Año de la recuperación

 Este año que casi termina se puede catalogar como un período de normalización, después de la disrupción vivida durante los años 2020 y 2021.  Todos los sectores de la vida nacional recibimos la llegada del año 2022 esperando que traería consigo acciones que, además de alentadoras, prometieran ser eficientes. Vistas las generalidades y, sin que haya sesgos en nuestra apreciación, todas las iniciativas asumidas siempre tenían el ribete de la espera de un mejor porvenir para los más depauperados que son para quienes, principalmente, se trazan las políticas públicas. Es justo afirmar que la administración del Estado pasó la prueba y estuvo a la altura para responder importantes expectativas de la población. Es justo además decir que el desempeño de la Administración del Estado en la dinámica económica y productiva del país resultó aceptable, a pesar de los pasivos dejados por la Covid-19 y la realidad de la guerra entre Rusia y Ucrania. Esperamos que la pandemia y el conflicto bélico sean sólo expresiones de un pasado del cual solo nos quedarán los amargos recuerdos.

Fervor Altagraciano

 

A nivel religioso la Iglesia Católica concitó el interés de toda la feligresía nacional con el Jubileo Altagraciano, con motivo del «Centenario de la Coronación Canónica de la Virgen de La Altagracia». Entre agosto de 2021 y agosto de este 2022 vivimos un tiempo de gracia, con expresiones de piedad por todo el país. La peregrinación con el cuadro de la Virgen, su presencia en distintos espacios y la culminación de las festividades en la capital, Santo Domingo, con un magno acto conmemorativo presidido por el enviado especial del papa Francisco, dieron testimonio de la arraigada devoción Mariana de este pueblo dominicano.

Un nuevo ritmo social

 

Las inestabilidades que supuso la presencia de la Covid-19 a nivel internacional y los embates que produjo a nivel local, supusieron un nuevo orden social. Aspirar a la sentencia de una vuelta a la normalidad era toda una ilusión, la sentencia y la suerte estaban echadas, sin excusas ni ambages. La dinámica social había que recuperarla a pesar de los augurios de calamidades, no hay ni habrá espacio para el repliegue. La economía naranja hacía su presencia, las energías se hacían resilientes y la industria del entretenimiento sacó lo más bravío de nuestra condición de caribeños y antillanos, y las múltiples expresiones artísticas tuvieron presentes en nuestro país, mostrando al mundo que somos un país continente y que aquí lo tenemos todo.

 

Turismo, entre la satisfacción de la recuperación y la nebulosa de la fuerza laboral

La recuperación del activismo del sector turístico es la más fehaciente prueba de resiliencia de este pueblo situado “en el mismo trayecto del sol”. Nuestra marca país nunca había estado tan decidida a empeñarlo todo en pos de su recuperación y volver al dinamismo característico de esta industria sin chimeneas. Competitividad, empoderamiento y compromiso ciudadano se fusionaron en una misma dirección señalada por el sector turístico, el sector más activo y representativo de nuestra marca país. El liderazgo del sector turismo en la dinámica económica dominicana es una realidad insoslayable. Sin embargo, para que la satisfacción sea absoluta es inminente crear las condiciones que hagan que las actividades productivas de este sector impacten de manera más positiva la calidad de vida de los pobladores de los espacios geográficos en que se desarrollan.

 

Los baches del 2022 son la esperanza para enfrentar los desafíos del 2023

 

Quedan como tareas pendientes, la institucionalidad y adecentamiento del sistema de justicia y una efectiva lucha contra la corrupción. Es claro que el presupuesto asignado a la justicia para el año 2023 resulta insuficiente, por lo cual, la lucha contra la corrupción sigue siendo una aspiración. Es urgente la intervención de nuestro sistema judicial, los lastres de actividades no muy apegadas a las normas han creado el sabor amargo en los sectores pensantes de la sociedad dominicana de que no se ha cumplido con lo estipulado en las más recientes reformas que aspiran a constituir un sistema robusto e inquebrantable. Es impostergable dedicar un mayor presupuesto al Poder Judicial para que las distintas instancias judiciales del país tengan la oportunidad de realizar su trabajo con la mayor eficiencia y, así, la persecución de la corrupción sea una acción que devuelva a la sociedad la confianza en sus actores, pues al año 2022 le faltaron esos visos de independencia y soltura para que el pueblo, el soberano, se sintiera realmente representado en las acciones de los aplicadores de justicia, los juzgadores.

 

Al adecentamiento de la justicia se unen otros importantes y variados desafíos para el año 2023:

  1. Seguridad social. Para lograr superar la confusa situación en que se encuentra nuestro Sistema de Seguridad Social, se hace necesario desarrollar una cultura dialógica en donde todos los sectores afectados puedan exponer sus puntos de vistas y llegar a un consenso; en donde el libre juego y tránsito de las ideas puedan crear las condiciones para que se argumente con bases sólidas y los puntos de vistas de cada segmento sean escuchados y sus propuestas tomadas en cuenta.

 

  1. Salud mental. Si antes de la pandemia ya este tema era una preocupación, ahora es una voz que clama en el desierto. El drama de los enajenados mentales es una arista a la cual hay que buscar una solución rápida, eficiente y oportuna. Es muy triste ver a esos pacientes deambular por las calles sin un doliente, ni un sistema de salud que los ayude a encausar sus dolencias.

 

  1. Inseguridad y violencia. Al inicio de la pandemia los científicos de la conducta humana ya proyectaban estas oleadas delictivas que mantienen en zozobra a la población. Es de todos sabido que la Policía Nacional está siendo sometida a un proceso de reforma y reeducación. Muy a pesar de esos esfuerzos, la institución del orden nos da pocas muestras de que el proceso vaya en la dirección correcta; sus programas no parecen estar teniendo los efectos esperados y hoy la población sigue teniendo la percepción de la Policía Nacional como una institución que inspira poca confianza.

 

  1. La educación. Luego de la pandemia el sistema educativo nuestro ha dejado al descubierto el manto de carencias que había encerrado y que muchos conocían. La virtualidad, producto educativo alternativo ante los confinamientos de la pandemia, nos ha dejado con las vestiduras rasgadas y un escepticismo a flor de piel. Nos puso al desnudo y nos llevó a admitir que estamos terriblemente mal posicionados en todo lo referente a lecto-escritura y ciencias.

 

  1. El orden público. Seguimos contemplando con asombro el desorden generalizado en las cuestiones más elementales de orden público y responsabilidad ciudadana. Ya las instituciones llamadas a imponer el orden no son respetadas por la ciudadanía. El desacato a las órdenes de la policía es tema de cada día. En cada espacio aparecen grupos enfrentando al organismo llamado a imponer el orden. Ya el dueño de un “drink” tiene más poder que una autoridad legalmente constituida; el sistema de valores está invertido y contra eso debemos luchar. Es tiempo de volver a recomponer los valores patrios y la ética ciudadana.

 

 

  1. Medio ambiente. Hoy, más que nunca necesitamos una Ley de Ordenamiento Territorial y uso de suelos. Ya hay una de Regiones Únicas de Planificación, pero sólo las tienen en los papeles, hace falta un empoderamiento ciudadano para que estas actividades sean llevadas a cabo con eficiencia y eficacia. Se necesita un mayor compromiso con las reservas ecológicas del país. Las licencias ambientales dan la impresión de resultar siempre tal como desean los depredadores. El país está lleno de explotaciones mineras para materiales de construcción; y las minas no sólo son las de metales preciosos que causan tanto interés. Es tiempo de alinearnos con las pretensiones de Su Santidad, el papa Francisco, de que asumamos el cuidado de nuestra Casa Común.

 

  1. Accidentes de tránsito. Las vías de comunicación de carreteras continúan siendo una cita con la muerte en la República Dominicana. No hay consecuencias para el manejo temerario, ni para quienes ilegalmente modifican, ocupan y ponen negocios en las vías públicas. En el peor de los casos, estas vías casi no están señalizadas, peor aún, no están debidamente iluminadas en sus puntos críticos. Las motocicletas y los vehículos de carga, así como los vehículos descartados en otras naciones que ensayan una tercera vida útil en nuestras carreteras, son un ingrediente de la ecuación. Se trata pues de un coctel diabólico que hay en las vías dominicanas.

 

  1. El sistema de partidos. Se necesita una mayor estabilidad de las instituciones partidarias, que sólo puede garantizarse cediendo el relevo a las nuevas generaciones. Contamos con un grupo importante de jóvenes bien preparados en quienes se debe confiar. La estabilidad actual y el futuro de los partidos dependen de formar e integrar la nueva generación de líderes, de la infinidad de jóvenes sin oportunidades de participar y ofrecer sus experiencias positivas y cercanas a la sociedad y la cultura juvenil de hoy. No es posible seguir pensando la política en clave clientelar, de los caciques y las montoneras de otras épocas. La política del siglo XXI tiene que ser la de la construcción de una Nueva Ciudadanía, luchadora por las ciudades amigables, con una clara visión de una filosofía verde y consciente de la temporalidad de las cosas.

 

  1. La cuestión haitiana. Haití se ha convertido en un Estado ingobernable y la solución de su situación no está en la República Dominicana, el más solidario pueblo ante su desgracia y desorden institucional. Las relaciones domínico/ haitianas deben ser armoniosas, dado que tenemos una amplia relación comercial y unos intercambios geográficos indisolubles. Es este el momento preciso para que la Comunidad Internacional, de manera seria, trate de encarar la situación de Haití en Haití. La cercanía geográfica nos hace ser la primera opción ante las oleadas migratorias que se suscitan en ese pueblo, el más empobrecido del hemisferio, por lo cual, deben tenerse reglas claras ante los frecuentes casos de desorden. Es tiempo de que entre ambos estados se formalicen las relaciones diplomáticas y consulares, sin resabios ni prejuicios, con respeto a su dignidad como personas y, sobre todo, reconociendo los aspectos legales, darles un trato humanitario.

 

Estamos convencidos de la fuerza de nuestra nación para hacer frente a estos desafíos. Es seguro que la voluntad férrea de nuestro liderazgo nacional nos ayudará a sortear cualquier dificultad, buscando siempre el punto intermedio entre las naciones, eligiendo ser justos en todas nuestras acciones y teniendo al ser humano como el bien más valioso y preciado de nuestra tierra.

Que Dios todopoderoso y la protección de la Santísima Virgen de la Altagracia acompañen al pueblo dominicano en estas fiestas de Navidad y Año Nuevo.

¡Felicidades!