en el libro que estamos analizando de Juan Bosch la cuestión de la táctica y la estrategia, y la de un proyecto de liberación nacional o un proyecto socialista, son el meollo del asunto que le ocupa. Escritos los textos que componen la obra a inicios de los años 80 del siglo pasado (el libro salió en 1983, pero sus textos fueron elaborados desde el 1978 en adelante), es comprensible que la posibilidad de avanzar hacia el socialismo una sociedad como la nuestra fuera un tema relevante y sobre todo con el ejemplo cubano tan cerca. El acceso al Poder Ejecutivo del PRD en el 1978, con el respaldo del gobierno norteamericano de James Carter, el triunfo de la Revolución Sandinista en 1979 y el impulso del Frente Farabundo Martí en El Salvador, era un escenario que permitía ilusiones. Todavía la URSS era la URSS, bajo los liderazgos sucesivos de Brézhnev, Andropov y Chernenko, en ese primer lustro de la novena década del siglo XX. La posibilidad de un Gorbachov no era imaginable en ese momento…y estaba tan cerca.

Tal como hemos presentado en las últimas entregas Bosch explica en esta obra los motivos por lo que el camino político correcto en ese momento era el de liberación nacional y no la apuesta por una revolución socialista, ni un programa socialista de cara a las elecciones. El PLD había acudido a las elecciones del 1978 y obtenido unos 18 mil votos y se encontraba en una faena intensa de cara a las elecciones del 1982 para ampliar su votación, y lo logró multiplicando por 10 sus votos, obteniendo unos 180 mil votos, un triunfo electoral sin parangón en la historia de nuestra democracia, únicamente comparable con el hecho de que cuando Bosch regreso al país en octubre del 1961 prácticamente nadie del pueblo lo conocía y 14 meses después, el 20 de diciembre del 1962, ganó las primeras elecciones democráticas de nuestro país con un 60% de los votos.

Si el proceso político de Fidel Castro desde el asalto al Cuartel Moncada (el 26 de julio del 1953) hasta la llegada de la invasión norteamericana -con tropas cubanas- en Playa Girón (15 de abril del 1961) se inscribía en un revolución de liberación nacional, no era sostenible ese derrotero una vez una de las dos potencias que controlaban el mundo agredía con tanta fuerza y desde tan cerca a la naciente revolución cubana. Por eso afirma Bosch: “…al terminar la batalla de Playa Girón la revolución de liberación nacional cubana había pasado a ser una revolución proletaria. Quien la proclamó como revolución proletaria fue el propio Fidel Castro, que lo dijo en un discurso el día 16 de abril” (Bosch, v. XIV, p. 117) Ese “paso” hacia una revolución proletaria no implicaba que en Cuba existieran más obreros que enero del 1959, ni que se comenzaran a aplicar medidas económicas o sociales diferentes a las ejecutadas en esos dos años y meses de gobierno revolucionario, la diferencia fundamental era que Cuba pasaba a guarecerse bajo la sombrilla militar de la URSS para evitar otra acción semejante a la Playa Girón de parte del Departamento de Estado de Estados Unidos y se hizo evidente ese movimiento cuando a un año y meses después se estaban instalando misiles nucleares soviéticos en territorio cubano apuntando hacia Estados Unidos.

Pero los conflictos entre Estados Unidos y Cuba comenzaron mucho antes que Playa Girón. Cuando Fulgencio Batista que había sido presidente constitucional de Cuba en el periodo 1940-1944 decide destruir la democracia cubana el 10 de marzo del 1952. No es correcto señalar que lo hizo con el respaldo o el beneplácito de los Estados Unidos, evidencias no hay, pero sí es cierto que el 27 de marzo del 1952 la potencia del norte reconoció el gobierno de facto, es decir, a poco más de dos semanas de ocurrido el crimen contra la democracia cubana, los Estados Unidos lo aceptan como el gobierno cubano.

El golpe de Batista fue para impedir que se celebraran las elecciones de ese año. Las elecciones de 1952 estaban pautadas para el 1 de junio y al momento del golpe, el 10 de marzo, los análisis políticos le daban como posible ganador a Roberto Agramonte, candidato del Partido del Pueblo Cubano (ortodoxos), cuyo líder y fundador Eduardo Chibás se había suicidado en 1951. Batista, como candidato, no tenía posibilidades reales de obtener el apoyo popular. Fidel Castro aparecía en la boleta de los ortodoxos como candidato a la Cámara de Representantes del Congreso cubano por una circunscripción de La Habana.

Ese golpe de Estado y el respaldo de Estados Unidos 17 días después cambiaría la historia de Cuba, de América Latina y hasta del mundo, si tomamos en cuenta que la crisis de los misiles de octubre del 1962 se le considera el punto más álgido de la Guerra Fría que estuvo a punto de extinguir la vida humana en nuestro planeta por una hecatombe nuclear.

Aunque el golpe de Batista y el reconocimiento de los Estados Unidos al asesinato de la democracia cubana ocurrió en las postrimerías del gobierno de Harry S. Truman, todo el resto del proceso, desde el asalto al Cuartel Moncada hasta los conflictos iniciales entre Estados Unidos y Cuba una vez el Movimiento 26 de julio tomó el poder, ocurrieron durante la administración de Dwight D. Eisenhower, y será él quien dejará el plan de invasión a Cuba armado a la siguiente administración, la de John F. Kennedy. Que Kennedy tomara el poder el 20 de enero del 1961 y que el 15 de abril del mismo año, menos de tres meses, llegaran las primeras tropas invasoras a Cuba, y que en menos de 65 horas fueran derrotadas por las tropas revolucionarias cubanas fue un grave revés para la naciente administración que había llegado al poder con una imagen amigable hacia América Latina.

Juan Bosch recupera parte del discurso de Fidel Castro al siguiente día de la invasión de Playa Girón: “Eso es lo que no pueden perdonarnos, que estamos ahí, en sus narices, ¡y que hayamos hecho una revolución socialista en las propias narices de los Estados Unidos! ¡Y que esa revolución socialista la defenderemos con el valor con que ayer nuestros artilleros aéreos acribillaron a balazos a los aviones agresores! … ¡Compañeros obreros y campesinos, ésta es la revolución socialista y democrática de los humildes, con los humildes y para los humildes!” (Bosch, v. XIV, p. 117). Por supuesto que los vínculos de la Revolución cubana con la Unión Soviética venían de antes del 1961, pero el intento fallido de Estados Unidos de invadir a Cuba fue un escenario ideal para que Fidel Castro proclamara que se cobijaba bajo la esfera ideológica de la URSS para enfrentar a un enemigo tan poderoso y tan cercano como los Estados Unidos.