Algunas veces tenemos la oportunidad dirigir la mirada hacia atrás y, con una mezcla de nostalgia y racionalidad, reconocer la multiplicidad de aportes que contribuyó a conformar quienes somos hoy.

 

En el año que acaba de transcurrir tuve la oportunidad de hacer justo eso, pero no con respecto a mi persona, sino con relación a un grupo de oración carismático juvenil que empezó a reunirse en los años ochenta, cuyos miembros evolucionaron en el tiempo y en el espacio y que al día de hoy mantienen considerables lazos de amistad y de amor a Dios.

 

Sus acciones dan testimonio de una espiritualidad lejana a lo que suele asociarse con la década de los ochenta: hedonismos, preocupación por el síndrome de inmunodeficiencia adquirida, materialismo financiero. Aún reconociendo que una motivación de participación podía ser la búsqueda de amistades o de prospectos románticos, estos que hoy no son tan jóvenes llevaban a cabo sesiones de alabanza, de prédica y de visita a hospitales con generosidad y unción.

 

El entusiasmo era tan grande que del interior de un grupo que contando entradas y salidas no. Llegó a reunir doscientas personas surgieron cuatro predicadores, tres de ellos dentro del clero (Juan Jiménez, Danilo Martínez y Mark Miles) y un cuarto a título seglar: Yuan-Fuei Liao.  El ejemplo de Yuan, precisamente también es testimonio de la facilidad con la que la sociedad dominicana acoge y mezcla diferentes inmigrantes y tendencias. Además de él, nacido en Taiwan, estuvieron, como guías, una mujer nacida en Venezuela y hombres nacidos uno en el Reino Unido y otro en Italia.  Como miembros del grupo hubo gente nacida en España, en Estados Unidos, en Haití y en Gibraltar.  Al interior mismo del catolicismo este grupo de jóvenes desarrollaban proyectos junto a representantes de diversas órdenes religiosas. Un verdadero caleidoscopio. Sus trayectorias posteriores a ese encuentro en el tiempo reflejan nueva vez la apertura a nuevos lugares: ha habido migración hacia el Caribe francófono, hacia los Estados Unidos y hacia países de Europa.

 

Algo que pudo haber tenido que ver con esta multiplicidad es la diversidad de influencias que influyeron en su desarrollo, desde tradiciones que venían desde los Estados Unidos como el “Avivamiento de la calle Azusa” que ocurrió en el año 1906 y donde se desarrollaron experiencias de acogida del Espíritu Santo con vivencias de sanación y hablar en lenguas hasta herencias del pentecostalismo del Reino Unido, en el siglo XVIII;  de movimientos carismáticos de la Ucrania del siglo XIX y la formación de personas de Mallorca. Su historia es la de una sociedad en evolución y que da ejemplos fehacientes de voluntad de hacer el bien. Hoy mismo pusimos a circular el libro que la recoge y lleva el mismo nombre del grupo: Caminemos Unidos.