Quienes viven en el extranjero adolecen de importantes carencias, entre ellas las de libros criollos. Por tratar temas eminentemente locales, su difusión es limitada. Es prácticamente imposible encontrarlos fuera del país e incluso dentro del mismo, en razón de la ausencia de reimpresiones.

Por ello, iniciativas como la de la embajadora Rosa Hernández de Grullón – quien ha creado en nuestra embajada en París una biblioteca dotada de un dilatado catalogo – son dignas de encomio y de reproducción. Ojalá que nuestra Cancillería emule en todas nuestras representaciones diplomáticas y consulares esta gran iniciativa, tan loable como innovadora.