En las últimas semanas, los dominicanos hemos sido testigos, a través de las redes sociales y los medios de comunicación tradicionales, de intervenciones públicas de actores políticos, religiosos y académicos, advirtiendo sobre los peligros inminentes para la nación dominicana de la invasión pacífica de los haitianos. El peligro que representa para la familia dominicana el reconocimiento de los derechos de las mujeres a decidir sobre su cuerpo y, los riesgos que significan, para la integridad moral de los dominicanos, de reconocer los derechos culturales de las minorías sexuales.

En el marco de este debate, al margen de las razones, intereses, motivaciones y argumentos de sus discursos, los que se ha puesto en evidencia es que estamos viviendo en una sociedad polarizada por un conflicto cultural, entre dos posiciones. Por un lado, los que por comodidad o falta de otra tipología, llamaremos en el mejor sentido de la palabra, conservadores. Conservadores, porque frente a las aceleradas transformaciones sociales que experimenta la sociedad dominicana, tratan de preservar (conservar), los valores tradicionales: históricos, patrióticos, religiosos y, familiares.

Y, por otro lado, los liberales que, frente a las consecuencias del acelerado proceso de modernización social, luchan por fortalecer un Estado social, democrático y de derecho que garantice las libertades individuales de los ciudadanos, los derechos sociales de los trabajadores dominicanos, y, los derechos culturales de las minorías étnicas y sexuales.

En principio, debemos reconocer que las consecuencias del proceso de modernización social que ha estado experimentado la sociedad dominicana desde la década del noventa hasta la actualidad, como son: su integración al mercado global capitalista, la democratización de sus instituciones políticas, la crisis de las instituciones sociales, el multiculturalismo y, el auge de los procesos de individualización, afectan directamente la sociedad en general, la esfera pública del Estado, como la vida íntima, familiar, de los individuos y, por supuesto, desequilibran los valores culturales tradicionales en la sociedad dominicana.

Con la entrada de la República Dominicana al mercado global capitalista en la década del noventa, la implementación de los acuerdos de libre comercio, el impulso de la política de privatización de las empresas públicas, la economía dominicana creció, se dinamizo y se hizo más competitiva. Se desarrollan las grandes empresas transnacionales del sector turístico, zonas francas, mineros, agrícolas, financieros, de la comunicación y otras que, exigen garantías jurídicas para su inversión, grandes incentivos fiscales y manos de obras baratas para ser competitivo en una economía globalizada.

Este nuevo modelo económico, de apertura del mercado y libre comercio, se apoya en los incentivos fiscales para las grandes empresas, los bajos salarios de los trabajadores y, el debilitamiento de la capacidad de intervención del Estado dominicano en la sociedad. Produciendo riquezas, empleos, pero también grandes desigualdades sociales y una fuerte corriente migratoria a nivel global y nacional.

En ese sentido, no es la migración extranjera las que está deteriorando los empleos y salarios de los trabajadores dominicanos, sino la lógica capitalista del ganar, ganar y, la incapacidad del Estado dominicano de regular el mercado, los salarios y la migración.

Con la implementación del modelo económico neoliberal, se produce un proceso de privatización, de deterioro de las instituciones de protección social, de reducción real de los sueldos y salarios y, una progresiva precarización de la calidad de vida de los dominicanos. En este contexto, las causas de la crisis de la cohesión e integración social, de la delincuencia, incertidumbre y la inseguridad social que experimentamos los dominicanos, no hay que buscarlas en los migrantes extranjeros, sino, 1), como consecuencias del deterioro de las instituciones sociales que deben garantizar el bienestar de los dominicanos: la educación, familia, salud, vivienda, seguridad social. 2), en la crisis de las instituciones del Estado, como el sistema judicial y policial, encargada de velar por la seguridad de los ciudadanos y, 3), en la pobreza, informalidad laboral y, los bajos salarios que predominan en los trabajadores dominicanos.

Por otro lado, la democracia dominicana no se reduce a ir a votar cada cuatro años para elegir un presidente, sino que, la democracia se legitima a partir del derecho racional, según el cual, todos los ciudadanos, sin distinción de clases sociales, género, edad, orígenes étnicos o preferencias sexuales son sujetos de derechos libres e iguales.

El sistema democrático, es el garante de un Estado de derecho, donde, aún entre en conflictos con la tradición, las mujeres tienen el derecho a decidir sobre su cuerpo y, las minorías étnicas y sexuales a vivir sus propias preferencias culturales.

En ese sentido, hay que destacar que los derechos políticos, sociales y culturales de los ciudadanos, son grandes conquistas de las sociedades liberales y, socialdemócratas y, han sido el producto de las luchas de los movimientos sociales a lo largo de la historia moderna. Sin embargo, estos derechos, siempre están amenazados por el poder del Estado y el Mercado, como también por los extremismos ideológicos y las posiciones políticas radicales. En la actualidad, por la globalización de los capitales, las diversas formas de neo-populismos de izquierda y de derecha y, los fundamentalismos religiosos.

En ese sentido, los derechos de las mujeres, de las minorías étnicas y sexuales, no es un complot, un invento de las ongs y los organismos internacionales, sino las consecuencias del proceso de democratización, y las luchas de los movimientos sociales por la ampliación de los derechos sociales y culturales.

Sin ninguna duda, la sociedad dominicana está polarizada, en conflictos con dos formas de ver el mundo social. Los que miran al pasado, apelando a la moral tradicional, a “los héroes de la patria”, incluyendo a Balaguer y Trujillo y, se interesan por conservar la naturaleza de la patria, la familia nuclear y los valores tradicionales de la religión. Y, los que miran el presente y, se esfuerzan por transformar la sociedad actual y, garantizar un Estado social, democrático y de derechos para todos, donde podamos vivir juntos, aun siendo diferentes.