Cuando algunos libros de historia se dedican a narrar la evolución económica de los periodos tratados, cobran una singular importancia y lucen muy atractivos a los ojos del lector. En ambos lados de la isla, queremos saber más sobre la economía de la colonia, pero también sobre la época republicana.

Varios siglos más tarde, tomemos el importante caso del año 1790. En muchos libros (que guardan algunas bibliotecas dominicanas), se nos narra con suma elocuencia, lo que ocurría en el lado occidental de la isla. Muchos años después, Haití nos luce otra cosa. En aquella época, el otro lado tenía una dinámica económica que fue registrada por los historiadores, en particular por Lepelletier de Saint Remy, a quien volvemos algunas veces. En su libro, publicado en dos tomos, se nos narra la dinámica de las peripecias de los imperios y las Compañía de Indias que venían a América a ejercer el poder que otorgaba la lucha. En otros textos podríamos hablar del contrabando y el caso de la piratería que pobló el Nuevo Mundo en años previos.

Como dicen las cifras económicas, en el lado occidental teníamos varios productos que hicieron las delicias de las metrópolis. En esos lejanos años, lo que se producía servía para abastecer la colonia y permitía un circuito económico importante. Estamos hablando del azúcar, el índigo, el campeche y otros rubros. Café, algodón, cueros, enteros y en tiras, sirope en bocoyes, aguardiente en barricas. Nos referimos a los departamentos del cabo, el Fort- Dauphin, el Puerto de Paz, el Mole; en el oeste, el Port-au-Prince, Leogane, San Marcos, Goave Menor, Jeremie; en el sur, Les Cayes, el Cabo Tiburón, San Luis, Jacmel. Estos pueblos son todavía importantes en la dinámica económica haitiana. En textos futuros, hablaremos de la producción actual de estas poblaciones.

Como ha sido estudiado en términos modernos, el suelo haitiano fue depredado durante muchos años. Hay que profundizar en el hecho de que nuestro suelo sufrió también el embate de la depredación. Es interesante ver cómo lo que se producía en Haití tiene ciclos de altas y bajas, de modo que algunos productos cesan en algún momento determinado, y la metrópoli debía registrar estos ceses. El esquema económico es interesante verlo en el largo plazo, lo que nos lleva a entender por qué ahora no se produce lo que en la colonia se producía. Un buen estudio entenderá cuál es el producto de los sistemas de producción coloniales, y lo tendremos no solo como prueba histórico-arqueológica de esos años, sino como prueba de la evolución económica de los últimos siglos.

En el mismo libro, publicado en 1848, podemos ver cómo se componía la colonia francesa en el resumen de sus riquezas territoriales. Nótese lo bien estructurado que está el análisis y la presentación de los componentes: indicaciones de las riquezas territoriales, azucareras, (en blanco y en bruto), cafetales, algodonales, plantaciones de índigo, comercios, cacaotales, tenerías, hornos de cal, ladrillerías y alfarerías, negros, viejos y nuevos, mayores y menores, caballos y mulos, animales cornudos (he evitado enfatizar en los números pero creo que doy una idea de la diversidad productiva y la actividad de la colonia). El resumen final se define como total de las riquezas usadas en cultivo de la parte francesa de Santo Domingo. También se hace una evaluación de los capitales en tierras, edificios y plantaciones; en tierras y animales usados en la explotación, y se hace una estimación particular de cada objeto según el precio medio.

Dos casos interesantísimos son el algodón y el azúcar, historias que cuenta Lepelletier con ayuda de Moreau de Saint-Mery. Este último nació en Port Royal en Martinica en 1750 y publicó, entre otras obras, una notable Excerpt from Description Topographique, Pysique, Civile, Politique et Historique de la partie Francaise de le’isle de Saint Domingue en 1797,  y cito que hacia 1698, “he visto, al examinar el estado de la cargazón que me ha enviado del navío de le Dauphin, llegado a la bahía de la Rochelle, que ha traído una cantidad considerable de azúcar; y parece, por lo que se escribe al señor Bégon que se proponga aplicar mucho de este cultivo en Santo Domingo”. Ahora cito a Lepelletier: “Cerca de setenta y ocho años después de esta teoría económica del ministro de Luis XIV, la producción en azúcar, de la parte francesa de Santo Domingo, se elevaba, según Valverde a 1,527,750 quintales, que hacían 152,775,000 libras”. Luego de estos números, con mucha lógica, dice Lepelletier, en una demostración de profundidad del juicio histórico, “esta evaluación, evidentemente exagerada, como se puede convencer uno comparándola con las cifras de 1790 no hace por ello comprender menos la idea que se tenía entonces de la producción azucarera de la colonia francesa. En la época que habla Valverde, el precio del azúcar era alrededor de 35 libras de Tours el quintal.

Andando los años, el suelo haitiano fue depredado. No creo que tengamos los registros de esa depredación del suelo, toda vez que aquí entra el concurso de ecologistas que pueden decirnos, con suma elocuencia, cuando comenzó este proceso continuo. Quien vuela hoy el suelo haitiano, ya en avión, ya en helicóptero, o quien ve las fotos se da cuenta de esta depredación y la clara erosión del suelo. Una de las preocupaciones de la comunidad internacional es la tierra de Haití. Se han rendido informes sobre este tema.

Por ejemplo, según reveladores datos del Banco Mundial, en un cálculo del valor agregado como porcentaje del PIB, la agricultura en Haití ha venido cayendo de su pico más alto en los últimos veinte años, registrado en 1995. Estos datos es bueno pasarlos por el cedazo del analista: ¿se siembra en algunos campos, más hoy que ayer? La alimentación en Haití es un tema que preocupa a todos los organismos. Según Human Right Watch, más del 42% de la población de Haití necesita ayuda humanitaria, y hasta el 40% del país “experimenta una situación alimentaria grave, según la oficina de la Naciones Unidas para la coordinación de asuntos humanitarios (OCHA). En varios análisis, se tiene en cuenta el control de las pandillas en Puerto Príncipe en torno al sistema de combustible, para citar una realidad que algunos analistas consideran, o interpretan, con la palabra “descalabro”. En algunos documentos publicados, se han hecho evaluaciones modernas sobre el suelo haitiano, sobre todo en torno a la capacidad productiva y la disponibilidad de tierra cultivable.

Por otro lado, un habitante de Jacmel ha oído como del otro lado de la isla es posible el trabajo en la zona de las construcciones. En la psicología de los haitianos este lado puede salvar vidas, y eso está en la raíz de la inmigración. Como se ve, no hemos hecho énfasis en el análisis político de la vecina nación, que haremos en otro momento, para indicar que la realidad haitiana tiene un alto componente, que algunos ven como explosivo, que tiene que ver con una economía depauperada, de apenas unos cuantos rubros. Todos los días recibimos noticia de la mala situación de la economía del país vecino. Pero digámoslo claro, no vemos muchos reportes en los medios internacionales.

En el análisis global de HRW, se analizan varios filones que sería bueno entender con más calma en otro momento, pero añado los puntos: crisis constitucional, sistema judicial disfuncional, investigación del magnicidio de Moise, violencia de pandillas, defensores de Derechos Humanos y periodistas, abusos cometidos por las fuerzas de seguridad, derecho a salud, agua y alimentos, derecho a la educación, derechos de mujeres y niñas, derechos de personas con discapacidad, orientación sexual e identidad de género, migración.

Por otro lado, ejemplificando en la raíz económica, una persona de Miches no tiene mucho interés (a diferencia de lo que se producía en la isla cuando se hablaban de las fantásticas aventuras del Dorado con sus ciudades empedradas en oro), en dirigirse a Puerto Plata que es una provincia turística y no productora de vegetales. Otro ejemplo que podemos destacar sucede con los habitantes de Bávaro: estos no quieren ir a las ciudades del interior o a Barahona donde se producen plátanos. Por ello, es de entender entonces que una gran parte de la población tiene que hacerse cargo de un conocimiento que les habla de lo que produce cada quien: este se da cuando se visita cada lugar, pero la inmigración interna es un proceso que espera mayores estudios. Quisiéramos saber de esa persona que se mudó del Bajo Yuna, donde producía arroz para irse a producir café en una finca del interior por ejemplo. En conclusión, y espero que estos ejemplos hayan servido para algo, lo que sí está claro para los habitantes del oeste es que aquí “se guisa” y allá no hay na’. Cada año tenemos un éxodo notable registrado en la frontera.

En 1790, la producción era diferente. En este lado, la prueba de los ingenios cerrados, nos da otro tono sobre lo que ocurrió con algunos enclaves y algunos sectores productivos a la vuelta del siglo XX.