Que el huracán Beryl pasara a más de doscientos kilómetros al sur del país, siendo categoría 5, la más destructora fuerza del sistema que miden esos fenómenos, es una oportunidad dada por ese monstruo de la naturaleza. Lo mismo podemos decir de la onda tropical de este jueves que, aunque hizo colapsar la capital con inundaciones urbanas, no provocó pérdidas humanas.
Por el cambio climático los pronósticos nos están diciendo que las temperaturas en la superficie del mar serán altas y la variación en el sistema climático estarán alterando la atmósfera. En adición, se agregan el conjunto de condiciones atmosféricas que inciden de manera directa e indirecta en la región.
El fenómeno del niño y la niña han incidido en esta temporada, el primero, con la fase cálida; el segundo, con el enfriamiento. En el 2023, el fenómeno del niño impactó el Caribe con sequías e inundaciones. La población ha recibido información de la temporada 2024 y se esperan veintitrés huracanes nombrados con probabilidades de ser intensos.
El escenario anterior invita al uso de herramientas de monitoreo efectivas sobre el progreso de esos fenómenos. Por el momento tuvimos suerte de que Beryl no provocara daños considerables en el país, sin embargo, una onda tropical de varias horas hizo colapsar la ciudad capital este jueves pasado.
Que Beryl haya tomado una ruta distante del territorio es una suerte única, es un mensaje que nos llama a pensar y prepararnos para lo que falta de la temporada de huracanes. Igual la onda tropical, ambas son oportunidades que se traducen en elaborar planes y protocolos familiares de emergencias en el hogar, las instituciones públicas y las empresas privadas.
Los dos eventos nos dicen que reflexionemos y actuemos sobre la importancia de estar con las botas puestas frente a la temporada de huracanes. La preparación implica analizar las probabilidades de que ocurran daños como resultados de los fenómenos hidrometeorológicos.
Los elementos que componen el sistema del clima se mantienen experimentando diferencias fuertes para esta época de huracanes 2024. Beryl y la onda tropical llaman a estudiar los niveles de riesgos a que está expuesta la ciudad. Nos orientan a profundizar en las amenazas naturales y humanas que pudieran ocasionar daños a la población, el ambiente y los medios de vida.
Los dos fenómenos nos guían a que diseñemos planes y protocolos de emergencias con enfoque sistémico. Instrumentos que nos lleven a comprender el problema, la realidad de los peligros existentes de forma holística.
Comenzar una temporada con un fenómeno de vientos máximos sostenidos de 260 kilómetros por hora, y que ese evento haya sido compasivo con nosotros, es un chance; es una clara señal de que frente a lo que falta por venir debemos estar en alerta permanentemente. Y que una onda tropical, con varias horas, nos dejara más de 100 milímetros de lluvias, es otra advertencia.
Es el momento para llamar a los nuevos alcaldes, autoridad obligada a cumplir con la creación de los Comités Municipales de Prevención, Mitigación y Respuesta en sus ayuntamientos, en cumplimento a la ley 147-02 y coordinada con la Defensa Civil. A que habiliten y provean los espacios necesarios para que esos equipos funcionen estratégicamente en el territorio frente a eventos del clima de manera exhaustiva.
El problema de las inundaciones urbanas hay que verlas conscientes de que las causas que la generan son variadas. Diversos factores hacen que la capital se anegue cada vez que caen cien o más milímetros de lluvias. Es un problema multicausal que hay que verlo de forma conjunta con soluciones integrales. Se debe mejorar el sistema de alcantarillado obsoleto que tenemos desde el tiempo de la colonia, los gobiernos de Buenaventura Báez, Rafael Leónidas Trujillo y Balaguer.
En algunos municipios los servicios de recogida de desperdicios, el mantenimiento a las alcantarillas e imbornales son deficientes. Los proyectos habitacionales con edificaciones de miles de familias que descargan sus aguas sanitarias al subsuelo; a esto se suman las causas del bajo nivel de educación de la población que lanza la basura en cañadas y contenes. Y, además, las compañías constructoras que se empeñan en levantar obras para que luzcan hermosas en lo superficial y no invierten en el drenaje del subsuelo.