La visita del secretario de Estado de los Estados Unidos, en un momento álgido de la situación internacional, llama poderosamente la atención. Esta visita es digna de un análisis en profundidad sobre las causas y razones que traen al secretario a la patria de Duarte.
Espaciando las obligaciones de una agenda internacional sumamente complicada, donde los israelíes y el grupo extremista Hamás confrontan, jugando un ajedrez político en la mesa de la negociación. En momento en que Israel lanza una ofensiva planificada para control definitivo del corredor de Philadelphia. creado en 1979 fruto de los Acuerdos de Camp David, esto para controlar las vías de acceso desde Egipto hacia Gaza y evitar el reabastecimiento de todo tipos para Hamas. De la misma forma como hizo con la meseta del Golán, ocupada por Israel desde 1967.
El momento en que el presidente Vladímir Putin desafía la retórica la comunidad internacional y se traslada a Mongolia, país signatario del estatuto de la CPI; sencillamente Anton Blinken está en Santo Domingo, como diría el profesor Juan Bosch en el Caribe Imperial. ¿Qué pasa en estos lares que atrae la atención del flamante ministro, qué está sucediendo tras bastidores, qué mueven las corrientes submarinas de los mares procelosos del Caribe?.
La agenda Blinken establece la necesaria estabilización de Haití como una puerta para cerrar no solamente la brecha del crimen internacional organizado, sino también del propio terrorismo de Estado internacional que preocupa a los Estados Unidos.
La agenda Blinken procura una mayor cooperación multilateral para Haití, pero resulta y viene a ser que la ayuda nuestra para Haití está hasta el límite, tal y como se demuestra en las siguientes estadísticas: las parturientas haitianas ocupan el 37% de las camas en nuestros hospitales, esto representan el 16% del presupuesto de salud.
En Santo Domingo hay unos 200 mil niños extranjeros de los cuales 147 mil son haitianos. El costo por estudiantes para el sistema público es de unos 2,900.00 dólares, proyectados en dólares costo anual de unos 500 millones de dólares anuales.
Pretender incidir para que la República Dominicana amplíe la política de cooperación de asimilación migratoria, resulta prácticamente imposible, sin que se genere una situación de falta, de escasez, de recursos mínimos indispensables para atender las necesidades básicas de los dominicanos.
Es evidente que los acontecimientos en Venezuela derivan inequívocamente hacia una salida conflictiva, pero nadie puede obviar que en el ajedrez político tanto China, Rusia e Irán inciden sostenidamente en la permanencia del gobierno de Nicolás Maduro.
En el otro ámbito del continente se encuentra un grupo de países de línea intermedia y dura que de alguna manera reclaman lo que ya es a todas voces una situación irreversible, como son los resultados electorales en Venezuela.
Es probable que el gobierno de Biden esté pidiendo colaboración de la República Dominicana, en la línea de establecer una acción ofensiva y defensiva de inteligencia y contrainteligencia, que permita de alguna manera controlar los movimientos sobre Venezuela. Y consultados algunos consentimientos.
Si tomamos en cuenta que la jefa del Comando Sur de los EE. UU., general (Ejército) Laura Richardson, ejemplificó sobre la necesidad y los recursos de Venezuela; los cuales son de primer orden en términos estratégicos, esto permite inducir y deducir la preocupación de Estados Unidos sobre la situación de Venezuela y el deterioro que sigue.
En este ámbito, la República Dominicana jugaría un papel sumamente estelar, en virtud del liderazgo no solamente centroamericano, sino de algunos países sudamericanos que ven en nosotros un país con liderazgo y con presencia internacional.
En época de democracia convulsa, autoritarismo ascendente, es necesario evitar a toda costa la inmigración descontrolada y el surgimiento de ghettos que lleven a constituir minorías que pretendan erigirse como portaestandarte de banderas reivindicativas de «Derechos Humanos» que justifiquen futuras acciones internacionales. Mientras tanto, en el siglo XX1 El Caribe vuelve a ser frontera Imperial.