La premonición del fin de una tradición. El foete de los lechones en el carnaval pasado andaba mudo por las calles de Santiago. O, ¿será que la estridencia de las bocinas ahogó su repique? Los altavoces coparon la ruta del desfile del Carnaval Santiago-2023. El general Then cortó la soga por el lado estrecho.
El general Eduardo Alberto Then, fue designado jefe del Comando Cibao Central de la Policía Nacional en agosto 2020. Él, llego a Santiago dispuesto a arrasar con los equipos de música instalados en los vehículos. En teoría, –solo en teoría– el propósito era acabar con la contaminación sónica en la Ciudad Corazón.
Poco tiempo después, en octubre 2021, Then fue ascendido a director general de la Institución del Orden. Por derivación, la principal función del general, consistente en quitar bocinas, se extendió a todo el territorio nacional.
El periodista Esteban Rosario, por el contrario, pegó el grito al cielo. Él hace cualquier cosa contar de hacer saltar al jefe policial. Pero, se le peló el billete. Then ¡sigue recogiendo bocinas!
Las torres de altavoces en el carnaval simulaban la Torre de Babel reproducida infinitamente, no por los espejitos de los disfraces, sino por un poliedro de espejos gigantes.
Carnaval Santiago-2023
Las características principales de los lechones santiagueros, son cuatro: la careta, el disfraz, el foete y la vejiga. Éstas, se vinculan entre sí y con la naturaleza; su simbología discurre atada a la vida y, a la alegría colectiva del caribeño.
- La careta, se hace con tiras de papel periódico pegadas con almidón sobre un molde hecho de barro, como si fuera una escultura. Luego, el pegamento se seca, el papel endurece, se adhieren los chifles y, entonces, se pinta. En el lechón, como en el teatro griego, la careta hace invisible la identidad de la persona disfrazada, el anonimato sede el paso a la catarsis. Es decir, el humano se transforma en un ser mágico, inverosímil, se vuelve un lechón.
- El disfraz, igual que la careta, actúa como un elemento catártico. Se fabrica de telas de colores, adornadas con espejitos, cascabeles, cintas de mil colores y una capa sobre el cuello cayendo hacia la espalda. En la cintura se coloca una morcilla de tela negra rellena de todos los recortes de tela que van quedando.
- El foete, instrumento que otras culturas llaman látigo, es considerado un arma para el castigo, vinculado simbólicamente a la esclavitud, por tanto, suele infundir miedo en los espectadores. Se hace con tiras de piel, tipo flejes, entretejidas hasta formar un cuerpo cilíndrico y flexible que, a su vez, se fija por el extremo más grueso a la punta de un listón pulido. En la República Dominicana, en lugar de cuero se usan las fibras de la cabuya entretejidas.
- La vejiga, igual que el foete, constituye un instrumento de castigo. En el lechón, la vejiga sustituye el foete al momento de castigar a los civiles que invaden sus fiestas. El nombre lo recibe de la materia prima usada en su fabricación. Una vejiga es sencillamente, valga la redundancia, la vejiga de las reses sacrificadas, sopladas y secadas al sol, se amarran con una soga de cabuya que, facilita blandirla en el aire para tomar impulso y propinar un golpe con mayor brío y precisión.
En suma, la falta de una de las características definidas, anula el efecto de las restantes. Pues, las cuatro paren un personaje único. Igual al Quijote Caribeño del maestro Claudio Pacheco, preñado de mil colores, “pintados de "amarillo y colora’o", negro, azul, verde, lila y blanco…”.
El ritmo del repique de los foetes podría producir, en medio del carnaval, tanta o más emoción que un “musicón” en medio de un colmadón. ¿Por qué permitir, entonces, romper el ritmo con bocinas ruidosas?
¿Por qué empobrecer y denigrar el carnaval dejando mudo el repique del foete para enlutar con ruidos insoportables la danza cadenciosa del lechón?
Donaly Joel Martínez Tejada, es la primera víctima letal del Carnaval Santiago-2023. Lo fulminó una bocina. Asimismo, otras bocinas dejaron agonizando el repique del foete, seguido por la careta, el disfraz, la vejiga y el lechón.
Con todo, el próximo año 2024 hay que hacer cuidado, no sea que la muerte siga acechando.