Bosch insistió en varias de sus obras sobre la naturaleza burguesa de Estados Unidos desde su nacimiento. Contrario a los países capitalistas europeos que tuvieron un periodo feudal y una transición compleja hacia el modelo burgués, donde todavía en algunas de dichas sociedades hay monarquías que ocupan la jefatura de varios Estados, con poderes muy limitados, no fue así en Estados Unidos. “…desde el primer momento el Estado quedó organizado sobre las bases de una sociedad capitalista en la que, como explicó Engels, no había habido en ningún momento la menor traza de un pasado feudal. Es ahí, en los orígenes social y económicamente saludables, desde el punto de vista histórico, donde hay que ir a buscarle explicación a la estabilidad del Estado norteamericano, una estabilidad que no ha sido perturbada ni siquiera por un complot de tres personas que se hayan puesto de acuerdo para dar un golpe de Estado contra el gobierno establecido, lo que de ninguna manera tiene relación con las decisiones personales de quienes han resuelto matar a tres presidentes de la República”. (Bosch, v. XIV, pp. 49-50) Estabilidad que supo incluso enfrentar los intentos golpistas de un presidente en ejercicio como lo hizo Trump. Y por lo visto deberemos esperar años, si no es décadas, para conocer a fondo todo lo que ocurrió ese 6 de enero del 2021 y los días, semanas y meses precedentes. De ese señor Trump si Bosch tuvo alguna vez noticias en vida fue por su fortuna, sobre todo en el sector hotelero.

El esfuerzo de Bosch en explicar esa relación entre el modelo económico capitalista y el sistema político democrático representativo, siguiendo coordenadas metodológicas del marxismo, lo señala como un pensador digno de tomar en cuenta no solo a la hora de comprender la sociedad dominicana, sino la historia del Caribe y del mundo. El caso de República Dominicana no fue el único en que mostró un genio profundo en entender las realidades económicas, políticas y sociales de su tiempo, y por eso tuvo muchos enfrentamientos con autores que tendían a ser fundamentalistas en la lectura de Marx. “…en una sociedad como la dominicana, exponer una tesis como la que vertí en la serie de artículos titulados “Capitalismo y democracia” equivale a provocar una polémica, porque para los teóricos marxistas de nuestro país decir algo que no fue dicho por Marx o por Engels es una herejía, como fue herejía mantener que fuimos una sociedad precapitalista hasta hace poco más de cien años, pues si habíamos sido precapitalistas durante 380 años tuvimos necesariamente que vivir en el sistema feudal, y no fue así”. (Bosch, v. XIV, p. 50) Y es que en nuestra sociedad, fruto del aislamiento intelectual a que nos sometió el trujillato -entre otros males de dicha dictadura- las humanidades y las ciencias sociales brotaron en los años 60 y 70 con deformaciones graves que todavía arrastramos. El tema del marxismo, ya en desuso, provocó estériles discusiones de folleto carentes del contexto amplio, culto y complejo de donde se elaboraron esos textos. En el lado opuesto, muchos de los historiadores arrastraron la perversión del antihaitianismo trujillista y nuestros manuales de historias son en muchas ocasiones panfletos chovinistas sin un ápice de calidad académica. El caso de Ramiro Matos en la ADH es un botón del atraso de dicha disciplina y las agendas no académicas de quienes empujaron esa inclusión insensata.

Bosch padeció en carne propia el ambiente intelectual atrasado de nuestra sociedad al retornar en 1961 y el cáncer cultural de mentalidades que creían que había gente “de primera” y el resto era chusma, la envidia como expresión de las limitaciones para la movilidad social, y la divulgación de rumores y difamaciones ante la incapacidad de debatir ideas o enfrentar a quienes piensan diferente en la plaza pública con buenos argumentos. La dictadura creó tal mentalidad con tanta fuerza que todavía en el presente seguimos viendo expresiones de ese tipo normalizadas.

Frente a las tonterías que intelectuales de ambos extremos ideológicos pontificaban -y lo siguen haciendo- sobre cuáles eran las bases históricas de los Estados latinoamericanos y sus sociedades, Bosch esclarece ese punto con precisión. “El precapitalismo dominicano, como el de la totalidad de los países de la América Latina, se debió no a la existencia de un modo de producción anterior al capitalista sino al hecho de que la sociedad nacional fue establecida por el Estado español a su imagen y semejanza cuando España no tenía aún desarrollo capitalista ni disponía de los medios indispensables para reproducirse en nuestra tierra de manera cumplida, , tal como era allá, en esa península europea de donde salieron los descubridores y los conquistadores”. (Bosch, v. XIV, pp. 50-51) Cuando algunos afirman nuestros vínculos con España, y a veces con orgullo, no es a la España contemporánea, capitalista, democrática, diversa, sino a lo que fue en el siglo XVII o XVIII, atrasada, autoritaria, e indiferente al destino del pueblo que vivía en esta isla como varias veces lo demostró. Leyendo y escuchando a algunos hispanófilos criollos se nota su admiración por el franquismo -y su filiación con el trujillismo- y una aberrante seducción por una monarquía que debió desaparecer hace dos siglos.

Destaca Bosch como el Estado español que nos invadió a partir del siglo XV destruyó en su seno las posibilidades de desarrollarse en términos capitalistas con las expulsiones de judíos y moriscos, y la represión de los Comuneros, “…la mayoría de ellos agricultores y artesanos, lo que equivale a decir gente con capacidad productiva, de manera que en apenas un siglo el Estado español echó fuera de su territorio a cerca de medio millón de personas que sin la menor duda habrían sido necesarias para que el país entrara en una etapa de desarrollo capitalista.” (Bosch, v. XIV, p. 51). Por eso no es de extrañar que todavía en el presente en nuestra sociedad no hemos dado el salto que requerimos para superar la condición de un país de renta media, ya que muchos de los políticos y comunicadores, y hasta cientistas sociales, piensan a la manera feudal, más cercanos a la mentalidad de la España de Carlos V, que de los revolucionarios burgueses que fundaron a los Estados Unidos. Seguimos con un modelo rentista y nuestra democracia se hunde en sus bases por carecer de una verdadera participación popular organizada. Al final caemos de nuevo con Bosch, si no hay verdadero capitalismo, no puede existir una verdadera democracia representativa. Vivimos atorados a medio camino sin encontrar como salir de este atolladero.