¿Para qué sirven los datos epidemiológicos si no es para actuar?

El mismísimo Ministerio de Salud Pública, vía su máxima autoridad, Rafael Sánchez, ha informado que en Pedernales se registra un 93% de positividad para el SARS-CoV-2, el virus que provoca la enfermedad por coronavirus o covid-19. El boletín 142 del 7 de agosto de 2020 revela 429 positivos en 591 muestras procesadas, con una incidencia acumulada de 1,225.82 y positividad de 92.77%. Tardío ha consignado dos de seis decesos conocidos en la comunidad.

Esos datos solos, en una provincia de apenas 52 mil habitantes, empobrecida y fronteriza, representan un desastre sanitario, que, a falta de abordajes integrales, manda a una intervención agresiva inmediata desde el nivel central para detener la transmisión comunitaria.

Pero las autoridades no dan señales de vida.

En la provincia aseguran que el MSP se queda corto con sus estadísticas.

Las muestras tomadas son acumuladas para enviarlas por paquete a la capital, y eso toma tiempo. Los resultados llegan 14 y 15 días después, cuando comienzan tratamiento quienes resultan positivos al virus. Y así se alarga la cadena de contagios.    

Familias enteras se han contaminado, el estatal Banco de Reservas tuvo que sustituir su personal y acompañar a los enfermos con gestión de pruebas y asesoría psicológica; Caribe Express fue “cerrado hasta nuevo aviso”; empleados de la Junta Municipal Electoral han salido positivos; el personal de salud y administrativo del hospital provincial Elio Fiallo sufre serias bajas, agravando las viejas carencias. Faltan médicos en todas las áreas, enfermeras, bioanalistas, equipos, unidad de cuidados intensivos, insumos y ambulancias nuevas y bien equipadas, que, al menos, resistan por buen tiempo el trote de los 124 kilómetros de la  carretera ¿camino vecinal? hasta Barahona, donde opera el más cercano centro de referencia, el Jaime Mota. O los 184 kilómetros más si urge llegar al Distrito.

La respuesta a este drama no debería ser facilona, como esa de “la gente es culpable porque no respeta el distanciamiento físico, ni usa mascarilla”. Porque, en el fondo, no es “la gente”, sino determinados grupos de personas. Y no sólo esas son culpables, porque igual o mayor culpa carga la autoridad que teme cumplir con el rol asignado por razones politiqueras o, sencillamente, por displicencia. O desprecio. Pedernales no vende mucho en términos mediáticos.

Además, no le puede pedir buena conducta a un niño que usted malcrió, siendo indiferente ante sus arrebatos y modelándole insensibilidad social. No ha habido inversión en cultura de prevención que motive respuestas correctas de las personas, ni la autoridad (incluida la militar y policial) ha sido consistente con las disposiciones ejecutivas sobre control de la circulación y las aglomeraciones y bebentinas. Ha faltado la gestión de coordinación con todos los sectores, comenzando desde abajo, los más sufridos.

Salud Pública no solucionará la crisis sanitaria “lavándose las manos”, como Poncio Pilato; derivando todas las culpas en los otros. Con ese discurso apuesta al “hemos cumplido, lo hacemos bien”.

No hay mejor apuesta al ocultamiento de la verdad que esa actitud maniquea. Y así no se avanza.

La lectura de esa pose discursiva es: “¡Fúñanse, ustedes se lo buscaron!”. Pero resulta que ese “ustedes” también afecta al grupo de los conscientes, que es la gran mayoría, la que no sale desafiante a pescar el virus y, sin embargo, está en alto riesgo, a la defensiva. ¿A quién importan?

Sería maravilloso y útil para la salud colectiva si la autoridad reconociera sus fallas con humildad. Pero no, “todo está perfecto”. Que el brote siga estacionado en Pedernales, y salga cuando quiera. Sólo queda ese camino de guasábaras.

Porque se trata de los jodidos, los de siempre, mismos que el pensador latinoamericano, periodista y escritor uruguayo, Eduardo Germán María Hughes (Eduardo Galeano, 1940-2015) reflejó en su poema Los Nadies:

“Sueñan las pulgas con comprarse un perro y sueñan los nadies con salir de pobres,

que algún mágico día llueva de pronto la buena suerte,

que llueva a cántaros la buena suerte; pero la buena suerte no llueve ayer, ni hoy, ni mañana, ni nunca, ni en llovizna cae del cielo la buena suerte, por mucho que los nadies la llamen y aunque les pique la mano izquierda, o se levanten con el pie derecho, o empiecen el año cambiando de escoba.

Los nadies: los hijos de nadie, los dueños de nada.

Los nadies: los ningunos, los ninguneados, corriendo la liebre, muriendo la vida, jodidos, rejodidos:

Que no son, aunque sean.

Que no hablan idiomas, sino dialectos.

Que no hacen arte, sino artesanía.

Que no practican cultura, sino folklore.

Que no son seres humanos, sino recursos humanos.

Que no tienen cara, sino brazos.

Que no tienen nombre, sino número.

Que no figuran en la historia universal, sino en la crónica roja de la prensa local.

Los nadies, que cuestan menos que la bala que los mata”. https://www.youtube.com/watch?v=OxEi4GxPbRw