El Centro Integral de Enseñanza Especializada (CIEE), abrió sus puertas el 3 de octubre del 1994, gracias a la iniciativa de padres que buscaban con desespero un espacio donde sus hijos pudieran desarrollar al máximo sus potencialidades, en un clima de respeto, tolerancia y pluralismo, explica su página web.
En sus inicios, el CIEE acogió en sus programas a niños, adolescentes y jóvenes con discapacidad intelectual y autismo. Más tarde, el diseño de su programa fue reformado para atender a un grupo de niños con parálisis cerebral, cuyo centro de procedencia había cerrado su programa. Esa decisión obligó a ampliar los recursos humanos, incorporando al equipo interdisciplinario médico fisiatra y fisioterapeuta, se describe en la historia de la institución.
Uno de esos jóvenes fue mi hijo mayor, entonces con once años. Conocí a Carmen Gálvez, su directora, como eran las cosas en esos momentos, por el boca a boca. El año escolar 2003-2004 había iniciado y aquello que más ilusión daba a mi hijo no estaba asegurado, ir a su escuela, ya que la que él conocía hasta ese momento debió cerrar sus puertas.
Cuando veía que su hermanito se iba a su escuelita y él se quedaba en casa todo el día, fue la única ocasión en que estuvo deprimido. Su optimismo natural fue nublado por esos días en que me preguntaba con la mirada qué pasaba y señalaba su mochila.
En esa ocasión, Ana María Pellerano, educadora y sicóloga, me aconsejó no insistir en una saga de inclusión forzada en colegios regulares y buscar un centro de educación especial donde sea que estuviere, así fuere del otro lado de la ciudad y tuviera que cruzar el puente a diario. Esa clase de programas era lo mejor para el desarrollo social y educativo mi hijo. Debía fluir con las posibilidades disponibles. Visité varios centros, pero algunos solo eran para la terapia vespertina, otros trabajaban solo con niños más chiquitos pues eran proyectos de educación especial nacientes.
No puedo recordar cómo, pero alguien me habló de una educadora llamada Carmen Gálvez que tenía una escuela en el sector Los Prados. Por los siguientes años, el CIEE se convirtió para mi hijo en el sitio de las horas felices de clases y terapias de lunes a viernes y un centro de orientación para nuestra familia. Hugo Sebastián adoraba el CIEE, su escuela, y el lugar donde conoció a sus grandes amigos de adolescencia.
Esta semana se celebra el Día del Maestro, y honro a la educadora por su aporte académico y por dignificar la vida de mi hijo y de muchos otros ciudadanos con capacidades y posibilidades económicas diferenciadas. Junto a Carmen, honro también a sus maestros del CIEE. Gracias su tesón, además de un desarrollo integral, se logra en el ámbito provisto en el plantel una socialización encantadora. Entrar al CIEE es llegar a un oasis de bondad en el medio de la turbulencia citadina.
Mi hijo alcanzó varios grados académicos, integrándose de manera formal al sistema de educación nacional. Esto significa que formaba parte de su plan de estudios el aprendizaje matemáticas, ciencias naturales, estudios sociales y actividades artísticas.
La profesora Gálvez es egresada de la Escuela Normal Félix E. Mejía. Desde muy temprano empezó el magisterio en el área de educación especial. Esta motivación la llevó a ingresar a la Universidad Nacional Pedro Henríquez Ureña, donde curso un Profesorado en educación de sordos y una Licenciatura en educación mención retardo mental.
Es egresada del programa de especialidad de Terapia de Lenguaje del INTEC y más tarde, en esta misma institución, realizó los programas de especialidad en Socio Pedagogía y en Educación Inicial. En paralelo, es docente en el Instituto Superior de Formación Docente Salomé Ureña, además diseña y desarrolla cursos de capacitación sobre Educación Especial y Atención a la Diversidad, Planificación y Evaluación Educativa.
En lo personal, agrego que Carmen es una mujer apacible, laboriosa, paciente, siempre abierta al diálogo y centrada en sus objetivos. Me adhiero a quien la presenta en la página oficial del CIEE como una persona cuya pasión por la Educación Especial la mantiene activa, permanentemente ocupada en la elaboración de estrategias y proyectos que impulsen el desarrollo de la educación para el sector Discapacidad, y la eliminación de las barreras que limitan e impiden en muchas ocasiones el acceso a los servicios básicos y el pleno uso de los derechos humanos.
Ayer visité a Carmen y al CIEE para ponernos al día, luego de muchos años. Me hizo un documentado recuento de la situación de la política de inclusión que se desarrolla desde la pasada década en República Dominicana y el resto de Latinoamérica, conforme al modelo desarrollado por el catedrático en Psicología Evolutiva, el español Álvaro Marchesi.
Aunque todavía con grandes retos, hubo avances institucionales entre los que cabe mencionar la reforma curricular para insertar en centros regulares a algunos alumnos con discapacidades leves. Entre las escuelas que recibieron a alumnos del CIEE como parte de la iniciativa de inclusión la educadora me mencionó a la Escuela Primaria Fidel Ferrer.
Otro importante aporte para esta población que la estadística demuestra que se encuentra, en la mayoría de los casos, en condiciones de pobreza, han sido los centros CAFI (Información) y CAIPI. (Información) del Instituto Nacional de Atención Integral a la Primera Infancia (INAIPI).
Para satisfacer otras demandas, el CIEE se ha transformado en una residencia para adultos con necesidad especiales, que no son otros que los amigos de adolescencia de mi hijo. Cuando Carmen y yo terminamos de conversar, desde que me alcanzaron a ver me llamaron con uno de mis dos títulos favorito: Hola, mamá de Hugo. Se recordaban de mi perfectamente y me rodearon con su incomparable pureza.
Los interesados en conocer los servicios o en apoyar a esta causa pueden acercarse a la Fundación Pro-Desarrollo del CIEE a través de una servidora, su página web (Información) o pedir una cita con su directora.
Les recibirá Carmen Gálvez y sentirán inmediata esperanza