Escuchamos a menudo esta expresión que es utilizada a nivel coloquial en varios países latinoamericanos. Aunque tiene enfoques diversos mantiene una semántica similar.
Se podría emplear para describir las sensaciones que nos provocan un paisaje, un lugar, un hogar, una expresión artística, etc. En el plano material, hace simplemente alusión a experiencias que resultan gratificantes a nuestros sentidos.
A nivel social, resulta muy grato el compartir con quienes tienen buenas vibras, mientras que con los que no, se requiere cierto esfuerzo para tolerarlos. Los animales perciben ese tipo de vibraciones y ocasionalmente animales peligrosos se han comportado con docilidad frente a determinadas personas por sus buenas vibras.
Hay quienes relacionan este concepto con las teorías orientales del karma, señalando que las buenas vibras atraen buenas experiencias y las malas serían lo opuesto. Algunos cristianos rechazan este término, sin embargo, estas expresiones culturales difieren poco del sentido de las enseñanzas cristianas.
Con malas acciones podríamos acumular mucho dinero, pero el efecto búmeran de nuestros actos, siempre traería sobre nosotros situaciones que nos impedirían disfrutar de lo que consigamos. Aunque pudieras disponer del mundo a tu antojo, si te acompañaran malas vibras, podrías lamentar tu existencia.
El término de “vibra” también guarda relación con las vibraciones en el terreno de la física. Hoy sabemos que todo lo que existe vibra. La materia está constituida por átomos y éstos a su vez se encuentran formados por un núcleo de protones y neutrones, presentando órbitas en las que giran los electrones. Esos electrones funcionan de forma que empezamos a conocer hace relativamente poco tiempo, pero tenemos claro que los átomos no son inertes y están constantemente en movimiento o vibrando. Puedes ver y tocar a un muro pareciéndote un elemento estático, pero siempre estará en movimiento, aunque no puedas percibirlo.
El electroencefalograma nos ha permitido descubrir que nuestros pensamientos generan energías, mientras que experimentos de la mecánica cuántica nos han llevado a plantearnos que esas ondas vibratorias mentales, interactúan con la materia u otras energías (experimento de doble hendidura), lo que sugeriría que nuestra mente podría controlar la materia. Aunque lo anterior lo dijeron hace milenios muchos maestros (entre ellos Jesucristo), recién empezamos a encontrar en la ciencia la posibilidad de una explicación racional.
Si analizamos las diversas culturas manifestadas en nuestro planeta, incluyendo la Biblia, podríamos hacer una síntesis de elementos comunes entre ellas: se nos señala que, aunque vivimos en un mundo material, su comienzo se sitúa en la energía y una energía pensante (no al azar). La energía permanece siempre, aunque se transforma, pero la materia es temporal y como tal tiene el tiempo contado. Se nos ha dicho que nuestra esencia es muy superior a lo que estamos manifestando en la actualidad, pero que, si nos disponemos, podemos lograr un desarrollo de capacidades que ahora ni siquiera soñamos. La ciencia y la tecnología nos han permitido una gran cantidad de conocimientos y cuanto más conocemos, más descubrimos que nos falta mucho por aprender. Aunque muchos pensadores orgullosamente creen que ya lo saben casi todo.
Einstein postuló que la materia se puede convertir en energía y viceversa, considerando que la materia es energía potencial. Luego somos energía manifestándose en diversas longitudes de ondas o frecuencias (vibraciones). Como la energía no se destruye (Lavoisier), al morir dejamos de activar nuestro cuerpo, pero nuestra energía simplemente se transforma (cambio vibratorio), si asumimos que nuestra conciencia es un atributo cerebral obviamente desaparecería con la muerte, pero si podemos tener conciencia extrasensorial o extracorpórea, no. Las enseñanzas espirituales nos dicen que, si “despertamos” (nacemos del espíritu), esa conciencia se mantendría y experimentaríamos la muerte como una transición y no como el final. Como seres energéticos, estamos en vibración constante, si pudiéramos controlar voluntariamente esas vibraciones, serían muy pocas las limitaciones que tendríamos. Y se nos dijo que podíamos hacerlo si teníamos fe. En verdad, este párrafo recoge algunas de las más grandes enseñanzas de la humanidad.
Nuestros pensamientos por sí solos, podrían provocar inmensas transformaciones en el mundo, si pensamos correctamente. Esto solamente lo podemos lograr accediendo a nuestro más alto nivel de conciencia por lo que cuando nos alejamos de Dios, también renunciamos a nuestras facultades superiores. No podemos encontrar nuestro potencial más evolucionado en los niveles más bajos de nuestra existencia.
Las vibraciones positivas ayudan a nuestros: cuerpos, mentes, seres queridos, animales, plantas y a todo el planeta, aunque podría no ser fácil mantener siempre la misma calidad de frecuencia vibratoria, pero es preciso intentarlo. Las religiones, bien utilizadas, son un importante instrumento para desarrollar las buenas vibras.
Se han realizado interesantes investigaciones de cómo nuestra vibración afecta a nuestro entorno y con los progresos tecnológicos cada vez hacemos más descubrimientos interesantes de lo impresionante que son nuestras capacidades.
Actualmente disponemos de la información suficiente para tomar buenas decisiones, nuestra civilización puede y debe realizar un salto cuántico en su evolución; para poder, lo primero que necesitamos es proponérnoslo. No tenemos muy clara la meta, pero sí el camino.