Bonao es un pueblito de ensueños. Bordeado de ríos y montañas, cuyos habitantes, hombres y mujeres, son seres de estirpe noble, laboriosa y con una proverbial alegría sin igual.

Sin lugar a dudas ese terruño enclavado en el mismo ombligo del país, siendo, desde antes de la colonización un pueblo de profundas y variopintas manifestaciones, que así atestiguan las bravías de su raza inmortal indigenista, en especial; Enriquillo, Caonabo, Anacaona y sus areitos, el indio Bonao que interceptó a Don Diego Colon cuando iba a capturar a Roldán qué desafió al adelantado en el llamado Santo Cerro.

Por igual y con mayor arrojo , se cuenta a lapidaria y famosa expresión, " Iyia , ayea bombe", cuyo significado refiere, primero muerto que ser esclavo, atribuida a Guaroa, primo de de Higuemota la hija de Anacaona, madre de Mencia, tío de Guarocuya (…) cuando fue sorprendido por las huestes españolas, quienes lo cercaron, al mando de Diego Velázquez, para esclavizarlo como último reducto de la raza indígena que milagrosamente había quedado vivo luego y concomitantemente con matanza y trapera traición de Nicolás de Ovando en Jaragua.

Desde esta cimiente, Bonao comparte unos genes qué identifican sus raíces valientes, llena de riquezas culturales en cuyos atributos encarna unos rasgos antropológicos genuinos, que lo estigmatizan como pueblo de profundas raíces propias en su estilo de vida, enfocada en un conjunto de rasgos identitarios basados en alelos biológicos que significan las cepas de su pureza ancestral y, que hoy día es estampa de la madre tierra de Quisqueya.

Partiendo de ese conjunto genético se ha de notar a leguas, que las expresiones culturales que se manifiestan en la actualidad, solo resultan vaguedades distantes y debiluchas, y peor, desvinculadas de sus verdaderas raíces congénitas y sobre la base de la negación de los rasgos de la raza de los cacicazgos inmortales.

Por tal razón, las manifestaciones culturales de hoy día, sólo son, ni someras sombras de la autenticidad que se correspondan con los arquetipos de sus raices ancestrales.

Por tanto, sólo sería calificable como especies camufladas de manifestaciones eminentemente degeneradas respecto a sus rasgos auténticos y autóctonos. Y como radiografía (…) pongo de ejemplo la celebración del Carnaval Carnestolendas -fiestas paganas que sirven de expiación de los pecados y que abarca el primer miércoles antes de la cuaresma, quien en la actualidad, en si resulta una especie degenerada de las raíces que dieron sus orígenes, como expresión de expiación de la carne y culto al rey Baco y su vincularidad con las fiestas Dionisiacas que, en su expresión más profunda significa la lucha del bien y el mal y de fondo interactivo, de una catarsis social que desahoga las penas de los pueblos atrapados en las frustraciones de sus anhelos reprimidos.

Ahora estás fiestas han quedado atrapadas dentro de unas burbujas sin conexión de las expresiones antropológicas de sus raíces. Más bien, resultan apagados reflejos de simuladas expresiones comerciales atrapadas en falsas imágenes rituales en el que la más profunda creatividad del pueblo que se exprese como canto de bailar en calle de noche o de día.

Ahora, es un ven tú sin savia del ingenio de pueblo, resulta un simple enganche de romerías y carente de encanto original y creativo. En tal fin carnaval aplastado por la oligarquía social y política, solamente como una voluntad de atajo para que el pueblo no sea protagonista de sus propias expresiones culturales. Es como decir, un mercenario cautivo de multicolores trajes, pero sin conexión con el corazón de un pueblo que aún quiere gozar de la libertad de llorar y cantar sus propios sentimientos. De ahí su desafección.

Ahora bien, en la otra pata de este enfoque, al darle un vistazo a las desvaidas expresiones de nuestras Fiestas Patronales San Antonio de Padua, resultan ser en su nueva sustentación unas expresiones totalmente Inter vinculada a la religión católica, misma que heredamos de los colonizadores como una herramienta apaciguadora de nuestros aborígenes, y que respecto a Bonao, – como expresión formal de su celebración -, prácticamente se referencia a partir de 1861, tiempo como fondo sociopolítico , enmarcado en un decreto del régimen político del momento, que dejaba formada la parroquia del San Antonio del Bonao y, por efecto, al entronizar el santo en el altar mayor, la efigie de San Antonio, quedó como herencia popular de la ritualidad del espíritu festivo místico-religioso de la villa del Bonao, marcando dicho acontecimiento, qué dicha Villa fuera escenario de unos grandes jolgorios en el que se sirvió suculentas comidas combinadas con ritos musicales propios de la ocasión, fundamentalmente, palos y atabales, y quedan estigmatizados como marco de celebración de una expresión espontánea de los feligreses de la iglesia católica en la que se asumieron bailes de nuestra música folklórica, romerías comidas típicas y juegos natales , como expresión de la celebración de los cultos a San Antonio.

En el ínterin, con la llegada de José Arismendi Trujillo Molina, a Bonao, en 1932 o 1933, hermano quinto del Dictador Rafael Leónidas Trujillo Molina, en 1942, en honor en su propio rito al culto a su personalidad asume las patronales de San Antonio de Padua, como fiestas de San José, robándose el enfoque original de carácter místico religioso, por un espacio de 20 años, restituyéndose de nuevo la esencia de San Antonio de Padua, a partir de 1962, tras la caída del régimen.

Sin embargo, su esplendor quedó atrapado en un vertiginoso cambio de rumbo al convertirse poco a poco como la expresión de una sociedad de manifestaciones culturales alienadas, lo que hoy día se expresa en programas sin dolientes en virtud que el pueblo queda ausente.

En tanto, y lo hago como crítica constructiva como voluntad del atajo hacia una mayor opaquedad de rito del pueblo, pedir a gritos que las autoridades municipales y estatales liberen hacer depender estás fiestas populares de la etiqueta política, que de fondo significa una especie de secuestro de las manifestaciones del pueblo y para el pueblo.

Y como colofón, exhortamos dos cosas de la prudencia cultural, que Estado, (ayuntamiento y gobierno), solo juegue el papel que le manda la Constitución y ordena la ley 122-07 de organización municipal, a servir de garante de que sea el propio pueblo a través de su imaginario creativo que monte sus propias expresiones culturales nacidas de sus propias entrañas, y que reconozca que está matando lenta, pero vertiginosamente
las iniciativas del pueblo, que en cuestión de manifestaciones culturales el propio Estado lo ha convertido en especie de mercenarios culturales que sólo dependen de dádivas a cargo del asistencialismo municipal y gubernamental.

En tal virtud, no puede existir una mejor manera de cerrar este grito de libertad cultural pidiendo al pueblo asumir sus propias identidades culturales, y las autoridades del Estado, asumir el rol de dueño de las fiestas populares, lo que ha devenido en unas voluntades medalaganarías de unos comités organizadores eminentemente político o de una corte palaciega o de la municipalidad, que ha provocado unas celebraciones desvinculadas totalmente de los reales ritos a nuestras raíces y, en efecto, realizan un programa, más que real, de categoría de falsas apariencias y desvinculado de la esencia autóctonas y verdaderas raíces o expresiones propias de nuestra identidad.