Parece que un sector de la izquierda no sabe participar o teme aprovechar la democracia representativa, expresión de clase y política de un capitalismo tardío, como el nuestro. Lo expreso así, porque la libertad que conocemos es consecuencia del nivel de desarrollo de un sistema económico, político y social que apenas comienza a despegar en grande.
Una democracia que ha costado mucha sangre, sacrificios y lágrimas de nuestro pueblo, en especial de la izquierda. Desde la expedición del 1959, de Constanza, Maimón y Estero Hondo, la Revolución del 24 de abril 1965, hasta nuestros días, todos los intentos implementados se han limitado al espacio democrático dentro de un capitalismo incipiente.
Ese capitalismo tardío puede navegar en su democracia o en dictadura. Nuestro país ha pasado por esos procesos transitorios, también América Latina y el Caribe, con excepción, merece un tratamiento especial, de Cuba. Los clásicos de la teoría revolucionaria han recomendado aprovecharlo al máximo, llegando a atreverse a participar en los más corruptos y perversos parlamentos. Llegan tan lejos, cuando afirman: el que no aprovecha la democracia, no sabe luchar por el socialismo.
Las dictaduras quedaron atrás, aprovechemos la democracia. Aquellos momentos de intensas y radicales luchas sirvieron para templar la firmeza ideológica y política; sin embargo, quedamos atrapados en un mundo ficticio por nuestras limitaciones en el pensamiento, al estudiar nuestra realidad y buscar soluciones objetivas.
Hay que aprender a lidiar en democracia, sin contaminarse; concentrarse en organizar y educar a la población y los trabajadores y utilizar todos los escenarios para poder avanzar. Sin quedarse en el pasado, porque ahí si es triste, tanto afanar para morir en la orilla.
Lamentablemente, los compañeros y camaradas del alma se han acostumbrado al látigo de la represión, persecución, encarcelamiento y muertes, sin olvidar el exilio. Se encuentran extraños, caminados por las calles de Dios, sin el peligro de ser perseguidos y apresados. Es más, creen que viven en otro país cuando en las manifestaciones son acompañados, conversando, por los organismos represivos, no pierden su esencia, del Estado. No se dan cuenta, que el mundo ha cambiado, de que disfrutan un nuevo ambiente como resultado de su lucha y no saben aprovecharlo.
Es necesario pasar balance del pasado, sin olvidarlo, y estudiarlo con espíritu crítico y autocrítico, en forma creadora, sin anteojera ni fuete. Observar los fenómenos dialécticamente, de manera multilateral, para poder conectar con una realidad que nos da en las caras, con las dos manos. Y eso nos dice: hay que caminar, sin inventos, por el tránsito democrático que recorre, desde hace mucho tiempo, América Latina y el Caribe.
El proceso electoral es un episodio de lucha como el sector popular, social, campesino, laboral, etc. Son espacios, guardando sus interioridades, que pueden ser aprovechados combinándolos inteligentemente para la causa revolucionaria. Quedarse fuera de las elecciones conviene a los conservadores y políticos corruptos que tienen una población votante a su merced.
La participación electoral de la izquierda, hasta ahora, ha sido pírrica, porque su incursión tímida y plegada a partidos conservadores y corruptos, doblega el entusiasmo y el espíritu rebelde. Ha llegado el momento de vencer la falta de confianza y firmeza a la hora de ejercer el voto con conciencia revolucionaria. La coyuntura es propicio para ir calentando los motores alrededor de una amplia alianza, Pacto Político, de organizaciones y personas progresistas, democráticas y de izquierda que sea capaz de reverdecer la esperanza traicionada, por décadas, por los negociantes de la política.
Se acabó la mala maña de votar por el PLD y sus dos versiones corruptas, Danilo y Leonel, y por el PRD, hoy PRM, de Abinader e Hipólito. La salida es evadir la trampa conservadora y corrupta y llevar al pueblo al progreso en forma saludable. Trabajar la unidad, como dice Manuel Salazar: “con la delicadeza y cuidado que trabaja el orfebre”.
Creer falsamente que los revolucionarios no deben aprovechar la democracia, los procesos electorales ni ejercer el derecho al voto que sirva a los intereses de la revolución, sin camuflaje, es un error imperdonable. Se puede votar si las condiciones lo permiten, sin buscar cinco patas al gato. Desafío que hay que vencer paciente, insistente y de manera firme. Con entusiasmo, empecemos a caminar con inteligencia, independencia y las características positivas que identifican a los revolucionarios.