La democracia siempre ha sido referida a la libertad hasta el punto de que algunos discursos y textos consideran a todas las otras opciones políticas como autoritarias. La libertad siempre ha sido un reclamo en prácticamente todas las revoluciones populares ocurridas durante el siglo XVIII, XIX y XX. Lo que se entiende por libertad es complejo y es muy común que se entienda por libertad lo opuesto al régimen que se quiere derrocar, lo cual en la mayor parte de los casos no es cierto, además hay serios conflictos entre “libertades”, ya que la libertad de comercio puede entrar en oposición entre la libertad personal de personas que no tienen recursos económicos, o la libertad política puede verse afectada cuando hay propuestas que tienen como objetivo la disminución o eliminación de dicha libertad.

En los conflictos políticos que fueron alumbrando el tránsito del feudalismo hacia el capitalismo el factor religioso jugó un papel importante. No es de extrañar que el origen de los Estados Unidos el tema de la libertad religiosa representó un factor relevante. Juan Bosch cita a Marx sobre ese tema. “En Tesis sobre Feuerbach dice Carlos Marx que “el sentimiento religioso es también un producto social”, y en el Manifiesto Comunista, Marx y Engels dan este punto de partida para el estudio de las religiones: “Las ideas de libertad religiosa y la libertad de conciencia no hicieron más que reflejar el reinado de la libre concurrencia en el dominio del saber”. Como sabemos todos, la libre concurrencia requiere el ejercicio de la llamada libertad de empresa, y a su vez esas dos libertades requieren, para su aplicación, la existencia del capitalismo como sistema socioeconómico y político en un país o en varios países” (Bosch, v. XIV, p. 69). Por tanto hay una articulación entre la libertad de empresa, la libertad de cada cual dedicarse a una actividad económica que otros también desarrollan, y esto vinculado a la libertad de pensamiento, de conciencia y de adoptar la creencia religiosa que decida.

El rol que jugaba la Iglesia Católica Romana durante el periodo feudal que arbitraba la relación entre los Estados europeos occidentales, que controlaba todo lo relativo al pensamiento y la ciencia, e incluso funciones judiciales más allá del ámbito religioso. Esa unidad monolítica se rompió a partir del siglo XVI cuando los conflictos entre los Estados encontraron en la creación de nuevas religiones locales la vía de saltarse el control papal, cada vez más científicos entraban en conflicto con las explicaciones bíblicas, y por supuesto surgía una clase económica que gracias al comercio mantenía independencia respecto a los señoríos feudales. Y todo eso tenía en el concepto de libertad su definición y por tanto servía como vínculo entre las realidades económicas y el reino de las ideas y creencias.

Este conflicto lo refleja nuestro autor señalando con precisión que en ese entonces eran anhelos, pero hoy el sistema que rige el mundo. “Todo esto nos lleva a la conclusión de que en la raíz de las libertades que acabamos de mencionar están las ideas capitalistas, que en los siglos XVI, XVII y XVIII (del 1530 ó 60 en adelante hasta el 1793, por lo menos) no eran, como lo son ahora, leyes del sistema que siguen y aplican todos los dueños de bienes de producción y los gobiernos de los países donde ellos operan, sino aspiraciones, deseos, intenciones, que se producían, más que en la realidad social, en el mundo de los sentimientos, y de manera especial en el de los sentimientos religiosos. Eso es lo que explica que desde que en el seno de la sociedad feudal empezaron a aparecer artesanos y mercaderes (comerciantes), empezaron a aparecer también sectas cristianas opuestas a la iglesia católica. Esas sectas cristianas expresaban en el mundo de lo religioso aspiraciones, deseos e intenciones de un capitalismo que estaba en su etapa de formación y todavía no tenían la capacidad necesaria para salir a luchar en el campo político con el fin de establecer una sociedad capitalista” (Bosch, v. XIV, pp. 69-70). Es en torno a la búsqueda de libertades que se fueron desarrollando el nuevo modelo económico que hoy llamamos capitalismo, nuevos grupos religiosos en el seno del cristianismo (Bosch usa el término secta que hoy es cuestionable) y nuevas ideas en el campo de las ciencias naturales, de la organización social y la antropología. Ese universo de ansias de cambios tomó al menos tres siglos en irse materializando.

La expresión religiosa del conflicto que parió varias nuevas religiones identificaba a la Iglesia Católica Romana como la expresión del régimen feudal. “Tales sectas (iglesias) daban su batalla en el terreno religioso debido a que para ellas la Iglesia católica era el resumen ideológico del sistema feudal al cual deseaban destruir sin que supieran cómo hacerlo. Por eso dice Engels en Del socialismo utópico al socialismo científico que “por aquel entonces toda la lucha contra el feudalismo tenía que vestirse con un ropaje religioso y dirigirse en primera instancia contra la Iglesia”, y explica que “el gran centro internacional del feudalismo era la Iglesia Católica Romana. Ella unía a toda la Europa occidental feudalizada, pese a todas sus guerras intestinas, en una gran unidad política (que había rodeado) a las instituciones feudales del halo de la consagración divina” (Bosch, v. XIV, p. 70). Ese conflicto llevó a un autor conocido como Max Weber a escribir una obra donde señalaba que el protestantismo estaba ligado al desarrollo del capitalismo, pero ya en el siglo XVI en Salamanca un grupo de intelectuales católicos, escolásticos, fueron los primeros en articular una teoría del capitalismo cuando estaba en pañales.