, y hoy sábado como para ponerle una cereza amarga y oscura en el pastel de la muerte que prepara a diario el Estado militarista y mediático, que es el gobierno de Netanyahu, han asesinado “luego de una labor de inteligencia”, al poeta palestino Refaat Alareer junto a cuatro familiares, y esto tal vez a ustedes no les dirá nada. Llegarán a sus casas, y les saludarán sus madres, sus padres, sus esposas, sus hijos. Un poeta no vale nada, y menos si es palestino. Es la narrativa que han aprendido muy bien, y de la enseñanza de la vida: hay que estar del lado de los fuertes, en el lado de los débiles sólo se aguarda rechazo, bombas lacrimógenas, empujones, macanazos, no hay invitaciones a banquetes, embajadas, no hay detenciones en aeropuertos por sospecha de terrorismo.

Pero sigan tranquilos, queridos amigos, escribiendo sus novelitas, puliendo sus poemas cargados de retórica, escribiendo sus artículos con aire de sapiencia, dirigiendo los gremios que agrupan a comunicadores, pues quizás les otorguen algún día un premio. Sé que no serán capaces de firmar manifiestos, abrir bocas. A los palestinos los están matando uno a uno , que ya vayan 17 mil vidas destruidas, incluyendo niños, niñas, mujeres, jóvenes, no deja dudas al respecto. Yo, ya insuflado por el desconsuelo dantesco, y cruzando la puerta del espanto al observar tanta insensibilidad del mundo, he abandonado toda esperanza.

PD:  El poeta gazatí Mosab Abu Toha, celebrado por New York Yorker  y The Atlantic, fue detenido y golpeado por el ejército israelí y tuvo que exiliarse en El Cairo para salvar su vida, y no correr la suerte de la poeta Heba Abu, autora de El oxígeno no es para los muertos.