Puesto que su guionista, director y actor principal es un hombre muy educado, la película “La vida es bella” contiene importantes reflexiones además de ofrecer un ángulo cómico y ligero a lo que fue la vida en los campos de concentración en los años 40 del siglo pasado. Muy al principio, en la escena entre el personaje central, un camarero, y su cliente escuchamos frases y demostraciones maravillosas sobre la significación de una actitud de servicio que ahora me parecen relevante de cara a la actualidad noticiosa en los Estados Unidos.
El 17 de junio pasado se cumplieron 50 años de un robo menor en la sede de la campaña demócrata en Washington, una información tan anodina en sus momentos iniciales fue relegada a páginas no importantes de los periódicos. Sin embargo, el periódico Washington Post siguió esa información con tanta auto exigencia, determinación y fuerza que terminó motivando la condena en justicia de varios altos funcionarios gubernamentales y la propia renuncia del presidente cuya reelección se buscaba apoyar con ese hecho delictivo.
El sentido de servicio al pueblo, a la democracia y a la institución de la Presidencia que tenían los que quisieron ofrecer una explicación edificadora de los hechos fue un aporte que todavía estamos cosechando.
Al caso de Watergate se le recuerda como un escándalo extraordinario que se mantuvo en la mira del público durante más de dos años, al punto que, a pesar de que originalmente se trataba únicamente del nombre del edificio donde estaban situadas las oficinas centrales de la campaña demócrata (y el apartamento donde vivía John Mitchell, posible ideólogo de todo este asunto), el sufijo “gate” ahora es comúnmente añadido a los casos que generan atención intensa por un lapso largo de tiempo. Pero, más que el ruido, lo importante en este caso fue la calidad de la dedicación al servicio de la información.
Justo en el aniversario del inicio de esa gran labor informativa, un grupo de congresistas empezó a hacer pública otra cruzada: la de la investigación rigurosa y ética del regalo de reyes que recibió la humanidad en enero del 2021, el oprobioso ataque al Capitolio de los EEUU. Como no se trata de periodistas ni de sistema judicial, el área de competencia de este servicio informativo es diferente, aunque igualmente debe ser tendente a edificar al propio país primero y a la humanidad entera después sobre cómo evitar, contrarrestar y eventualmente dar pie a una persecución en justicia de un ataque a una institución pública: el Congreso y el edificio que lo alberga.
En medio siglo es mucho lo que se ha avanzado en términos de investigación y de distribución de la información. Si antes el servicio se ofreció a base de difusión de información procesada en máquinas de mecanografiar y plasmada en rotativas, ahora se cuenta con grabaciones digitales, luces, servicios de edición, transmisión por vías que no existían antes y muchísimo más apoyo estético que antes. Los ingredientes principales: el sustento ético, el respeto por el profesionalismo y el afán de institucionalidad siguen inamovibles. No se trata de ser repetidores de denuncias o alabanzas, se trata de un servicio a la democracia. En ese contexto, la escucha a las voces interesadas en defender a los organizadores del ataque y sus perpetradores es tan necesaria por un sentido innato de justicia como para poder responder a los males que ellos evidencian.