Las acciones cotidianas terminan condicionando el desarrollo profesional de los ciudadanos. Será que un chofer de carro de concho se hizo ingeniero para construir las vías de comunicación terrestre.
La entrega anterior definió el carro de concho, la voladora y el motoconcho. Nada sobre las vías de circulación y el Impuesto a la Circulación Vehicular llamado “marbete”.
El parque vehicular dominicano tiene 5 millones 285 mil 603 unidades, de los que un millón 684 mil 837 estaban previstos para renovar el marbete para el periodo 2022-2023. Pero, solo el 91% cumplió con el plazo establecido hasta el 31 de enero. Cerca de 200 mil propietarios ignoró el llamado y, están negados a pagar recargo. Quieren prórroga.
¡Lo mismito del año pasado!
¿La Dirección General de Impuestos Internos debería prorrogar el plazo a los morosos?
Los dominicanos se hacen los locos, pero a última hora pretenden ajustar la regla a su pereza.
Veamos otras estadísticas. En diciembre de 2010, el parque vehicular local tenía menos de tres millones de autos, en específico, 2,734,740, doce años después el parque vehicular se duplicó. Pero, las calles son las mismas de antes. Calles con nombres de avenidas o autopistas que, pobremente llegan a caminos vecinales “entálviados”.
En perspectiva, es probable que en 2035 las avenidas sigan igual. Pero, más de 10 millones de vehículos pesaran sobre ellas.
¿Puede evitarse esa proyección caótica?
Sugiero, desde mi ignorancia, implementar cuatro medidas básicas:
Primero
Ampliar las vías. Las calles, diseñadas para desahogar la congestión vehicular son estrechas y obsoletas. La Circunvalación Norte en Santiago sirve de modelo, aisló decenas de comunidades ubicadas en su trayecto; por ejemplo, Monte Adentro, Don Pedro, Guasumal, La Delgada, etc.
La muralla simula una avenida. ¿Se construyó para impulsar el desarrollo o, para aislar las poblaciones circundantes?
Urge redistribuir los cinco millones de vehículos concentrados en el Distrito Nacional, Santo Domingo, Santiago y La Vega. Estas ciudades deberían contemplar nuevas carreteras y ampliar las existentes para desahogar las calles.
Segundo
Calles sin chatarras. Si los impuestos de los carros nuevos valen el doble de lo que pagan los viejos, ¿para qué comprar un auto nuevo si me penaran por ello?
Lo contrario ocurre en países como: México, Corea, Japón, entre otros, donde te premian por comprar un carro nuevo. Es decir, cuanto más cercano sea el año de fabricación del vehículo, menos serán los impuestos a pagar. Un método efectivo para desechar chatarras.
Aquí, si su vehículo es un anafe, el dinero pagado por el marbete no alcanza para llevar su esposa a cenar fuera de la casa.
¿Con semejante incongruencia pretenden sacar las chatarras de circulación?
Tercero
Transporte urbano colectivo. Los gobiernos, uno tras el otro, traen su modelo de colectivización del transporte. Los seguidores aplauden y, terminado el mandato te das cuenta de la artimaña, de las reparticiones y comisiones.
“Un poquito para atrás”, suficiente para encontrar las Banderitas, Onatrate, la Omsa, los Pollitos y el Metro, etc. El Metro sigue vivo, pero en franco deterioro.
Los proyectos, van empeorando los taponamientos en lugar de reducirlos. En vez de eliminar vehículos, aumentan las chatarras en las calles. ¿Por qué? Porque el caos es un negocio rentable.
Contratan servidores públicos para hacer una doble función, trabajar en el transporte colectivo y en paralelo ser choferes de carro de concho. ¿Cómo es que no saben que hay un choque de intereses?
Los proyectos deberían, además, superar la simple compra de autobuses, de lo contrario, el fracaso perseguirá a los gobiernos de turno.
Cuarto
Educación vial. Parejo con lo anterior, debería crearse un programa de educación vial desde la educación básica. Los niños son los ciudadanos de mañana, estarán al volante en poco tiempo, educarlos los hará ciudadanos ejemplares y conductores prudentes.
El sistema de educación israelita incluye la materia de educación vial desde el principio hasta el final, son testigos los que han visitado a Israel.
A corto plazo, el costo político podría ser alto. Si resiste las envestidas de los sindicalistas –dueños del país— la oligarquía –sanguijuelas empresariales– y el oportunismo politiquero, a mediano plazo cobrará con creces. Por ello, la clave está en la voluntad política y la consistencia.