En el esfuerzo de Juan Bosch por explicar la razón que le había llevado a construir una fuerza política de liberación nacional en lugar de un partido comunista, analiza el proceso de Cuba con Fidel Castro, que lo conocía mejor que nadie en la Rep. Dom de finales del siglo XX. A sus ojos Castro fue un verdadero maestro de la táctica y la estrategia, un auténtico político y jefe militar. Hay que recordar que ya en 1947, cuando la expedición de Cayo Confites, Bosch y Castro se conocían.
Si la guerra de guerrillas contra el dictador Batista se llevaba a cabo en la Sierra Maestra y avanzaba paulatinamente hacia el occidente, hacia La Habana, en otros puntos fuera de Cuba se llevaban acciones políticas de gran envergadura mediante alianzas y rupturas. En noviembre del 1957 ocurrió un encuentro en Miami entre representantes de varias fuerzas políticas cubanas que impulsaba un condicionamiento del proceso donde claramente se percibía la influencia de los Estados Unidos, aunque un miembro del 26 de julio participó, no lo hizo con la legitimidad de ser representante del movimiento y al mes siguiente Fidel mismo se distanció de ese acuerdo.
En julio del 1958 el movimiento 26 de Julio sí participó en un acuerdo en Caracas. Ya en ese momento era previsible para la guerrilla que la capacidad defensiva de la tiranía batistiana se iba derrumbando. “…el 26 de Julio firmaba en Caracas un pacto con numerosas organizaciones políticas y personalidades de todas las tendencias excepto los partidarios de que la lucha contra la dictadura batistiana se llevara a cabo mediante elecciones, que eran el Partido Socialista Popular, los auténticos de Grau y un grupo dirigido por Carlos Márquez Sterling. Entre los que firmaron ese pacto estaban Carlos Prío Socarrás, José Miró Cardona, Antonio de Varona, Ángel Cofiño, José Pardo Llada, Justo Carrillo, la mayoría de los cuales han muerto en el exilio” (Bosch, v. XIV, pp. 114-115). El grupo aglutinaba grupos muy diversos y que previo al golpe de Estado de 1952 nunca se hubiesen reunido. Los PSP que había ido de aliados con Batista en el 1940, los del PRC auténtico, a quien Batista había derrocado y por supuesto Fidel y el 26 de julio provenientes de los ortodoxos de Chibás que habían salido del PRC por corruptos y que la mayoría consideraba ganadores de las elecciones que Batista malogró.
El comentario final de Bosch es relevante, esa alianza no avanzó más allá del triunfo de la guerrilla en enero del 1959 y paulatinamente casi todos fueron abandonando Cuba durante los primeros tres años de la revolución.
¿Cuál era el fundamento de ese acuerdo en la capital de Venezuela? “Un gobierno provisional de poca duración “que conducirá al procedimiento plenamente constitucional y democrático…un plan para garantizar el castigo de los culpables… los derechos de los trabajadores, el cumplimiento de los compromisos internacionales… y el progreso económico y político del pueblo cubano” (Bosch, v. XIV, p. 115). Los matices que cada uno de los firmantes entendía de lo firmado se expresaron una vez se tomó La Habana y la ruptura se inició paulatinamente. No obstante Bosch destaca un hecho relevante sobre el reconocimiento del liderazgo de Castro: “…se le reconoció a él (a Fidel) la jefatura militar que ejercía de hecho en toda Cuba y la presidencia provisional de la República en el Gobierno que iba a formar la revolución tan pronto triunfara al Dr. Manuel Urrutia, que no tenía antecedentes políticos partidistas conocidos pero que era el candidato de Castro para ese cargo” (Bosch, v. XIV, p. 115). Castro no era únicamente de hecho el líder de la revolución, también era reconocido por los ortodoxos, los auténticos y los comunistas como tal. Esa legitimidad era relevante a la hora de alcanzar el poder del Estado.
Efectivamente Bosch destaca como a la hora del triunfo Fidel tenía claro lo que había hecho y el proceso que dirigía. “Fidel Castro llegó a La Habana el día 8 de enero de 1959. El pueblo habanero lo aclamaba como no lo había hecho ni siquiera con los héroes de la guerra de 1895 (…) esas aclamaciones, que tenían el significado de un plebiscito descomunal mediante el cual se le concedía una autoridad política prácticamente ilimitada, no sacaron de quicio al joven vencedor de las fuerzas militares batistianas, como lo demuestra el hecho de que en ningún momento cometió el error de olvidar que lo que él encabezaba era una revolución de liberación nacional, no una revolución proletaria” (Bosch, v. XIV, pp. 115-116). La perspectiva de largo plazo, la visión estratégica, estaba clara en la mente de Castro y se expresaba en sus acciones. No todo lo que iba a ocurrir dependía de él, ya que ese proceso de liberación nacional tenía grandes enemigos entre sus aliados, los batistianos derrotados y el imperialismo norteamericano. Sortear los obstáculos que vendrían demostraría también su gran habilidad táctica.
Afirma Bosch, a inicios de la década de los 80 del siglo pasado, una conclusión del caso cubano al momento del triunfo de la revolución. “Esa revolución de liberación nacional podía acabar transformándose, en el curso de su desarrollo, en una proletaria, pero en ese momento era de liberación nacional y no podía ser otra cosa” (Bosch, v. XIV, p. 116). Un pequeño guiño a sus amigos del PCD y de la izquierda.
Los procesos históricos, si son dirigidos por líderes capaces deben tener un ojo en el horizonte y otro en el camino que se pisa.