El poder del lenguaje cuando el lenguaje es ley.
“Mujeres en Afganistán obligadas a llevar burka en público”.
Una noticia basta, una sola línea, para cambiar de los pies a la cabeza el día de millones de seres vivos.
Cuando de una frase sale la fuerza entera del Estado, la frase deja de ser frase y cambia a violencia futura.
El ciudadano individual es frágil frente a la norma, por absurda que esta sea. Y la norma absurda, hecha a la fuerza, vuelve absurdos a los humanos y sus entendimientos y necesidades mínimas.
“Las mujeres que no son ni demasiado jóvenes ni demasiado mayores deben cubrir su rostro cuando se cruzan con un hombre que no es miembro de su familia”, dice la nueva ley de Afganistán.
Violentamente se aleja la violencia sobre las ancianas mujeres: las “mujeres demasiado mayores” pueden salir sin burka.
Un soldado en Ucrania, profesor, sigue dando clase a través de su móvil, lunes y martes.
Los demás soldados le permiten que se ausente de la guerra en los días y horarios de clase.
No morí porque estaba enseñando, podrá decir este profesor, que un día u otro, en el futuro, podrá tener esta terrible suerte.
Las clases se dan por teléfono y el profesor, con casco, camuflado y con metralleta, tiene todavía delante un cuaderno de colores de un azul que, por allí, en la vida real, no existe.
En la guerra, todos los colores son oscuros –precaución y secreto no quedan bien en azul.
Imagino trincheras hechas para enseñar idiomas, de una trinchera a la trinchera enemiga: aprender la lengua del enemigo para hacer de él menos enemigo.
El pensador podría decir: aprendo tu lengua para fundar la amistad, pero las lenguas y la vida no son tan sencillas, ya se sabe.
Aprendemos el idioma del otro por muchos motivos, rara vez por compasión.
“El ruido de explosiones no afecta las clases”, dice el profesor que compara ese ruido con “el de un tractor”.
Un motor que funciona y una explosión no tienen el mismo timbre ni la misma intensidad, pero todo lo que perturba la enseñanza es enemigo de cierta lucidez, dice alguien.
Fedir Shandor, el profesor, soldado voluntario en Ucrania, da clases en la Universidad Nacional de Uzhhorod, en el grado de turismo.
Venid a ver lo bello, venid a ver lo feo.
Clases de turismo: venid a ver lo bello; clases de tragedia: venid a ver a los humanos.
En Buzova, en Ucrania: 15 mujeres embarazadas han logrado escapar de un hospital que poco después fue bombardeado.
Hay fotos – pero una frase basta.
Una mujer embarazada huye de un bombardeo como si de allí, intacto y entero, saliera un ejército. “No creíamos que esto fuera posible”, murmura alguien.
En Francia, se cometen robos con los ladrones apuntando agujas a quien pasa.
El miedo va cambiando de utensilios, pero no cambia su materia central.
Quiero vivir, dice alguien. Sin embargo, a su alrededor, pocos escuchan – ya que cada uno se repite lo mismo: Quiero vivir, y eso me basta.
Hay también un desfile de tropas y armamento que recuerda desfiles asustadores en los que después de la guerra soldados avanzaban orgullosos, sin piernas o brazos, levantando lo que podían a quienes ya no los reconocían.
“Hitler tiene sangre judía”, dice un importante ministro ruso.
Operaciones estéticas fallan y hombres y mujeres se deforman en lugar de volverse bellos.
“Rescatados 34 migrantes que llevaban cuatro días a la deriva en el mar Mediterráneo”.
Los humanos a la deriva son rescatados por embarcaciones sólidas, con agua potable, alimentos y largos formularios.
Los migrantes no saben escribir, pero tienen sed –dice alguien o podría pensar alguien.
“Astrónomos están intentando decirles a los extraterrestres dónde está la Tierra”.
La Tierra todavía no ha elegido a sus representantes, y ese es uno de los problemas. ¿Quién representa al planeta entero?
Y la Tierra todavía no sabe si está lista para salvar o para ser salvada –o si solamente quiere hablar, cotillear y charlotear con otros planetas habitados.
Se discute si será bueno que la Tierra sea encontrada por seres superiores.
Ellos pueden ser malos o buenos.
Sabemos poquísimo de los humanos, mucho menos de los otros.
15 mujeres embarazadas han escapado de un hospital bombardeado.
34 migrantes han sido rescatados en el mar Mediterráneo.
“Las mujeres que no son ni demasiado jóvenes ni demasiado mayores deben cubrir su rostro”
El ruido de las explosiones no afecta las clases.
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Traducción de Leonor López de Carrión. Originalmente publicado no Jornal Expresso