Definir la liberación nacional como teoría política es complejo. Bosch asumió esa tarea en el libro que vengo comentando. No todos los movimientos o partidos que se autodenominan de liberación nacional responden a la concepción implícita en su título. “…en algunos países de la región del Caribe, como son Guatemala y Costa Rica, hay partidos llamados de Liberación Nacional que no se diferencian en nada de los tradicionales al estilo del Liberal y el Conservador de Colombia, o de los que se hacen llamar social-demócratas —esto es, socialistas, si bien agregan a esa palabra la de democráticos—, como el PRD de nuestro país, cuyos líderes hablan un lenguaje revolucionario pero son sirvientes de burguesías nacionales retrógradas y lacayos vergonzantes de todos los gobiernos norteamericanos” (Bosch, v. XIV, p. 95). Un correcto análisis debe trascender las etiquetas para auscultar la verdadera naturaleza de dichas organizaciones. El PLD, al ser fundado por Bosch en 1973, buscaba impulsar un auténtico proyecto de liberación nacional, hoy día lo que queda es una organización electorera y reaccionaria, al servicio de la corrupción de sus principales dirigentes.
Históricamente los movimientos y partidos de liberación nacional, con o sin esa denominación, pueden ser ubicados desde el inicio del siglo XX, pero con mayor fuerza después de la Segunda Guerra Mundial, y abarca a todo el planeta. Afirma Demetrio Boersner en su artículo Marx, el colonialismo y la liberación nacional que: “…los más destacados creadores del proyecto tercermundista – los dirigentes de la revolución mexicana, Gandhi, la corriente aprista-socialdemócrata latinoamericana, Nehru, Sukarno, Nasser, Nkrumah – todos sin excepción rechazaron al marxismo-leninismo dogmatizado y buscaron una síntesis entre ciertas enseñanzas del socialismo occidental y otras de su propia tradición nacional y cultural” (Nueva Sociedad, #66, mayo-junio 1983, p. 81). Y es dentro de esa amplia y compleja variedad de movimientos, revoluciones y partidos políticos que Juan Bosch asumió a partir de abril de 1970 intentar reformar el PRD y posteriormente fundó el PLD.
Un caso significativo fue el Viet Minh, fundado en 19 de mayo de 1941 para liberar a Viet Nam de la dominación imperialista, primero la francesa y luego la estadounidense, hasta que lo logró en 1975. El Viet Minh dio paso en 1960 al Frente Nacional de Liberación, que a su vez creó al Vietcong. Su gran líder fue Ho Chí Minh, quien en vida no pudo ver la liberación de su patria unificada, pero que debido a la calidad política y militar de sus dirigentes lograron el objetivo. Señala Juan Bosch que: “…los partidos comunistas del Tercer Mundo no pueden llevar a cabo luchas de liberación nacional porque su condición de partidos de la clase obrera limita de manera determinante su capacidad para aglutinar las diferentes fuerzas sociales que intervienen en ese tipo de luchas. Eso lo supieron o lo adivinaron a tiempo Ho Chi Minh, Fidel Castro, Carlos Fonseca Amador y Mengistu Haile Mariam” (Bosch, v. XIV, p. 97) No es posible desde una perspectiva marxista, que entiende que las sociedades (las más desarrolladas en términos capitalistas) están divididas básicamente entre burgueses y proletarios, lograr la liberación de dichos pueblos, porque en los casos mencionados no ocurre esa división entre burgueses y proletarios por el escaso desarrollo capitalista y que la tarea más urgente es lograr la liberación de sus pueblos del dominio de la burguesía imperialista y construir un Estado Nación, incluso una burguesía nacional, que permita alcanzar el desarrollo y la soberanía plena.
Sigue argumentando Bosch sobre el caso de Viet Nam: “Además del Viet Minh, que operaba en Viet Nam del Norte, en Viet Nam del Sur se creó el Frente de Liberación de Viet Nam del Sur, que al quedar organizado en diciembre de 1960 hizo público un manifiesto en el que llamaba a la unión de los obreros, campesinos y trabajadores de la zona sur de Viet Nam; a los intelectuales, a los industriales y comerciantes, a las minorías nacionales, a los soldados y oficiales (de los ejércitos del Sur) que fueran patriotas; a los jóvenes y las jóvenes, a los vietnamitas que residían en países extranjeros, y nada menos que a las personas notables, lo que equivalía a decir mandarines o nobles del reinado de Bao Dai” (Bosch, v. XIV, p. 98). En esos términos los únicos excluidos eran los burgueses y pequeños burgueses dependientes de los intereses imperialistas.
El Departamento de Estado de Estados Unidos y el Pentágono erraron completamente en su análisis político y militar al pretender que enfrentaban a organizaciones comunistas en Viet Nam y que la población los rechazaba. De hecho Estados Unidos se sumió en una orgía de sangre y violencia en Viet Nam bajo el cálculo de la Guerra Fría de que debía impedir que esa nación entrara en la orbita soviética, igual pasó en Cuba y actualmente ocurre en Ucrania, donde han impedido una y otra vez un arreglo pacífico entre Ucrania y Rusia, y respaldan en Ucrania a sectores fascistas. Hay como telón de fondo, ya lo analizó Bosch en su obra el Pentagonismo sustituto del Imperialismo, que son los intereses del sector industrial-militar que había sido denunciado por el presidente Eisenhower al terminar su presidencia. Siempre que se respalda la construcción de armas y bombas se demanda la creación de guerras para darle salida a la producción de instrumentos bélicos.
Como auténtico movimiento de liberación nacional lo que ofrecía en Viet Nam era: “¡Paz, Independencia, Democracia! ¡Arroz y ropa! ¡Reunificación del país! Esas son nuestras aspiraciones, las más profundas y las más apremiantes” (Bosch, v. XIV, p. 99). ¡Y lo lograron! Hoy día Viet Nam es una nación con alto nivel de desarrollo, valiéndose de criterios capitalistas, pero bajo la dirección de un liderazgo político -semejante al Chino- que garantiza la soberanía y promueve políticas de desarrollo para toda su población. Un detalle asombroso es que todos los presidentes de Estados Unidos que ha visitado Viet Nam luego de ser derrotados por ese pueblo, se toman fotos con la imagen de Ho Chi Minh al fondo. Y aunque muchos norteamericanos siguen creyendo que Estados Unidos no perdió esa guerra, sobre todo por la propaganda ideológica de Hollywood, los vietnamitas no hubiesen alcanzado el progreso actual si no hubiesen sacado a los norteamericanos de su territorio.