Un comercial de Apple intenta retratar una voz en off en un consultorio médico y va anunciando los estados de salud de los individuos mientras están estupefactos ante aquella voz. La primera pregunta que uno de ellos es ¿Cómo sabe esa información? Ávidamente responde la voz en off, “ustedes comparten sus datos de salud”, una persona con medio rostro descubierto, y el resto detrás de su celular, parece sonreír y clausura a la voz en off del acceso de información.

No nos engañemos, por más interesante y astuto el comercial, no deja de ser irónico porque Apple es uno de los grandes en el comercio de datos personales y, a su vez, promueve una actitud de protección – quizá muy tarde a estas alturas. Quizá lo más interesante que resulta del comercial como tal no es tanto el producto comercializado, sino que la voz en off proyecta un sistema de lenguaje capaz de derivar nuevas formas de interacción respecto a informaciones que va sintetizando en la vez de su desarrollo. La ausencia de prudencia y reflexión brillan por su ausencia.

El gran alcance e interés que ha vuelto a despertar la inteligencia artificial es fascinante, como primeros ante aquello que ya existía – de una manera u otra. Sobre lo que pensamos y como lo hacemos, este desarrollo actual de la IA es, sin lugar a dudas, un cambio transcendental del paradigma incluyendo, pero no limitado, respecto a lo que pensamos y hacemos. Quizá la forma, el momento y lo que ha supuesto este paradigma provoca unas reflexiones de cómo lo pensado y como pensamos se vea retado, para bien o para mal ante esta nueva generación de la IA.

Para ser más claros y directos, toda posición frente a la IA, pública o privada, es de no dejarnos llevar por la corriente del paradigma. Incluso así cabe la pregunta de qué supone dejarse llevar, o no, por la corriente. Los parámetros en la realización de la inteligencia artificial, en un abrir y cerrar de ojos, pudo iniciar la obsolescencia de ciertas funciones, tareas y profesiones; incluso de poder imaginarse escenarios de precariedad. Sin pensarlo, se dispuso el inicio de un futuro que no está del todo claro y que no sabemos del todo hasta donde llegará porque ese futuro podría ser apreciado solo por la propia tecnología que hemos creado la cual nos reta con dejarnos atrás con un salto. Esta incapacidad de pensar el desarrollo, o de lo que puede ser del todo capaz este sistema es la diferencia entre este umbral de la nueva revolución tecnológica de otras anteriores.

Tampoco no es para adelantarnos a una ilusión de que puede ser, dado que hasta ahora – vista en forma cruda no es más que la sintetización programada de la actividad humana hasta ahora que, más o menos, es relativamente convincente. Dicho esto, creo que la voz de alarma no es más que una forma de lanzar un cable a tierra y pensar mejor sobre esto y qué es capaz de hacer de cara a dónde nos podemos dirigir.

No se trata de retratar el distópico ideal de la película Terminator, de Yo, Robot o bien de Matrix, aunque el pensarlo tampoco es una pérdida de tiempo. Nunca, en tan poco tiempo, el pensar sobre lo que hacemos pudo ser igualado por una de las creaciones humanas, incluso ser superadas, creaciones que pueden a su vez crear en el lenguaje informático. Es este hito de la “superación” donde la reflexión se hace necesaria pre-ocuparnos de lo que es la IA de manera más seria y menos en lo que podría ser capaz a lo que puede ser capaz: solo de esta forma podremos pensar sobre lo no pensado en relación con la IA.

¿Por qué pre-ocuparnos? Uno de los problemas de la IA radica en el paso irreflexivo de la tarea humana a solo ser consumidor de dicha tarea. La frase “la práctica hace al maestro” no está carente de significado. Un problema de las nuevas tecnologías en esta generación de IA es que ha convertido los procesos más opacos, o por lo menos más lejanos para nosotros, a pesar de un alto nivel de rendimiento. La facilitación o comodidad de las nuevas tecnologías, por ejemplo, el caso de la primera generación IA, nos alejó del proceso de la realización de las tareas y el constante perfeccionamiento de aquella, por lo menos la absorción de esta.

No solo se corporativiza un proceso reflexivo y formativo, también se sintetiza dicho procedimiento en algo que nos mueve para que nos acomodemos. Si desde la tradición ilustrada, incluso ante las nuevas facetas de la psicología y la ciencia conductual, la capacidad de transformar la naturaleza irracional y empujar el estado de cosas más lejos es parte de la característica del ser “ser-humano”. En otras palabras, que lo no pensado pueda ser pensado y materializado por medio de la transformación en la síntesis del trabajo, la formación y el aprendizaje.

Otro tema, no menos importantes, es que la ley de Moore convierte el desarrollo tecnológico en una competencia impensada donde el desarrollo está más cerca del resultado que la reflexión al respecto. La Ley de Moore indica que, por lo menos, cada dos (2) se acelera el número de transistores que incide en el desarrollo tecnológico, es decir, es más rápido el salo tecnológico. Esto se puede reflejar en los modelos actuales de la faceta de la IA están los modelos de lenguajes de aprendizaje que, en poco tiempo, su desarrollo ha sido exponencial y poderoso. Por ejemplo, el avance de GPT, 3 y 4, supuso un ámbito de paradigma y un avance sin precedentes en la forma de aprendizaje mediante modelos amplios de aprendizaje lingüísticos, esto avivó más la competencia para que tanto Google (Bard) y Microsoft pusieran sobre la marcha su propio sistema. También con China con su modelo InternLLM; o Meta con MusicGen.

Lo anterior abre puertas a otros problemas relacionados con la IA que se deben, en gran medida, con aspectos éticos y la transparencia. Suena a ciencia ficción, pero, es anécdota. La ausencia de lineamientos claros para el acceso y comprensión de los algoritmos sobre los cuales se construye el sistema, la no comprensión de los saltos en la eficiencia de la generación o sintetización de información, incluso la ausencia de saber cómo obtiene los datos de lugar.

De hecho, no hay forma de prever en la estructura de estas herramientas la protección frente al uso de los datos y la forma de obtención. Esta parte es clave en lo que implicaría las políticas públicas sobre IA o regulación, en una economía basada en el capital de datos, la protección de estas se hace más y más necesarias debido a las bases que ofrecen en sus servicios la distribución de bloques de datos.

La ausencia de transparencia o de marcos de referencias éticas supone problemas geopolíticos por igual. Las relaciones de poder bélicas resultan ser más costosas por el personal necesitado y la movilización de equipos para el personal militar. Ante la ausencia de fronteras en el salto brusco de IA, la industria de la guerra tiene para darnos un sombrío futuro que no supone una reducción de las hostilidades, sino un incremento por el abaratamiento de los costes.

El problema de la IA y de poder tirar cable a tierra se basa en poder abrazar una porción del pastel de la certidumbre. La certidumbre es posible en la medida que repensemos lo que es el desacelere y comprender lo que hacemos con el conocimiento que se genera. Esto marca una diferencia crucial de cara al presente y el futuro que traerá a un nuevo presente con cosas distintas que retan las fronteras del desarrollo. Puede que sea una elección entre el decrecimiento o la desaceleración, pero, no hay incentivos para ninguna de las dos, nadie quiere dar su brazo a torcer. Así, la mejor compañía es la prudencia y la reflexión constante para entender lo que entendemos que creemos que hace estos sistemas de IA para un mejor presente y un grandioso futuro.