Al iniciarse la década de los años 70 del siglo XX, es decir, 20 años antes de que la Unión Soviética implosionara, los debates marxistas en América Latina, África y el extremo oriente se movían entre el voluntarismo armado para derrocar la elites locales y el imperialismo norteamericano, y los esfuerzos políticos por lograr transformaciones paulatinas a semejanza del socialismo democrático europeo. Por colocar ejemplos en ambos extremos, en 1975 Vietnam logra derrotar al ejercito de los Estados Unidos, pero dos años antes en Chile un gobierno democrático y con vocación socialista, el de Salvador Allende, fue derrocado con el patrocinio de los Estados para establecer una sangrienta dictadura. En la década anterior, en 1967, era asesinado el Che Guevara en Bolivia, y con él entró en cuestionamiento el modelo foquista, siendo el asesinato del Coronel Caamaño en 1973 una dolorosa demostración de que no había posibilidad de éxito con ese modelo de impulsar la revolución. En el Caribe el proyecto que triunfó durante la década de los 70 fue la Revolución Sandinista (1979), utilizando la modalidad de guerra popular prolongada y aprovechando la coyuntura de nuevos objetivos geopolíticos del Departamento de Estado de Estados Unidos para la región.

Una de las propuestas políticas surgidas después de la Segunda Guerra Mundial fue la Liberación Nacional. El esfuerzo de muchos pueblos asiáticos, africanos y americanos por alcanzar la formación de un Estado Nacional, desterrando las políticas neocoloniales y favoreciendo modelos económicos y sociales que impulsaran el desarrollo de sus sociedades, encontró en el concepto de Liberación Nacional una sombrilla teórica diversa y compleja. Por supuesto esos esfuerzos encontraron como terribles adversarios los intereses de las inversiones extranjeras en dichos países, y el escenario mundial que se fragmentó en dos grandes bloques, uno en torno a Estados Unidos y otro en torno a la Unión Soviética -la llamada Guerra Fría. Un ejemplo en la región fue el Golpe de Estado en Guatemala en 1954 que derrocó al gobierno democrático de Jacobo Arbenz Guzmán y que fue ejecutado por la CIA. En ese caso el detonante fue el esfuerzo de dicho gobernante de controlar el poder de la United Fruit Company en territorio guatemalteco.

En 1959 se articuló y llegó a territorio nacional el Ejército de Liberación Dominicana, bajo el mando de Enrique Jiménez Moya. Dicho ejercito fue formado por el Movimiento de Liberación Dominicano con el apoyo de los gobiernos de Venezuela y Cuba. Aunque las tropas trujillistas diezmaron en días a los expedicionarios, el impacto en la sociedad dominicana fue tan fuerte que a los pocos meses se formó en la clandestinidad el Movimiento 14 de Junio bajo el liderazgo de Manuel Aurelio Tavares Justo siguiendo los ideales del Movimiento de Liberación Dominicano.

Quince años más tarde el profesor Juan Bosch fundó el Partido de la Liberación Dominicana, en el contexto de los esfuerzos en varias partes del mundo de movimientos y partidos que perseguían emancipar a sus sociedades de las acciones del imperialismo y establecer políticas económicas y sociales que permitieran el desarrollo de sus pueblos. Una de las consignas de Bosch que más se divulgó a la hora de identificar al PLD fue que su objetivo era completar la obra de Juan Pablo Duarte. Una idea brillante, ya que ubicaba al nuevo partido en la dirección de la fundación del Estado Dominicano y con una agenda política, social y económica que se alimentaba con siglo y medio de logros, fracasos y anhelos del pueblo dominicano.

Como Bosch se había acercado al marxismo desde que partió a Europa en 1966, fruto de que la invasión de marines norteamericano el 28 de abril de 1965 lo convenció de que no era posible la democracia en República Dominicana, ni con el apoyo de los Estados Unidos, ni en contra de ellos, a su regreso en abril del 1970 varias de las organizaciones de izquierda dominicanas entendían que Bosch pasaba a ser el líder de la revolución socialista que tanto buscaban.

Es por eso que en su obra Capitalismo, democracia y liberación nacional decanta el tema en los siguientes términos: “En la República Dominicana hay gente que confunde a los partidos de liberación nacional con los partidos comunistas, y lo que es peor, hay comunistas que propagan la tesis de que un partido de liberación nacional es reaccionario o de derechas porque no es comunista” (Bosch, v. XIV, p. 95). Esto lo escribe Bosch entre la primera elección (1978) y la segunda elección (1982) en que participó el PLD. Su esfuerzo era buscar su espacio distante de las propuestas de revoluciones socialistas que pretendían muchos partidos políticos en América Latina por un lado, y no ser confundido con los partidos que respaldaban el modelo vigente de explotación y la acción del imperialismo -valiéndose del PRD como arquetipo- y explicando una y otra los motivos que le llevaron a abandonar dicho partido.

Para Bosch fue en cierta medida una sorpresa que el Departamento de Estado de Estados Unidos respaldaran el triunfo del PRD en 1978 de manera enérgica hasta lograr su aceptación por el aparato político-militar que representaba Balaguer y la cúpula militar trujillista. En términos teóricos lo obligó a repensar su giro hacia la izquierda en términos políticos y que intentó plasmarlo en dos textos claves: Dictadura con Respaldo Popular y el Pentagonismo sustituto del Imperialismo. Un supuesto básico de Bosch entre 1965 y 1978 era que Estados Unidos no permitiría el ascenso al poder de cualquier partido que no garantizara sus intereses, ni siquiera el PRD sin Bosch, y que por tanto Balaguer se mantenía como dicho garante. El PLD había acudido a las elecciones del 1978 con el único objetivo de darse a conocer por el pueblo dominicano y alcanzó unos 18 mil votos.