“Somos incapaces de desentrañar la complejidad del mundo, así que nos contamos un cuento simplificador para poder decidir y reducir la ansiedad que nos crea que sea incompresible e imprevisible”. (Daniel Kahneman: Psicólogo, Premio Nobel de Economía 2002).
Estamos viviendo una forma distinta, es una forma de producción y de interactuación social enteramente disruptiva, hasta en la vida misma de nuestra cotidianidad. Nos encontramos en plena era del capitalismo informacional. Allí donde los medios de producción no lo constituyen tierra, trabajo y capital, sino, la tecnología interconectada.
El capitalismo informacional tiene como epicentro la globalización en su máximo proceso, alumbró de manera sinérgica las computadoras, los teléfonos digitales, la robótica e internet. Lo que caracteriza el capitalismo informacional es que está, en gran medida, determinado por la omnipresencia de las tecnologías digitales como horizonte medular, nodal que mezclan, configuran y estructuran los bienes y servicios en esta época de cambio y de cambio epocal.
El capitalismo informacional o cognitivo está cimentado como una nueva forma de producción, organización y distribución acelerada de los negocios, coadyuvando a una nueva dimensión social, que se expresa en la sociedad digital. Todo el entramado tiene como soporte la acumulación de datos, expresado en la convergencia de las industrias de comunicación e internet, vale decir, en las redes de negocios multimedia.
El capitalismo informacional es tan visible la concreción, que tiene su irrupción a partir de los años 80 del siglo pasado, que podemos ilustrar, como nos señala Manuel Castells, en su libro La Sociedad Digital “En todo el mundo, el número de usuarios de internet pasó de 2.6 millones en 1990 a 5,300 millones en 2022 y las suscripciones móviles de 23,500 en 1980 a más de 8 mil millones en 2020”.
Manuel Castells destaca, como esencia del capitalismo informacional, la comunicación digital, como telón, la difusión más rápida entre todas las tecnologías. Subraya: “Para alcanzar 50 millones de usuarios las aerolíneas necesitaron 64 años; los automóviles, 62 años; el teléfono, 50; la electricidad, 46; la televisión, 22; el ordenador, 14; el teléfono móvil, 12; internet, 7; Facebook, 4. En 2023, ChatGPT, solo necesitó dos meses para alcanzar 100 millones de usuarios”.
El capitalismo informacional es el proceso de acumulación de varias etapas del desarrollo del capitalismo. En una primera fase nos encontramos con el capitalismo comercial, incubado en los siglos XVI y XVII. Es lo que llamamos el capitalismo pre industrial, que generó una forma de sociabilidad 1.0, donde el centro de la interacción social era íntimo y la forma de organización del trabajo era el intercambio de comercio, mayormente de materia prima.
Del capitalismo comercial emergería el capitalismo industrial, que tuvo como protagonista, a partir del siglo XVIII, la eclosión de la máquina de vapor. El capitalismo industrial constituye el fragor de la alta producción en las fábricas, un aumento súper exponencial de las manufacturas y una inusitada forma de organización en el trabajo. Se suscita el gran éxodo del campo a la ciudad. Es allí donde la modernización encuentra su eco y sus cauces. Aquí, al mismo tiempo, se genera la sociabilidad 2.0; vale decir, nuevas formas de relacionamiento social. Las condiciones materiales de existencia, esto es, la validación económica, van a operar como fuerza centrípeta todo el horizonte social, cultural y científico del ser humano. Las grandes empresas industriales, sobre todo manufactureras, constituyeron el paradigma del capitalismo industrial: producción y productividad eran el campo de la competitividad.
Al tiempo que el capitalismo industrial seguía siendo el eje hegemónico, se insertaba como fase superior, en una combinación con este, el capitalismo financiero, donde la acumulación de dinero y ganancia formaron parte crucial de esta etapa, esto es, a partir de los años 20 del siglo XX. El capital financiero es la expresión de la dinámica de evolución del capitalismo mundial. Así, como en el capitalismo industrial, la raíz de su desarrollo es la acumulación de riquezas por medio del aumento de la productividad, teniendo como centro costo–beneficio, eficiencia–efectividad–calidad, para el logro de mayor rentabilidad, vía la competencia. Aquí comienza la geoeconomía como fase de interludio del capitalismo de su nueva fase.
Ese interregno se ubica desde los años 80–2000 del siglo XX. El capitalismo financiero orbitó desde 1970. El dominio del mismo trajo crisis en el seno del capitalismo de manera más recurrente. A la luz de la sociología económica, la explicación estriba en que el eje central del capitalismo financiero es la especulación. Ondean las burbujas de los movimientos de capitales que se unieron, cuasi simultáneamente, con la sociedad digital. Encontramos el gran dilema entre la economía real, basado en la producción y el capitalismo financiero, que en su creatividad configura nuevas formas de negocios, de sociedad, para crear dinero sin producir bienes, sin el apoyo de este como génesis central.
Deudas y más deudas. La crisis del 2008–2009, crisis financiera global, es una consecuencia de las desregulaciones de los grandes bancos de inversiones del capitalismo desarrollado, que llevaron hasta el paroxismo las hipotecas subprime o bonos basuras. Nos encontramos ahora con la columna vertebral del capitalismo informacional y con ello, la sociedad digital. El capitalismo informacional derivó como forma de organización social-laboral-cultural. La sociedad digital se expresa en nuevos ciudadanos y en nuevas formas de relacionamiento y convivencia.
A los que tenemos más de 60 años y que tenemos nietos, nos damos cuenta cómo estos son totalmente distintos, aunque nuestra forma de integración social pretenda, en el relacionamiento, “mantener” los signos y símbolos tradicionales de compartir. Pero, ¿que es la sociedad digital? Nos dice Manuel Castells en su último libro ya citado “Una sociedad digital se caracteriza por un hipertexto digital que está simultáneamente en constante creación y modificación. Los actores comunicantes acceden a él, lo recombinan, remezclan y redirigen continuamente”.
La sociedad digital es una nueva forma de organización social en la que sus estructuras e intercambios diarios están condicionados y conformados por sistemas automatizados: Tecnología de la Información y Comunicación. El capitalismo informacional llevó en su vientre y parió, la sociedad digital. Ambos llevan, de manera originaria y como plataforma inexcusable, la Sociedad de la Información o Era de la Información, las tecnologías digitales y con ello, la información digital. La caracterización de la sociedad digital expresa una disrupción en la vida cotidiana, ya que las tecnologías digitales: Internet, computadoras, tabletas, teléfonos inteligentes, forman la cruzada de nuestro devenir sistemático. Sin ellos, es como si nos faltara algo de nuestra existencia vital.
De ahí surge la sociabilidad 3.0. La interacción social, los vínculos sociales, acusan una nueva dimensión que no podemos en esta transición de cambio epocal, verlos con cuestionamiento, sin singularidad y especificidad, alrededor del nuevo contexto societal. La añoranza del pasado es, sencillamente, agua derramada. Internet y con ello, las redes, ha implicado una nueva forma de sociabilidad.
Al menos 15 plataformas digitales que configuran las redes sociales gravitan, mayormente en occidente, dominando el escenario de la información y rupturando la comunicación tradicional (periódicos, radios, televisión). Esas plataformas son: Facebook YouTube, WhatsApp, Instagram, WeChat, Tik Tok, Facebook Messenger, Douyin, Telegram, Snapchat, kuaishou, Sina Weibo, QQ., X o Twitter, Pinterest. Cristina Martin Jiménez en su libro Los Dueños del Planeta, nos señala los 11 hombres que dirigen el planeta, 7 de ellos son del mundo de la tecnología, de los que conforman esa enorme oligarquía mundial donde la plutocracia se impone a la verdad y donde la comunicación “deja” de ser una construcción de significados de intercambios de información.
El hilo conductor aquí es tratar de hilvanar, cómo a través del largo tiempo histórico, desde el capitalismo comercial o pre industrial, el industrial, el informacional, con sus corolarios, de sociedad de la era de la información, de la red digital, lo trascedente desde la sociología política es auscultar las relaciones de poder, más allá, del descomunal avance de la tecnología, y de cómo se estructuran la sociedad y con ello, el estado y el capital.
En este amplio espectro del capitalismo informacional surgen nuevos actores económicos que emergen para pedir una nueva reconfiguración en el escenario mundial. Un mundo multipolar gravita, como espacio de recomposición. Los sectores ultraconservadores populistas construyen con su posverdad, con sus fake news y seep fake, relatos buscadores de enemigos de nostalgias. El populismo responde con medidas que ayer, en el capitalismo industrial 2.0, pudieron tener eco. Hoy, en medio de la sociedad digital, del capitalismo informacional, el neoproteccionismo no podrá a mediano y largo plazo tener éxito.
En el plano político, la respuesta ha sido erosionar la democracia a través de la disminución de la gobernabilidad en todas sus dimensiones. El racismo, la xenofobia, la exclusión y discriminación de todas layas, se manifiestan en medio de búsquedas de “enemigos”, de “culpables”, en los “otros”. El autoritarismo y la autocracia se están constituyendo en el fragor de la lucha de “sus espacios”. Un constructo que diverge ostensiblemente del capitalismo informacional y por ende de la sociedad digital. Contradicción insondable. Desmadejarla es la sinonimia de un nuevo liderazgo mundial, local, que ahonde en más democracia, en más libertad, más inclusión y más tolerancia en medio de la diversidad. Allí, donde competencia y cooperación sean el híbrido, el equilibrio, que salve a la humanidad.
No puede fraguarse ni sostenerse una democracia basada en una patología iliberal, donde la posverdad se ensañe contra la democracia y sus valores. Porque la erosión democrática, en gran medida, está permeada por estas disfunciones, en este tiempo.
Dejemos que Manuel Arias Maldonado en su libro Posverdad y democracia nos ilustre “Alarmada por el efecto de la digitalización sobre la opinión pública: incremento de la desinformación, credibilidad del fake news, éxito del populismo…Desde este punto de vista, la democracia se encontraría hoy en peligro porque los ciudadanos han perdido la capacidad de distinguir la verdad de la mentira y los medios tradicionales han dejado de cumplir su función moderadora… La democracia se convierte en el escenario de una lucha de poder donde la deliberación racional es sustituida por la movilización afectiva y donde la verdad solo es uno de los disfraces de la mentira”.