En el artículo anterior comentaba el tema de las becas hacia los países socialistas que promovía el PCD en los años 70 y 80. Mientras que para los dirigentes del partido comunista esa actividad adelantaba la formación de futuros profesionales que necesitaría el Estado una vez lograda la transformación hacia el socialismo en República Dominicana, para Bosch era una política típica de pequeños burgueses que estaban más interesados en reproducirse socialmente que movilizar la clase obrera hacia una revolución comunista. Nuestro autor es incisivo en ese punto: “Es muy raro que uno de esos estudiantes reclutados en los pasillos de la UASD sea militante o simpatizante del PCD, pero la dirección de ese partido cree que los favorecidos con viajes de estudios a la Unión Soviética quedan convertidos automáticamente en cuadros marxistas-leninistas, y no se da cuenta de que la naturaleza social de un profesional pequeño burgués que ejercerá su profesión en un medio capitalista, y sobre todo en un medio capitalista de escaso desarrollo, llevará a la mayor parte de ellos hacia otras direcciones. Ahora bien, al distribuir becas de estudios en la forma en que lo hace, la dirección del Partido Comunista Dominicano se reproduce a sí misma dado que ella está compuesta por pequeños burgueses que siguen alimentando ideas y aspiraciones pequeñoburguesas” (Bosch, v. XIV, pp. 111-112). Evaluar el resultado de esas becas es complejo, porque no hubo tal revolución socialista, por una parte, varios de los graduados terminaron migrando hacia Estados Unidos, sobre todo los de áreas de ciencias, y los que regresaron al país se integraron al medio profesional dominicano.

Sin pretender hacer una comparación vis a vis, Estados Unidos tiene un programa de becas profesionales para estudiantes de prácticamente todo el mundo, a partir del final de la Segunda Guerra Mundial. Ese programa es conocido por el apellido del congresista que lo ideó: Becas Fulbright. Usualmente los egresados de ese programa guardan cierto afecto hacia la sociedad norteamericana y sus programas académicos, pero conozco muchos casos donde el juicio crítico hacia las políticas norteamericanas no ha mermado, incluso en un caso dicho espíritu crítico surgió precisamente en la universidad norteamericana donde estudió.

En su texto Bosch regresa a la perspectiva de Fidel Castro en los años 50, sobre todo durante la insurgencia guerrillera que derrocó a Fulgencio Bautista. En una entrevista que le hacen a Fidel en Sierra Maestra y publicada por el New York Times él señala: “Puede estar seguro de que no tenemos ninguna animosidad hacia los Estados Unidos y el pueblo (norte) americano… estamos luchando por una Cuba democrática y por el final de la dictadura. No somos antimilitaristas… porque sabemos que los soldados son (hombres) buenos y que también lo son muchos de sus oficiales” (Bosch, v. XIV, pp. 112-113). Para Fidel su lucha era contra la tiranía de Batista y la vuelta a la democracia, sobre todo el retorno de la Constitución de 1940, y no en contra de Estados Unidos, ni siquiera en contra de los militares cubanos. La lucha en Sierra Maestra era esencialmente un proyecto de liberación nacional, que había surgido cuando Eduardo Chivás rompió con el PRC-A y fundó el 15 de mayo de 1947 el Partido del Pueblo Cubano.

La entrevista que salió en el New York Times fue de la autoría del periodista Herbert Matthews y Bosch destaca la comunicación visual que generaba la foto que le acompañaba. “Esas palabras -las que cité en el párrafo anterior- formaban el núcleo central de las que The New York Times puso a correr por el mundo en el reportaje que había escrito Matthews, el cual fue publicado junto a una foto muy difundida del periodista y Fidel Castro. En las manos de Fidel se veía, en esa foto, un fusil telescópico cuyo cañón apuntaba hacia el cielo, y sin duda que ese cañón difundía un mensaje mucho más efectivo en la tarea de ganarle adeptos a la guerrilla de la Sierra Maestra que todo lo que pudiera decir Matthews en su artículo, detalle en el que seguramente no se fijaron entonces los partidarios a rajatablas del ideologismo supuestamente revolucionario” (Bosch, v. XIV, p. 113). Es indudable que la visión de Fidel en el momento de esa entrevista era muy diferente a la que expresó en pleno proceso defensivo frente a la agresión de Bahía de Cochinos. Semejante le ocurrió a Bosch, su visión de Estados Unidos y la democracia fue muy diferente durante su gobierno de 1963 a la que tuvo el 28 de abril del 1965.

Fidel Castro llegó en el Granma a las costas cubanas con el proyecto democrático del Partido del Pueblo Cubano, articulado en el Movimiento 26 de Julio. La agenda era básicamente de liberación nacional, fueron las circunstancias de los hechos del 17 al 20 de abril del 1961 lo que empujó a Fidel y el liderazgo de la revolución cubana a cobijarse bajo la protección de la Unión Soviética y poco después de un año, en octubre del 1962, a empujar la defensa de Cuba con armas nucleares soviéticas. Luego de eso no había vuelta atrás.

Afirma Bosch sobre la ideología de Fidel en Sierra Maestra: “Fidel Castro no habló en esa ocasión -en la entrevista con el New York Times- ni siquiera del imperialismo, cosa que le reprochó el Partido Socialista Popular, que por su lado tenía razón cuando decía que en la lucha contra la dictadura batistiana había que unir a obreros, campesinos, pequeña burguesía y burguesía nacional, y en ningún momento se refirió a la necesidad de que el joven líder del Movimiento 26 de Julio se definiera ideológicamente” (Bosch, v. XIV, p. 113). Más que una revolución socialista, la cubana fue una revolución contra la dictadura de Batista, la recuperación de la democracia y políticas sociales como la reforma agraria, la nacionalización de los sectores económicos más importantes y la alfabetización como paso previo a la inversión a la educación, y por supuesto la salud. La incapacidad del Departamento de Estado de Estados Unidos de entender ese fenómeno radicalizó el proceso y generó el bloqueo que todavía existe en la actualidad.