Bosh estudia a fondo lo que son los movimientos de liberación nacional, especialmente en Vietnam, Cuba y Nicaragua, y lo señala: “Lo que ha venido a ser conocido desde hace algunos años como un partido de liberación nacional se llamó en Viet Nam, allá por el 1944, Liga para la Independencia de Viet Nam; se llamó en Viet Nam del Sur, Frente de Liberación de Viet Nam del Sur; se llamó en Cuba, Movimiento 26 de Julio y en Nicaragua, Frente Sandinista de Liberación Nacional” (Bosch, v. XIV, p. 102) Estos casos serán de inspiración para la formación del Partido de la Liberación Nacional, pero curiosamente los tres casos citados fueron organizaciones que desarrollaron una lucha armada para alcanzar el poder, cuestión que Bosch no señala para el PLD, especialmente luego de las elecciones del 1978, cuando él organiza el partido para alcanzar el poder mediante elecciones y estuvo a punto de lograrlo en 1990.
El caso cubano, bien conocido por Bosch, lo define de esta manera: “La Liga para la Independencia de Viet Nam tenía ya nueve años de lucha cuando Fidel Castro se lanzó el 26 de julio de 1953 a asaltar en Santiago de Cuba el cuartel Moncada al frente de unos 150 jóvenes que no estaban organizados sobre bases estatutarias ni alrededor de una definición ideológica. Lo que tenía ese grupo era el propósito de sacar del poder a Fulgencio Batista, que lo había tomado mediante un golpe militar hacía un año y tres meses y medio. El propio Fidel Castro lo diría en 1963 con estas palabras: “Empecé a organizar las primeras células de acción, con la esperanza de trabajar junto con los líderes del partido [el Revolucionario Cubano Ortodoxo, de cuya juventud era líder, nota de JB] que estuvieran dispuestos a cumplir con el deber elemental de luchar contra Batista…” (Bosch, v. XIV, pp. 102-103) Ese partido Revolucionario Cubano Ortodoxo, conocido popularmente como los ortodoxos, fue un desprendimiento del Partido Revolucionario Cubano Auténtico, al cual Bosch sirvió durante sus años en Cuba, especialmente entre el 1939 y el 1952, cuando el golpe de Estado de Batista derrocó al presidente Prio Socarrás pocos meses antes de las elecciones que prefiguraba el triunfo de los ortodoxos.
El asalto al Cuartel Moncada fue un movimiento ortodoxo, del cual Fidel Castro era miembro y candidato al congreso en las elecciones malogradas del 1952. Su líder era Eduardo Chibás, quien se suicidó en medio de su programa de radio al descubrir que una denuncia que había realizado antes era falsa. Los ortodoxos habían roto con el PRC-A por el grado de inmoralidad de sus gobiernos, donde la corrupción campeaba por sus fueros. Hay una analogía curiosa entre la ruptura de los ortodoxos con el PRC-A y la ruptura de Bosch con el PRD para formar el PLD, donde el tema de la corrupción jugó un papel central. El “comunismo” de Fidel Castro es muy posterior al triunfo de la revolución del 1959.
Bosch enfatiza ese último punto con precisión: “El asalto al cuartel Moncada, que costó vidas valiosas, tiene importancia histórica porque a pesar de que sus autores fueron derrotados no quedó como un hecho aislado sino que pasó a ser el punto de partida para una carrera revolucionaria que iniciaría en el Nuevo Mundo la era del socialismo, pero debemos dejar claro en la mente del lector que ni Fidel Castro ni ninguno de los compañeros que fueron con él a ese asalto estaban pensando o habían pensado antes en hacer una revolución socialista, y ni siquiera el mismo Fidel lo pensaría cuando tres años y medio después encabezó el desembarco del Granma, hecho con el cual iba a comenzar la etapa final de la Revolución Cubana” (Bosch, v. XIV, p. 103) Si existe una ideología clara en Fidel Castro en su tránsito político entre 1950 y 1959, y el resto de su vida, fue su apego al pensamiento de José Martí, tal como aparece en su discurso de defensa en La historia me absolverá, donde de manera brillante cuando le preguntan sobre el autor intelectual del asalto al Moncada, lo señala claramente: es José Martí.
La revolución cubana, cuyo pistoletazo de salida fue el golpe de Estado de Batista el 10 de marzo de 1952, provocó que los jóvenes ortodoxos, liderados por Fidel Castro, iniciaran un plan para derrocar con las armas a Batista. Cuando el 27 de marzo de 1952 Estados Unidos reconoció el gobierno golpista de Batista, y por tanto la muerte de la democracia cubana, nunca imaginaron los norteamericanos que estaban entrando en un conflicto que dura hasta el presente y que incluso puso en riesgo su seguridad con la crisis de los misiles en octubre del 1962. El compromiso del Estado norteamericano con actores autoritarios latinoamericanos y su patrocinio al derrocamiento de las democracias (Cuba, Guatemala, República Dominicana y Chile, por poner los ejemplos más destacados) es un lastre que todavía arrastramos en nuestro continente cuando por fin las alternancias políticas mediante elecciones comienzan a ganar estabilidad. El caso de Cuba, Venezuela y Nicaragua son ejemplos del daño que hizo esa política imperial durante todo el siglo XX.
Bosch destaca lo dicho de esta forma: “Esa revolución (la cubana) no enarboló un programa socialista ni cosa parecida. Antes bien, de acuerdo con declaraciones del propio Fidel, al ir al asalto del cuartel Moncada en julio de 1953 él estaba pensando en reponer en Cuba la Constitución de 1940, y cuando se internó en la Sierra Maestra en diciembre de 1956 llevaba el mismo propósito. Ahora bien, la Constitución cubana de 1940 era más o menos similar a la dominicana de 1963, lo que es una manera de decir que la de Cuba era de ideología burguesa en la misma medida en que lo era la de nuestro país” (Bosch, v. XIV, p. 10). Está claro que Fidel Castro hasta el triunfo de la revolución del 1959 no trascendía la mentalidad burguesa en el ejercicio del poder, pero con soberanía y justicia social, semejante al gobierno de Bosch. Sobre la relación entre la constitución cubana de 1940 (en la que participó Bosch como asesor) y la dominicana de 1963 espera un análisis profundo, pero el juicio de Bosch, vinculado a ambas, es un buen punto de partida.