“El goteo del agua perfora la roca no por la fuerza, sino por la persistencia”-Ovidio.

Una herencia gerencial que nadie querría recibir. No se trata de una empresa a punto de quebrar, para lo cual siempre habrá soluciones emanadas del ingenio técnico, táctico, estratégico y organizacional. Tampoco de que la situación haya sido heredada de una coyuntura excepcional pandémica o de guerra o conflictos con naciones vecinas. Nadie puede explicar el desastre del Inabie recurriendo a la lógica económica, mucho menos financiera. Del mismo modo, nunca estaría en sintonía con el concepto del Estado del Bienestar cuyo objetivo primordial, teóricamente, es la atención al bienestar general y a la redistribución razonablemente equitativa de los beneficios del crecimiento económico.

¿Qué fue lo que en realidad pasó en el Inabie del que conocemos problemas relativos al pago de sus proveedores? Muchos se preguntan, ¿por qué el pasado director del instituto está siendo interrogado en estos días por la Procuraduría Especializada de Persecución de la Corrupción Administrativa (Pepca)? Una primera mirada exploratoria de dos meses nos permite afirmar que allí nada se hizo bien. ¿Falta de conocimientos de la dinámica administrativa y funcional de la Administración? ¿Advenedizos conduciendo el barco? ¿Errores humanos sin malas intenciones?

Si usted nos dice que el Inabie gestiona 30 millones de pesos y que su “misión sobrentendida” es mantener una nómina que no debe mostrar resultados e impactos por acuerdos previos (que nunca debería ser el caso para ningún organismo de la Administración), podríamos convenir en alguna medida en que cualquier mala gestión, en ese contexto, sería “aceptable”.  Pero poco importan las cantidades de dinero involucradas. Para todos los organismos y órganos del Estado el compromiso de hacerlo bien, correctamente, cumpliendo normas y procedimientos, es exactamente el mismo,  se trate de 1 millón o del 4% del presupuesto nacional. Lo importante no es la cuantía del presupuesto, sino el compromiso con el comportamiento ético, transparente y cumplidor oportuno y eficiente de trámites y requisitos. Ser pasible en todo momento de revisión y control. Con más razón, cuanto tenemos entre manos un bien mayor, como explicábamos en la entrega anterior.

Mucha gente mira al Inabie como una gran tajada del pastel del Estado. Ciertamente, para los productores nacionales, particularmente para las Mipymes, esta institución representa un gran mercado. Como toda instancia de compra-venta, la de Inabie está sujeta a reglas, o más bien debería estarlo. Sería todavía más atractivo y seguro para ellos (ese gran mercado)  si se cumplieran las reglas y los procesos se construyeran anticipadamente de manera inteligente, responsable, participativa, inclusiva y transparente.

No todo es color de rosa. En todo mercado encontramos sinvergüenzas, gente inescrupulosa, actores que literalmente compran su participación segura en procesos de compras muy importantes del Estado. Si del lado del Estado encontramos la misma estirpe de hombres, entonces habría complicidades, confabulaciones, arreglos, acuerdos de una rentabilidad especulativa asombrosa. Personalmente creemos que eso sucedió en el instituto: organización de licitaciones, de actas de adjudicaciones y notificaciones de adjudicación desde perspectivas estrictamente personales, de negocios fáciles, en claro detrimento del bien mayor que atiende esa entidad.

No es que todos los actores en los procesos pasados puedan medirse con la misma vara. Hay cientos de empresarios honestos y responsables, y hasta comprometidos con la misión del instituto. No obstante, cuando el mando institucional está en las manos menos indicadas, no es posible que los participantes terminen todos complacidos y honrados los compromisos. La licitación de las raciones alimenticias fue acomodada, manipulada, manoseada, tergiversada, dirigida en violación de toda norma y procedimiento. Las incidencias en el Portal Transaccional no son casuales. Las múltiples dificultades que enfrenta el proceso de certificaciones de contratos mucho menos. La participación reiterada de oferentes con muy mala reputación en el cumplimiento de sus obligaciones, tampoco.

Proveedores sin contratos, cobros sin facturas, pagos sin contrapartidas en las escuelas, conduces falsos (soportes de presentación obligatoria que respaldan las entregas a los centros educativos), participantes sin ser beneficiarios del Estado, contratos plagados de errores y sin el soporte de los documentos complementarios mandatorios, procesos de peritaje manipulados personalmente, etc…. ¡Ay Dios Santísimo!-así dice mi madre de 90 años ante visiones incomprensibles y detestables.