El 18 de julio de cada año se conmemora en nuestro país el Día Nacional del Economista, una fecha propicia para recordar a Benigno Filomeno de Rojas. A quien muchos conocen como abogado, político, civilista y expresidente, pero pocos han oído mencionar que fue economista.

Benigno Filomeno de Rojas (Ilustración)

Benigno nació en Santiago de los Caballeros el 13 de febrero de 1811 y a la edad de 13 años sus padres lo llevaron a vivir a Caracas, Venezuela, donde realizó sus estudios secundarios, para luego partir a Inglaterra, con 18 años, a realizar los estudios universitarios. Se graduó de Doctor en Derecho en la Universidad de Londres (en esos años llamada University College London) y completó su formación jurídica con la economía. Asistió a la cátedra de economía política que se impartía en la facultad de leyes, dictada por John Ramsay McCulloch, un economista escocés con mucha influencia del pensamiento clásico de Adam Smith y David Ricardo. Luego continuó su formación de economista, de manera autodidacta, cuando residió en los Estados Unidos como miembro de la legación diplomática inglesa.

Como economista Benigno Filomeno de Rojas se destacó, no por sus críticas a la política económica practicada en el país desde su independencia en 1844, que generó varias crisis, sino por sus análisis monetarios, cambiarios, de deuda, de precios y presupuestarios que fueron plasmados en sus proyectos de leyes sometidos al Congreso Nacional en su papel de Tribuno (diputado) y luego como miembro del Senado Consultor. Como economista formado en la Escuela Clásica tenía fuertes concepciones antimonopólicas, que lo llevó a ser un ardiente combatiente a la creación de estos y fue opositor a las alzas de impuestos especialmente para los comerciantes y la clase trabajadora. Además, fue un defensor de la participación del sector privado en el proceso de desarrollo de la nación. Participó activamente en la elaboración de la Ley de Aduanas, la Ley sobre las atribuciones de los alcaldes y ayuntamientos, y la ley para modificar la Ley de Hacienda de 1846, entre otras. En cada considerando de sus proyectos de leyes puso en evidencia que tenía un amplio dominio de los planteamientos de los principales economistas de la época.

Tenía una visión muy certera de las razones de la devaluación monetaria que estaba padeciendo la nación en aquel momento. En 1847, siendo Tribuno, sometió al Congreso Nacional el proyecto de reforma monetaria que buscaba reestablecer la credibilidad de la moneda nacional, evitando las constantes depreciaciones a la que estaba sometida. Fue la primera persona en determinar la tasa cambiaria del país, que en ese momento alcanzó a diez pesos nacionales por un peso fuerte. Expuso que la depreciación había ocasionado una grave pérdida a la nación entera, afectando principalmente a los empleados, tanto civiles como militares, y en particular a la clase trabajadora más desfavorecida. En sus análisis monetarios siempre sostuvo que la depreciación aumentaba la incertidumbre en todas las operaciones del comercio y, por tanto, había que ponerle fin.

Busto de Benigno Filomeno de Rojas

Benigno tuvo un elevado dominio de la economía e intentó aplicar las enseñanzas de la Economía Política a la gestión de los asuntos públicos, pero sus ideas no fueron entendidas a plenitud por la clase gobernante del momento y su intento de dar a la economía del país una organización monetaria que pusiera freno a las continuas emisiones de Santana y Báez no prosperó. De igual forma, sus propuestas de reformas de la estructura económica y fiscal del país fueron aprobadas con importantes modificaciones. Estos hechos lo llevaron a renunciar al Senado, aunque no de la política.

En su oficio de economista escribió artículos sobre la circulación monetaria y la organización fiscal y fue colaborador del periódico El Economista publicado en Caracas, Venezuela, en los años cincuenta del siglo XIX. En sus escritos es notable la influencia de pensadores como David Hume, Jean-Baptiste Say y Adam Smith, tanto en temas relativos a la circulación del papel moneda como en particular sobre cuestiones relacionadas con la extensión del mercado interno, la eliminación de barreras para la libre circulación de bienes, la reducción de la carga fiscal y la liberalización del comercio de ultramar.

Benigno fue un economista con la lucidez suficiente para plantear soluciones a los problemas económicos del país, reconociendo que la definición de economista de esos años no puede ser igual a la que hoy tenemos, sobre todo sabiendo que la profesionalización de la actividad llegaría muchos años después. Él tuvo la formación en la Ciencia Económica que el momento en que le tocó vivir le permitió. Manejó la teoría y la práctica, y debe ser reconocido como lo que es: el primer economista dominicano.