¿Calvario? ¿Vía Dolorosa? Sí, la metáfora no es exagerada ni es un invento de las autoridades nuestras. En todos los mercados de capitales donde un regulador estatal tiene la decisión final de aprobar una propuesta dirigida a competir para atraer ahorros del público hay que sufrir durante el proceso. Si las caídas fueran meses, la mayoría de los emisores confesarían que pasaron más de tres, cuando lo presentado se correspondía con evangelio conocido, y que perdieron la cuenta cuando al templo se llegaba con que se iba a predicar algo nuevo a los fieles inversionistas.

El primer bono subordinado, el fondo de inversión inmobiliario que abrió el camino y el bono que inauguró la captación de dólares estuvieron a punto de terminar en el calvario sin garantía de resurrección. Ahora bien, superar esa instancia sin llegar a la cruz no significa que todo ha terminado cuando la sostenibilidad de las emisiones requiere permisos de otras instancias (como pasó con el triste final de las emisiones para titularizar carteras hipotecarias).

Con la aprobación de la oferta pública por el regulador se está listo para informar a los potenciales inversionistas de su existencia y empezar a captar fondos.  Lo primero que tienen que hacer con quien muestre interés es una evaluación de coincidencia entre el riesgo del instrumento financiero y el perfil del inversionista. A cualquier edad se puede abrir una libreta de ahorro en un banco, pero cuotas en un fondo de rendimientos variables para el desarrollo excluye a los mayorcitos, por ejemplo, los de proyectos infraestructura. Cuando hay sintonía de riesgos, entonces hay que explicar las características financieras del instrumento en un encuentro en que se debe dejar evidencias: fecha del encuentro, firma de las partes y acuse de recibo de un prospecto donde en la sección de riesgos se detallan los eventos en que pueden el emisor y todos los inversionistas quedar clavados en la cruz.

En ese prospecto que reciben los inversionistas se les comenta que se hará el mejor esfuerzo para que las cosas salgan bien, que en caso de inconvenientes hay alguna posibilidad del apoyo puntual de un cirineo relacionado, pero que un desenlace infeliz será eterno porque para estos instrumentos no hay promesa divina de última instancia para reponer los fondos en tres días.  No hay razón para quejarse con “Banco Central por qué me has abandonado” porque nunca existió compromiso alguno para rescate de valores de esa ni ninguna otra entidad.

Por esto que aquí describo es que las autoridades reguladoras de las emisiones de oferta pública deben mantener su actitud distante con quienes caen en las redes de farsantes que les hacen promesas de rendimientos astronómicos en pirámides financieras. Suficiente trabajo tienen con la celosa evaluación de las que les toca autorizar. La Superintendencia de Valores las publica en su portal donde también se encuentran los participantes autorizados (puestos de bolsa, corredores, la empresa monopólica que custodia los valores, calificadoras de riesgos, fiduciarias y otros), la cronología de hechos relevantes y segmentos de educación financiera en su Escuela del Mercado de Valores. No deben pasar de recordar esto y evitar tomar un papel protagónico en la persecución de oficio de farsantes o prometer alivio alguno a las víctimas de sus estafas.

De manera que están equivocados quienes apuntan a reguladores cuando saltan a la luz pública estos esquemas fraudulentos.  La prensa rosa financiera, en cambio, si debe cargar con una cuota de responsabilidad del daño causan estos falsos profetas.  En sus próximos reportajes sobre un autoproclamado gurú financiero que empiecen por invertir unos pocos minutos en revisar sus credenciales académicas o su registro en alguna jurisdicción como intermediario de valores. ¡Por Dios! No todo contenido patrocinado vale la pena.