En el inconsciente colectivo dominicanos y dominicanas llevamos la consigna de blanquear la raza.
De Ramón Cáceres a Rafael Trujillo tuvimos una vergonzosa jurisprudencia, legislando para atraer inmigrantes blancos, y para impedir que llegaran negros, en un franco propósito de blanqueamiento.
Trujillo llevó ese despropósito al extremo, con el genocidio del 1937, en lo cual reveló la negritud de su alma mestiza.
Contra Peña Gómez se logró un gran consenso, de figuras representativas de ese momento, bajo la consigna de que “ese negro no puede llegar a presidente”, y lo lograron.
Con la muerte de Peña han logrado blanquear la política, y ¡ahora todos son blancos!: congresistas y funcionarios; del partido oficial, o de la oposición, y hasta los candidatos que nos están ofreciendo… ¡como si de repente nos hubiéramos convencido de que hay que ser blanco para ocupar un puesto público!
Los últimos presidentes asumieron esta consigna como un credo: ¡los funcionarios tienen que ser blancos!, con muy pocas excepciones, pues, si se revisa bien, los popis tienen mucho tiempo en la palestra, bajo el supuesto de que no hay negros capaces de ocupar los puestos.
Que un negocio seleccione su público, para que solo entren blancos, es un derecho que hay que respetar, y hasta las excusas que te dan: “Que estamos llenos”; “Que hay que hacer reservación”, pero, revela lo que se lleva dentro: ¡la obsesión por la blanquitud!
Muchas veces me he preguntado: ¿Por qué todos los ricos son blancos? ¿Por qué es tan raro un negro en la clase de arriba? ¿No será que lo tienen todo arreglado para que nadie se cuele?
Revisen cada sábado la revista social, en la que solo excepcionalmente aparece un negro, aunque bien lavadito, porque sus editores usan la tijera para sacar cualquier foto que desentone de la sinfonía de la blanquitud.
Comprendo a los dueños de la tele, pues hay que tener ‘buena presencia’, y ‘una negrita no llena los requisitos mínimos para decir noticias’, ni mucho menos para estar opinando sobre política, pero, ¿tenemos o no tememos prejuicio?
Para que nadie dude del inconsciente colectivo, el prejuicio se refleja en los refranes populares: “Hay que adelantar la raza”; “Negro con el alma blanca”; “El que quiere moños bonitos tiene que agitar halones”, y: “Cuando veas a un negro, con un blanco en compañía, el blanco le debe al negro, o es del negro la comida”.
La realidad que debería reflejarse en la vida cotidiana, gobierno y congreso, revistas y televisión, es que somos una mezcla de blancos + negros + taínos; acordeón, güiro y tambora. En el 80% somos mestizos o mulatos, con muy pocos negros, y muy pocos blancos… ¿Es esto blancofilia, o negrofobia?