Una multitud necesaria esperaba en el edificio desde las siete de la mañana. A nuestro protagonista esto le pareció un gran esfuerzo. No sabía que terminaría por intentar predecir quién ganaría en la Champions (estamos en semifinales).

En este momento histórico, (todo instante lo es), intentaba descifrar los enigmas noticiosos de Ancelotti. El técnico italiano (que estuvo en el Milán, el Chelsea, el París, la Juve y ahora en el Real Madrid), le había respondido a Xavi Hernández. El entrenador había encontrado una consideración escatológica: ¿qué es jugar bien al fútbol? Grosso modo, respondió que hacerlo bien con el balón y sin el balón. El tema es atacar y defender pero no hacerlo en el minuto 90 y 1 a 0.

Cinco minutos más tarde, se dio cuenta que ya se había metido en la fila. Se quedó meditando en la tipa del suéter Adidas. Tuvo una especulación que no confutaría: ella no tenía una teoría burocrática del Estado. Para él, esta teoría –revestida de argumentos únicos–, consistía en preguntarle al encargado de la oficina. ¿Entraría la fila en el edificio? La fila subió de un tirón. Fueron atendidos todos. “El esfuerzo de este hombre no tiene precio”, pensó sobre el burócrata que organizaba la fila. Para la chica, se trataba de tener paciencia. Como ninguna otra, tenía pensamientos estratégicos que combinaba con una bebida isotónica y una visión minimalista de la cancha.

Esta muchacha –etérea, única–, dijo muy coqueta: “hay que tener paciencia cuando uno viene a una oficina pública”. El dijo: por supuesto, “yo estaba desencantado”.

Había avanzado –la fila–, a un ritmo no previsto por los dioses. En este caso, no tenían una pantalla que les dijera el turno, algo que ha agilizado los procesos bancarios. Como un ataque por el lado izquierdo de la cancha, pensó en la velocidad –eso que tenía Alain Prost, por ejemplo–, como un axioma de grandes jugadas.

Mientras tanto, miraba en las noticias algo que le pareció peligroso (y arduo). La guerra en Ucrania se recrudecía. Pensó que Nixon ya había hablado de todo esto en su libro La verdadera guerra, 1980, The Real War, traducción de Carlos Andrés Alba. Era cierto: Nixon lo vio todo clarito.

Una gran noticia: no necesitaba Fanta sino la transparencia del agua. Tenía toda la calma del mundo, antes de enviar mensajes como había leído que había hecho el Papa Francisco en su feed de Twitter, empresa que ahora quiere comprar Musk. La modernidad –ese terreno de siempre, siempre hemos sido modernos, aun en el siglo XV o en el IV–, se parecía a un eterno juego de fútbol. Fue cuando pensó que le gustaría ponerse el suéter y colocarse cercano a la portería de un estadio repleto.

Este próximo mes se verá lo que suceda con sus predicciones; el 28 de mayo en el estadio de Saint-Denis, Francia. Por lo pronto, este 26 de abril (Real Madrid con el Manchester y el Villareal con el Liverpool), tenemos el partido de ida y el 3 y 4 de mayo el de vuelta. Será un placer corroborarlo todo con un celular que tome screenshots (claro que todos).