Juan Bosch enfatiza las diferencias entre la democracia presidencialista y la parlamentaria. Ambas formas de la democracia representativa o burguesa. Como nuestro modelo es presidencialista conocemos bien su funcionamiento, pero a veces hay confusión con las democracias parlamentarias. Por ejemplo, el hecho de que en una democracia parlamentaria ocurran cambios de gobierno sin que se celebren elecciones muchos no lo entienden, la razón es que los gobiernos en las democracias parlamentarias se forman por mayorías entre los parlamentarios electos.
Un buen ejemplo es lo que pasa en España en la actualidad donde hubo elecciones y quien obtuvo más votos fue Alberto Núñez Feijóo por el Partido Popular, pero no obtuvo mayoría, ni siquiera con el respaldo de VOX. Núñez Feijóo lleva par de meses intentando ganar el apoyo de otros partidos para alcanzar la mayoría y no lo ha logrado, su alianza con la extrema derecha hace temer a los partidos con perfiles autonómicos de que un gobierno del PP frenaría los avances de las Autonomías. Ahora le toca el turno a Pedro Sánchez, candidato del PSOE que quedó en segundo lugar pero que cuenta con los respaldos necesarios para repetir como gobernante. En caso de que eso no se logre el Reino de España estaría obligado a repetir elecciones.
Retornando al análisis de Bosch, él señala que la llamada democracia representativa no representa a la totalidad de la población, favoreciendo a la burguesía o a determinados grupos étnicos. Utilizando el caso de Estados Unidos él señala que: “Si analizamos la realidad norteamericana limitándonos a hacerlo desde el punto de vista racial, hallamos que la democracia representativa, establecida en los Estados Unidos por primera vez en la historia humana, no les garantizó el ejercicio de las libertades llamadas democráticas ni a los negros ni a los indios. Ahora falta que analicemos esa realidad desde el punto de vista social para saber si se lo garantizó a los blancos de todas las clases o sólo a la minoría que ha compuesto la cúspide del poder económico y político del país desde que quedó proclamada, el 4 de julio de 1776, la independencia de las trece colonias inglesas que iban a formar la primera república del mundo” (Bosch, v. XIV, p. 84). Esta realidad es tan palpable que aunque escogieron a un presidente negro, Barack Obama, la marginación de la población negra sigue vigente a lo largo y ancho de la Unión Americana. No solo están entre los más pobres de Estados Unidos, representan la mayor parte de la población presidiaria.
Algunos apelan a la Guerra de Sección (1860-1865) como contraejemplo de lo dicho porque al final de la misma se eliminó legalmente la esclavitud de los afroamericanos, pero tuvieron que esperar un siglo para que en los años 60 del siglo XX se les reconocieran sus derechos civiles, el acceso a la educación, al voto y la eliminación de su discriminación en las calles, los hoteles, los restaurantes y el transporte público. No obstante es la población más pobre.
Indios, negros, obreros, campesinos (incluso los blancos) y los latinos siguen en la escala más baja de la sociedad estadounidense. “…la democracia representativa de los Estados Unidos no les concedió derechos ni políticos ni sociales ni a los llamados sirvientes contratados que había en el país cuando éste se organizó como el “ejemplo más acabado de Estado moderno” ni a los que estuvieron formando parte de la sociedad norteamericana hasta bien avanzado el siglo XIX; tampoco se los concedió, hasta pasada la primera mitad de este siglo, a los esclavos y sus descendientes, muchos de los cuales murieron de la manera más brutal en linchamientos que jamás fueron condenados por los poderes públicos; y por último, durante más de 130 años esos derechos no ampararon a los indios, dueños originales del país, pues fue en 1924 cuando se admitió que ellos eran ciudadanos norteamericanos si bien todavía en 1948 había estados, como Arizona y Nuevo México, que se negaban a aceptar que lo eran” (Bosch, v. XIV, pp. 92-93). En la actualidad la oleada de migrantes provenientes de Centroamérica, Venezuela y el Caribe que intenta penetrar la frontera sur de los Estados Unidos es una consecuencia de las políticas económicas y militares que aplicó Estados Unidos hacia dichos países durante todo el siglo XX, incluso contra nosotros. Tanto los intentos de establecer democracias y de seguir políticas que favorecieran el desarrollo de la mayor parte de la población, incluso de intentar forjar burguesías locales, fueron respondidas por la nación del norte con golpes de Estado, intervenciones militares y bloqueos. De alguna manera está pagando Estados Unidos con ese conflicto de la inmigración descontrolada el precio de arruinar las sociedades al sur del Rio Grande.
Afirma Bosch de manera tajante que: “…la democracia burguesa apareció en la historia como un sistema político que operaba en beneficio exclusivo de la minoría dueña de los bienes de producción. Fue, desde su nacimiento, un régimen político al servicio de la burguesía” (Bosch, v. XIV, p. 93). Pero de la burguesía norteamericana, del gran capital de Wall Street. En el siglo XXI América Latina está mejor encaminada que el siglo anterior para alcanzar niveles de desarrollo y libertad política como nunca antes, además la irrupción de China, que a pesar de ser un país dirigido por un Partido Comunista, se ha convertido en un competidor capitalista de Estados Unidos y como muchos analistas lo afirman, será la potencia económica más poderosa del planeta al finalizar esta década.