“El peligro de participar en la democracia capitalista consiste en que puede caer rendido como una guayaba podrida; pero, hay que jugársela".
Con el despertar de la izquierda -aquí están en eso-, en la región se respira un aire agradable, lleno de expectativas y muy esperanzador.
Las experiencias acumuladas, vista con espíritu crítico y creador, sirven para renovar, con entusiasmos, proyectos políticos anquilosados, anclados en el pasado.
El ejercicio de la política es muy delicado, se nutre de la realidad para mantener vigencia. El pasado es un pasado histórico que se aprovecha para sacar lecciones enriquecedoras. El que se queda en el ayer no podrá observar las luces del presente y ver los destellos del
futuro. Porque el tiempo no se detiene, continua su agitado curso; arrastrándonos, sin darnos cuenta.
El mundo ha cambiado, lo he repetido mil veces, modificando casi todas las actividades de los seres humanos, especialmente la forma de ejecutar el trabajo político. Para que me entienda: el capitalismo ha entrado en una etapa de invención científica y tecnológica, renovación y expansión que ha revolucionado la manera de producir bienes y servicios.
Por consiguiente, el que no se ubica ni se coloca justamente en el carril de avanzar con el tiempo queda atrapado en el pasado, andando de espaldas al presente: sosteniendo ideas desligadas de la realidad, empecinándose en posiciones irrealizables y soñando con ideas que
quedaron atrás.
Esos proyectos políticos que continúan en el pasado no podrán observar con objetividad los cambios que se han producido en el capitalismo, pero tampoco los avances que muestran los países que giran alrededor de ideas revolucionarias para no quedarse atrás. El capital reproduce, aunque usted no lo crea, su propia semilla y la siembra que germinará en su seno para su reemplazo.
Levantar la lucha por la democracia y su profundización permite avanzar en un nuevo escenario, incentivando los conflictos de clases, reconquistar y ampliar derechos civiles y políticos, entre otras cosas. Cada quien tiene que asumir su responsabilidad, sin
torpedearla, para danzar acorde, sin desafinar, con el tiempo. Rehuir al compromiso histórico es una manifestación clara, precisa y contundente de los resabios del pasado, ante el avance indetenible del futuro.
Hay que modificar la manera injusta y privilegiada de redistribuir las riquezas producidas por la sociedad; no llegan a la población, se quedan en los bolsillos del grupo social dominante. De ahí que los revolucionarios no deben mantenerse al margen del proceso democrático,
tienen que participar, con identidad propia, diferenciándose de los corruptos y de la derecha, si vacilación alguna.
La revolución sigue siendo el norte a seguir. Aunque la palabra y el sentido la quieren sepultar, pero jamás podrán, bajo cualquier subterfugio.
Involucrarse en la etapa democrática no significa cruzar con todo y ropa a la acera del frente; por el contrario, se participa con cuidado en democracia, sin olvidar la lucha de clases, para
alcanzar las metas inmediatas y avanzar hacia los objetivos estratégicos.
El que quedó atrás está preso por la guardia de Mon. Los nuevos tiempos cruzan sobre su cabeza, sin inmutarse. Hace tiempo que hemos entrado en la democracia representativa, desde el siglo pasado y cuidado. La tarea de los revolucionarios se circunscribe en
aprovechar, participando en ella, el proceso democrático, impulsando una corriente renovadora que se involucre en la dinámica de la sociedad, con sus ideas apegadas a la realidad, presencia física y propuestas puntuales, sin inventar.