El desarrollo científico de los últimos años ha llegado a niveles insospechados, desde aquellas épocas cuando la humanidad apenas era capaz de imaginar los grandes avances como si se tratara de realidades ficticias, o como hechos propios de una película de ficción. En la actualidad, el mundo experimenta cambios sencillamente increíbles; donde ya no es posible distinguir la realidad de lo puramente imaginario. Desde los años en que el informático John McCarthy acuñó por primera vez el término “Inteligencia Artificial” hasta nuestros días, jamás se creyó que podríamos diseñar esquemas informáticos capaces de rivalizar con el razonamiento humano y desafiar con ello a la clase de sociedad que tenemos hoy día.

En el año 2019, la directora general de Google para España y Portugal, Fuencisla Clemares, en una alusión a los avances tecnológicos y muy especialmente a la IA, aseguró que el “futuro de la humanidad había llegado y que la concreción de la inteligencia artificial solo sería comparable con el descubrimiento del fuego”. Aquella declaración de la alta ejecutiva hace referencia al impacto que tendría la IA y al advenimiento de un tipo de sociedad totalmente diferente como consecuencia de la aplicación concreta de singularidades informáticas tan avanzadas que se constituirían en el resorte de dichos cambios. Por el momento todavía nos encontramos en una fase inicial de lo que presumimos sobrevendrá al mundo; una etapa donde los expertos han optado por llamar Inteligencia Artificial Débil al sistema que permite realizar tareas muy específicas y concretas con el desarrollo que actualmente exhibe. Pero todo esto es apenas el comienzo, ya que la comunidad científica trabaja todos los días por estimular un mecanismo que no solo simule a la inteligencia humana, sino que muestre características de mejoras muy superiores a la nuestra, con capacidad de aprender, razonar e incluso crear cosas partiendo de un complejo esquema de algoritmos y redes neuronales artificiales.

Sin embargo, para el magnate Elon Musk, fundador de Tesla Motors y SpaceX, la inteligencia artificial vista en perspectiva y a largo plazo, podría ser perniciosa para los seres humanos en virtud del potencial desplazamiento que ésta causaría a las capacidades humanas incluyendo aquellas más esenciales y básicas. De ahí que a través de Neuralink se esté trabajando en el área de la neurotecnología buscando desarrollar una interfaz cerebro-computadora que logre, de manera absoluta, la compenetración entre la inteligencia humana y la artificial. En principio el proyecto es planteado como una alternativa médica que procura ayudar a pacientes con dificultades motoras o cognitivas, pero mantiene entre sus propósitos poner ésta tecnología a disposición del público para que pueda ser usada en la cotidianidad. A ese nivel, de lo que se habla es de un cambio social absoluto y radical, donde la especie humana llevará consigo un chip implantado en la cabeza el cual servirá de interfaz para la realización con eficiencia de todas las actividades sociales; en definitiva, las personas podríamos llegar a ser seres tecnológicamente simbióticos.

Para sorpresa de muchos, la realidad que se nos presenta en este siglo guarda estrecha relación con varios pasajes Bíblicos que forman parte del compendio escatológico cristiano, muy específicamente los libros de Daniel y el Apocalipsis. Por ejemplo, en el capítulo 12, versículo 4 del libro de Daniel, el Ángel dice al profeta que “guarde aquellas cosas hasta el tiempo del fin, y selle el libro, porque para entonces muchos correrán de aquí para allá y la CIENCIA AUMENTARÁ. Parece evidente que la profecía bíblica contenida en el referido libro nos previene de un aumento científico exponencial para los últimos tiempos, como nunca lo ha habido en el mundo hasta nuestros días. Como sabemos, el libro de Daniel forma parte de la Tanaj hebrea y del antiguo testamento cristiano, datado al siglo II antes de Cristo, lo que lo convierte en un texto antiguo. Desde la fecha en que fue escrito hasta nuestros días han pasado dos eras históricas incluyendo la edad media, y todos esos años juntos resultaron insuficientes para avanzar en ciencias como lo experimentado en los últimos 50 años de nuestra historia.

En el Apocalipsis también se encuentran referencias muy exactas respecto a los avances científicos de nuestros tiempos e incluso, a un eventual cambio en el tipo de sociedad que tenemos. Aquellas referencias son breves, pero muy ilustrativas, que no requieren de mayores esfuerzos para ser interpretadas. Apocalipsis 13, versículos del 16 al 18 establece: “Y hacía que, a todos, pequeños y grandes, ricos y pobres, libres y esclavos, se les pusiese una marca en la mano derecha o en la frente, y que ninguno pudiese comprar ni vender sino el que tuviese la marca o el nombre de la bestia, o el número de su nombre, el cual es número de hombre, y su número es el 666”. En este pasaje identificamos una evidente alusión a un cambio social que vendría para humanidad expresado en el modelo económico, el cual sería posible por una especie de tecnología implantada en la frente o en la mano y que sin la cual nadie podría ejercer labores de intercambio entre bienes y servicios ni actividades de compraventa.

De igual manera, al profundizar en el referido pasaje afloran varias revelaciones que apuntan aún más a nuestros días. En primer lugar, el profeta dice que la marca se impondría a todos por igual, sin distinción de clases, razas ni nacionalidad, o sea, sería un modelo global aplicado a todo el mundo. El cumplimiento de esta profecía no sería posible sin las condiciones que surgieron precisamente después de la 2da guerra mundial y que han venido a concretarse en nuestros días, con la consolidación de un mundo globalizado, acreedor tanto de la tecnología como de las estructuras políticas para su unificación. En segundo lugar, el autor del Apocalipsis hace referencia a una marca, algo distintivo que permitirá identificar a cada individuo sin importar su procedencia. Hace algunos años aquello pudo parecer una profecía incomprendida, sin embargo, en nuestros días no lo es, ya que si tomamos en cuenta la modernidad con la que contamos la visión se hace enteramente posible con los avances que promete la neurotecnología.