Muchísimos más que no nombra la historia oficial y oficialista, larvaron la noche con su clandestina voluntad de claridades”.  (Margarita Cordero).

Doña Brunilda Soñe

En la edición correspondiente al 26 de abril de 1947 del periódico “Juventud Democrática”, órgano de propaganda de la organización política del mismo nombre, se encuentra la siguiente reseña noticiosa:

La Srta. Brunilda Soñé, encarcelada en La Vega.

RECLAMAMOS LIBERTAD DE NUESTRA VALEROSA COMPAÑERA

Ha sido encarcela en La Vega, de la manera más brutal y arbitraria, nuestra compañera, Srta. Brunilda Soñé, quien durante mucho tiempo ha venido desarrollando una lucha firme y consecuente en pro de la democracia de nuestro pueblo.

Pero el atropello no termina aquí. La Señora América de Pérez, tía de nuestra compañera, también ha sido encarcelada y sometida a los tribunales donde fue sentenciada a la injusta pena de un año de prisión. El Señor Emilio Pérez, tío de nuestra compañera, también fue sometido a la acción de la justicia, recibiendo sentencia condenatoria de dos años de prisión.

La injusta prisión de Brunilda Soñé, y de su tía América de Pérez, ha levantado una ola de indignación popular y ha provocado así mismo la enérgica protesta de las organizaciones democráticas continentales.

Los sectores juveniles dominicanos, las mujeres dominicanas, deben pedir la inmediata libertad de estas dos valerosas luchadoras cuyo único DELITO ha sido el de sustentar altos ideales democráticos.

Nuestra JD, de manera especial y enérgica, reclama la libertad de Brunilda Soñé y de América de Pérez”.

Han transcurrido casi ocho décadas desde entonces- prácticamente cuatro generaciones, si se sucede una cada 15 años según teorizara Ortega Gasset- y para muchos, por tanto, incluso de los que hoy peinan canas, el nombre de Brunilda Soñé puede que no resulte conocido ni llamativo.

Como anunciara al principio de nuestra columna próximo pasada, ayer, felizmente, cumplió cien años Doña Brunilda, ¡precisamente en el día internacional de la mujer!

Y como no se tiene siempre el singular privilegio de que una heroína nacional alcance un siglo de existencia, creo un deber de gratitud patria, que ésta feliz ocasión no pase desapercibida. Acontece, además, con Doña Brunilda, eso que ocurre con los que verdaderamente tienen méritos: que no lo pregonan ni lo invocan; que más bien se sonrojan cuando se le reconoce su valía, porque nunca han reclamado homenajes  ni se han agenciado en la sombra galardones ni  retribuciones. Hicieron lo que hicieron por convicción y amor patrio  y en  ello han  cifrado  siempre  su honor y su gozo más pleno.

Pero su nombre, como el de Minerva Mirabal, Gilda Pérez, Josefina Padilla Deschamps, Carmen Natalia Ramírez, América Pérez, Sobeya Almonte  y todos sus compañeros de la Juventud Democrática, está grabados  con huellas indelebles en los tormentosos anales de la lucha contra la tiranía trujillista, como  lo están todos los que a lo largo de nuestras vicisitudes patrias, antes, durante y después del ominoso paréntesis tiránico, han servido bien a la patria cuando reclamó los más heroicos sacrificios.

1.- Una infancia signada por las afrentas de la dictadura trujillista

¿Pero quién es Doña Brunilda Mireya Soñé Pérez y cuáles- aunque resumidos- sus invaluables aportes a la lucha antitrujillista? El testimonio oral que junto a Doña Gilda Pérez ofreciera al Archivo General de la Nación el 4 de agosto del año 2006, resulta una fuente histórica de primera mano para conocer a profundidad su trayectoria, vicisitudes y luchas junto a sus compañeros de militancia.

Nació en Jarabacoa, provincia de La Vega, el 8 de marzo de 1924. Su madre, parte de una familia desafecta al régimen, era profesora y de  ella recibió las primeras luces de la enseñanza. Pero a un desafecto le estaba vedado tener empleo en el gobierno y su madre fue despedida, dejándola junto a sus pequeños vástagos, expuesta a inclementes precariedades económicas, pues su padre, en aquellas circunstancias, había abandonado el hogar.

Pero no terminaría ahí la saña trujillista contra aquella humilde familia. A su tío, propietario de dos camiones le llamaron un día, invocando una orden de Trujillo, para que pusiera los mismos, gratuitamente, a disposición del tirano en la construcción de un tramo carretero en Jarabacoa, solicitud a la que se negó dos veces, argumentado que disponía solo de ese recurso para ganar el sustento de sus hijos. Eso motivó su brutal asesinato, lanzándole al despeñadero por una de las estribaciones de Constanza.

Ser desafecto al régimen era motivo de indecibles inconvenientes  y su madre, se vio precisada a emigrar a la Vega, quedando los cuatro hermanos distribuidos en distintas familias ante las carencias existentes en la época. A Rio Verde, Cutupú, llegó Brunilda, cursando allí el tercer y cuarto curso de escolarización primaria en la Escuela San Lorenzo.

2.- Otro abuso que acrecentó su rabia de adolescente contra la tiranía

Fueron los días terribles de la matanza haitiana de 1937, experiencia trágica que marcó vivamente a Brunilda en plena adolescencia, acentuando su rabia antitrujillista. Un nonagenario nacional haitiano, encorvado por los años y los achaques, tenía un puesto de frituras próximo a su casa. Al pasar hacia la escuela, Brunilda le obsequiaba con pedazitos de queso y, él, a su vez, reciprocando el gesto noble, al retorno de la escuela le agradaba con algún trozo de batata horneada o cualquier otra cosa que le ayudara a mitigar el hambre. Y así fue creciendo su cariño hacia el bondadoso anciano.

Pero un triste día, hacia octubre de 1937, que Brunilda no quiere recordar, no vio más al frágil ancianito como tampoco a sus vecinos haitianos. ¿Qué había pasado? ¿Por qué reinaba la desolación y estaban abandonados los humildes techos de palma y techados de yagua que antes servían de cobijo a sus honrados y laboriosos vecinos?

En aquel denso ambiente de temor y silencio, su madre le explicó que a unos se los habían llevado y otros salieron despavoridos ante la matanza brutal ordenada por Trujillo.

Y así se fue robusteciendo su conciencia de que en aquel régimen de oprobio la vida valía poca cosa, como lo había visto a través del ejemplo de su vecina, la farmacéutica Floralba Bencosme, a cuyo esposo había victimado la tiranía poco tiempo antes en sospechosas circunstancias, en la provincia de Moca.

3.- Los años de la militancia en juventud democrática y apoyo al PSP. Tiempos de sueños libertarios, lecturas edificantes y amistades nobles

No eran días para reparar en muchos distingos ideológicos. Contaba, ante todo, un único común denominador: la lucha contra Trujillo. Y Brunilda se sintió motivada por los militantes del Partido Socialista Popular, nombre nuevo con que salían a la luz  los militantes del clandestino Partido Democrático Revolucionario Dominicano (PDRD), decididos a enfrentar la fiera en su propia madriguera.

Y se sintió impulsada a colaborar ante el llamamiento que a través de “El Popular” hiciera uno de sus dirigentes, Ramón Grullón, pidiendo apoyo solidario para sostener su medio de propaganda. Brunilda se hizo responsable de distribuir el periódico en La Vega, que unas veces buscaba a la capital y otras le llevaba a La Vega el Dr. José Espaillat.

Comenzó a recolectar colaboración entre sus amigos, entre ellos Minerva Mirabal, su querida amiga, a quien conoció a través de Emma Rodríguez, y quien le ayudada con $2.00 y con igual cantidad Cristóbal Gómez Yanguela, la misma Emma, entre otros, logrando reunir entre 14 y 15 pesos que llevaba religiosamente a la calle Duarte No. 10, donde operaba en local del PSP.

En sus visitas a Santo Domingo pudo apreciar el trabajo de aquellos jóvenes entusiastas, que amaban la libertad y luchaban por la clase obrera, entre ellos, Manuel Mena Blonda, José Ramón Martínez Burgos,  Félix Servio Docoudray, Pericles Franco,  Julio Raúl Durán,  Ramón Grullón, Francisco Alberto Henríquez Vásquez (Chito), Cocuyo Mieses,  entre otros y conoció de cerca a Mauricio Báez y a Freddy Valdez, cuyo ejemplo de integridad y compromiso calaron hondo en su conciencia despierta.

Fueron ellos quienes le animaron dirigirse a la casa- librería de la poetisa Carmen Natalia Martínez Bonilla, en la Arzobispo Nouel No. 33, que operaba como sede de la Juventud Democrática, exhortándole a afiliarse a la misma  y a formar en La Vega la primera célula de aquella valiosa organización, mérito que cabe a Brunilda, quien comenzó a reunir a los  primeros adherentes en la residencia de su tía América de Pérez, siendo ellos, como se explicara en la entrega próximo pasada de esta columna, José Delito Guzmán y  su hermana Rosa, Mario Fernández Muñoz y otros valientes jóvenes que, bajo el esquema de organización trinitaria, organizaron la lucha en ciernes.

Gracias a los contactos con los dirigentes del Partido Socialista Popular y Juventud Democrática, pudo Brunilda acercarse a la lectura de textos fundamentales que le permitieron acrecentar su formación política y conciencia libertaria. ¿Cómo olvidar a Batista, aquel vibrante joven, que luego sería asesinado salvajemente en avenida Mella,  apasionado lector que le prestó “El Quijote?”.

Y fue a través de aquellos compañeros extraordinarios, que conoció el pensamiento de Lenin, la historia de la Unión Soviética y leería con ímpetu juvenil “La Madre”, de Máximo Gorki”, que prestó a su amiga Minerva Mirabal, a quien le llevaba sus ejemplares de La Juventud Democrática y de “El Popular” y quien, con su avanzada conciencia política, tras calibrar la calidad de sus lecturas e ideales, le expresó sin ambages: “ ¡Tú eres comunistoide!”.

¿ Y cómo olvidar, por cierto, aquel gesto admirable de su entrañable Minerva, quien le obsequió con amable dedicatoria un ejemplar de “ La Vorágine”, de José Eustasio Rivera, acompañada de aquella expresión que le marcó para siempre: “ El título de esta obra se me parece a ti, conocedora del talante  activo y decidido de Brunilda.

4.- Y comenzaron los asedios, los encarcelamientos y las vejaciones

Y a poco de su manifiesta militancia, comenzó, como era de esperarse, la persecución y el asedio contra su persona, su casa y su familia. El comandante policial de La Vega, Arcadio Rodríguez, se trasladó con su cohorte hasta la casa de Doña América y Don Emilio, donde residía Brunilda, allanando la misma,  llevándose sus libros y pertenencias y haciéndole presos. ¡

¡Cuánto dolió a Brunilda que entre sus libros, se llevaran aquel ejemplar de “ La Mañosa”, de Juan Bosch, amigo de su tio Tilito, y a quien conoció en Rio Verde, como más hiriente fue para ella la expresión de los despiadados agentes: “ no debería ser La Mañosa, sino el mañoso, pues el mañoso es él”, refiriéndose a Bosch.

Y fue llevada hasta la Fortaleza del Ejército, en La Vega,  donde guardaba prisión, entre otros, el  Capitán del Ejército Eugenio Generoso de Marchena. Al Capitán de Marchena ya le conocía, pues junto a otros jóvenes veganos, compañeros de ideales, tuvo la valentía de visitar los presos políticos, con todo el riesgo que entrañaba aquella decisión. De Marchena, a través de agentes de confianza, recibía mensajes en que le anunciaba, ya en prisión, de la proximidad de sus interrogatorios.

Fue su primera, de las muchas veces en que fue apresada. Por aproximadamente un mes estuvo Brunilda en inmundo calabozo, plagado de mosquitos y  olores nauseabundos, con el piso por cama y con su ropa interior por única cubierta, la cual se ponía en su cara para esquivar en lo posible las picaduras. A propósito, la obligaban a compartir celdas con prostitutas que proferían obscenidades.

Tenía por único desayuno una taza de té de guanábana con un pan duro y por almuerzo un insulso pedazo de arepa, pues nunca llegó a su boca la comida que enviaba su familia y que se repartían cual lobos famélicos los esbirros carceleros.

Le acosaba con engañosas insinuaciones amorosas el comandante del ejército en La Vega, El Capitán Adolfo Frappier (Boy), con su temible prontuario de atropellos en el sur. Era para probar la entereza de aquella dama de hierro y  lograr las confesiones y delaciones que no pudo obtener nunca.

Y luego vendría la farsa de juicio en el palacio de justicia de La Vega y las acusaciones más peregrinas. Hasta allí, desde la cárcel, era conducida a pies junto a sus compañeros, para extremar así el escarnio público como “apestados” de la tiranía imperante.

Y entre dolor, rabia y estupefacción, pudo escuchar cuando cuando se le acusaba de recibir ametralladoras enviadas por Félix Servio Docoudray, las que supuestamente serían entregadas a los compañeros. ¡Ella que nunca había manipulado siquiera una pistola de juguete!

5.- Y tras la primera liberación, la humillación de tener que hablar a favor de “El Jefe” y la visita de su primo Manuel de Moya Alonso,  que rehúsa, siendo apresada nuevamente y traslada a la Fortaleza Ozama

Poco después de aquella primera prueba de fuego, llegó el comandante policial Arcadio Rodríguez hasta la casa de Brunilda, en Cutupú. Era portador de un requerimiento humillante: estaba convocada para hablar en un mitin de lealtad al tirano, que en una nueva farsa electoral asumió el poder para el período 1947- 1952. Era ya el fin del fementido “interludio de tolerancia”, que en la práctica no fue más que una taimada estrategia del tirano para identificar a sus opositores.

Ya el guión estaba listo, preparado por el intelectual vegano Diógenes del Orbe, que luego terminaría siendo asesinado por la dictadura. Pocos momentos han sido más tristes y humillantes para Brunilda: tener que fingir lealtad al sátrapa, cuyo régimen detestaba desde lo más profundo de su ser.

Acompañado después de dos prestantes ciudadanos de Santiago, llegó hasta su casa su primo segundo  Manuel de Moya Alonso, para invitarla a un sancocho que se ofrecería en casa de dichos señores en honor del Jefe. Brunilda rehusó la misma, lo que valió una nueva prisión y su posterior traslado a la Fortaleza Ozama en un jeep descapotado.

Allí se encontró de frente, entre una montaña de papeles infamantes, con Federico Fiallo, César Oliva García, Fausto Caamaño y otros prestantes agentes de la tiranía, que iban interrogando en serie a todos los detenidos, entre ellos a su querida Minerva Mirabal, a la amiga de esta, Violeta Martínez, de San Francisco de Macorís y muchos otros compañeros de lucha.

Todos los días tenía que reportarse a la fortaleza y, a tanto llegó la tiranía en su asedio hacia ella, que a su tio Moisés Soné le exigió la denigrante tarea de presentar todos los días un reporte de las andanzas de su sobrina, reporte que Brunilda le ayudaba a realizar, aunque por supuesto, purgando el mismo de informaciones distorsionadas.

6.- ¡“Asílate, Brunilda, que te van a matar”, le dijo Minerva Mirabal

Ya declinaba la década del 1940. La represión se había hecho más generalizada y temible, apresando, deportando y torturando a cuantos tuvieran algún tipo de vínculo con las expediciones de Luperón y Cayo Confites. Caían asesinados meritorios dirigentes, como fue el caso, de Freddy Valdez, y fueron descabezados y desarticulados  a fuerza de represión,  los grupos que sobrevivían en la clandestinidad, tras su ilegalización por el régimen a mediados de 1947.

Al conversar con su entrañable amiga Minerva Mirabal, esta le relató de sus sinsabores y vicisitudes, especialmente su desazón indecible, cuando, a contrapelo, junto a su familia, asistió al famoso baile ofrecido por Trujillo, ocasión  en la que, tras invitarle a una pieza, intentó apretarle la cintura, lo que inmediatamente rehusó Minerva, desairando con entereza las pretensiones de quien se creía dueño de vidas y bienes.

Fue Minerva, quien le susurró al oído: “¡Asilate, Brunilda, que te van a matar!”. Despuntaba el año 1950 y  la represión se había recrudecido a niveles indecibles. ¿Pero cómo hacer viable tan arriesga empresa? Se acordó, entonces, de que su primo Manuel de Moya Alonso le había ofrecido un empleo. Fingió ante los agentes de la tiranía que estaba dispuesta a aceptar la oferta, como forma de asegurarse una mayor libertad para preparar su exilio.

Y así, con el agente Villalona, asignado para vigilarle,  se trasladó a La Vega, fingiendo que quería ver a Manuel Moya, a quien no encontraron. Y luego a su residencia de Santo Domingo, en la calle Espaillat,  y tampoco. Se fue ganando la confianza de Villalona, quien le fue permitiendo cierta libertad de movimientos desde la casa de su abuela, donde se alojaba.

Obtuvo, por mediación de su amiga, Rumanía Minaya, la dirección donde se alojaba su hermano Tantán, en Venezuela, situada entonces en la Avenida Independencia esquina Hermanos Deligne. Pero allí se encontró a 28 solicitantes, entre ellos sus amigos Pericles Franco, Julio Raúl Durán, José Espaillat, los hermanos Docoudray, entre otros, que esperaban el otorgamiento del asilo, por lo que, para no hacer más complicada la situación, decidió buscarlo   en la Embajada de México, cruzando el hotel Jaragua.

Haciéndose pasar por turista, atravesó el Jaragua como un relámpago, hasta la Avenida Goerge Washington, burlando el acecho de cuatro agentes de la tiranía y llegó hasta la Embajada de México. Allí le recibió un funcionario diplomático apellido Alabarda. Tras complejas conversaciones y obtenerse la autorización del presidente de México Miguel Alemán, le fue otorgado el asilo, pero vendría entonces otros problemas.

En el formulario de solicitud de pasaportes era preciso indicar el nombre de tres personas que conocieran al solicitante. Si se escribían nombres de familiares, eran candidatos al fichaje y detención por parte de los agentes del régimen. Brunilda, con su natural habilidad, le dio tres nombres: Arcadio Rodríguez, Manuel de Moya y Adolfo Frappier.

Y luego las peripecias para la obtención del billete aéreo, que de su propio peculio debía sufragar el peticionario. ¡Qué drama! Afortunamente, gracias a tu tía Celina, que trabajaba en el banco Nova Scotia, puedo conseguir los 200 dólares para la compra del billete en una operación que puso en evidencia sus admirables habilidades.

En un ambiente de extrema vigilancia, pudo trasladarse a México, donde conoció a José Almoina, el destacado intelectual español, primero servidor del régimen de Trujillo y luego su enemigo, quien fue asesinado en México en 1960. Allí realizaron manifestaciones públicas  en contra de Trujillo junto a sus compañeros de exilio.

En México contrajo matrimonio con José Arismendi Patiño, miembro de una de las familias que con más entereza y dignidad combatió la tiranía trujillista. José Arismendi sería, años después, uno de los mártires de la expedición del 14 de junio de 1959.

Posteriormente, Brunilda se trasladó a Venezuela, donde fue acogida por la familia de Rafael Minaya (Tantán) hasta la desaparición del tirano, en que pudo retornar a su patria. Doña Brunilda Soñé no ha cejado nunca, en la defensa  sus elevados principios y en sus propósitos de  dignificar la vida de sus conciudadanos con sus acciones y su ejemplo.

7.- Una petición final: ¡reconózcanse en vida los méritos de Doña Brunilda Soñé, Tiberio Castellanos y los sobrevivientes de Juventud Democrática

Ya se dijo al principio de estas notas: ni Brunilda Soñé ni Tiberio Castellanos y con ellos ninguno de los que militaron en la Juventud Democrática, tampoco sus militantes que ya partieron, han procurado nunca canonjías ni reconocimientos.

Pero “honrar honra”, afirmó el gran José Martí. Y es el Estado y la sociedad dominicana, quienes, en gesto ennoblecedor, tiene el deber de reconocerles con el más alto galardón que otorga la patria agradecida.

Para que así refulja más su ejemplo desinteresado y noble; para que se eleve la conciencia patria con estas luminosas trayectorias, que irradian dignidad, patriotismo y decoro.