Con una parafernalia digna de un emperador romano, el político llegó temprano al restaurant en la carretera. Tenía todo un séquito de canchanchanes, conmilitones y adláteres. Entraron al lugar como hubiera entrado una estrella de rock: Morrissey o Jagger.

Yo me tomaba una fotografía y me movía en el área. A puros flashes, intentaba inmortalizar el evento. Ahora, algunos años después, me digo que este suceso no tenía nada que envidiarle a la coronación de Carlos III. En una larga caravana, los tipos protegían al líder político en su intrincado viaje al interior. Había más de diez autos en aquel parqueo. Al menos, nos hubiera gustado tener autógrafos.

El político de larga data, sin pensar si haría mal clima, entraba en el restaurant para comer en ese domingo cualquiera. Era un día en la carretera. Ahora descansarían un poco y comerían las variedades gastronómicas del restaurante: chivo, la especialidad.

Se trataba de un restaurant en la autopista y esto ocurría en fin de semana. Realmente no sabemos qué hacía el político en una de las ciudades del interior: no tuvimos tiempo de preguntarle.

Muchos años después, la pregunta que nos hacemos es cuáles eran los funcionarios principales (los anillos palaciegos), de Buenaventura Báez, Jiménes, Woss y Gil y luego Horacio Vázquez, para no citar a Lilís que, en su desbarajuste financiero, reunió a muchos de sus funcionarios y a los hombres más preclaros del país, los metió en una reunión en un edificio para que salieran de allí con una solución y cuando fue a ver qué habían dictaminado salió con esta histórica frase: “saben mucho, pero no entienden nada”.

Ahora, en los días que corren (como gacelas o potros del Perla Antillana), esto es puro entretenimiento. Entras a un sitio y te das cuenta que en algún lugar hay alguna persona conocida. Algo así me pasó hace apenas unos días. La persona saludaba con mucho énfasis. A decir verdad, los demás lo saludaban como si se tratara de un emperador romano, como dije más arriba. Imagine si esto fuera un candidato con mucha gente alrededor suyo.

Y todas estas apariciones públicas serán cronometradas en las redes sociales, para beneplácito de los espectadores. Para esta época, tengo una teoría electoral o electorera: este año, lo que falta de este 2023, habrá piña en todas partes. Sobre todo, hay que espiar en las redes porque se dirá de todo. El concepto “darle piña” a otro tiene que ver (en estrategia) con esa misión que tienen algunos políticos de decir sobre otro todo lo que se piensa. En este escenario la estrategia será “darle piña” a los otros. Obviamente, los ataques serán verbales.

Para los próximos meses, uno espera un largo debate que busque aclarar la postura de cada quien sobre determinados temas. Porque seamos sinceros, un tuit no siempre tiene la misma efectividad de una declaración o una rueda de prensa. Los periodistas tienen que estar claros en que en esta coyuntura su papel es cada vez más estelar porque se trata, como diría alguien, de sacar el arroz de la paja. Lo que se publica en los periódicos es extremadamente importante en la mente de los votantes.

Más que todo, se busca de un cierto discurso que le agregue emoción a esto, que mueva las palmeras o las banderas, que nos saque de nuestras casillas, que haga escándalo, que le ponga curry a la morcilla y que nos meta en otro show. En fin, que estos políticos discutan con mucha fuerza. El electorado dominicano se merece una gran lucha de ideas.