El Doctor es el título de la más reciente obra del mayor general(R) José Miguel Soto Jiménez; este militar, quien ocupara la Secretaria de las Fuerzas Armadas (FFAA) en el gobierno del presidente Hipólito Mejía (2000-2004), es también un político, literato y escritor con una estilo muy singular que mezcla la poesía con la genialidad del refranero popular en post de exaltar la dominicanidad.
Luego de la lectura del libro de un tirón, es indudable coincidir con el general Soto, en el aspecto que El Doctor no pretende ser una obra apologética en defensa de Joaquín Balaguer Ricardo (Elito), el político dominicano que mayor tiempo pululó en las esferas del poder del pasado siglo, pero tampoco pretende ser una sentencia condenatoria en el afán de juzgar los desaciertos propios de la condición humana; sino que más bien, constituye un recuento de anécdotas y análisis de acontecimientos que fueron vertidos de primera mano, bien sea por la cercanía del propio Soto, de quien Balaguer fuera doblemente padrino, o por esas personas que habitaban, frecuentaban o era de “La Casa”[1].
Aquellos cuyo nacimiento por cronología no vivimos el periodo de los 12 años de Balaguer[2], quienes conocemos ese lapsus por los recuentos históricos que presentan un periodo oscuro de neotrujillismo, con una sociedad polarizada entre izquierda y derecha, con secuestros, asesinatos y censura; dista mucho del Balaguer de los 10 años (1986-1996) donde se vislumbra un nonagenario, con dificultad de movilidad, quizás preocupado por el juicio de la historia sobre su persona; cosa esta que lo diferencia de Lilis, quien afirmaba no importarle la historia pues no estaría vivo para escucharla.
De lo antes dicho, queda en la memoria de mi generación las interrogantes: ¿fue Balaguer demócrata o tirano? ¿Fue la cara nueva del trujiillismo? ¿O quizás, fue el padre de la democracia?, tal le reconocieran al final de sus días el Congreso Nacional. No es la finalidad de estas líneas defender, ni acusar; vale acotar que mi convicción personal y la función que desempeño como juez del Poder Judicial me hacen eminentemente apolítico, y estas líneas son únicamente de análisis histórico.
El general Soto Jiménez relata que debido a los frecuentes achaques de salud del Doctor se había incluido en el informe de inteligencia (J2) que diariamente se rendía al presidente Hipólito Mejía (práctica que se hace con todos los presidentes) una nota sobre la evolución de la salud de Balaguer. Resalta Soto que dicho informe era robustecido con información de directa al primer mandatario por parte del general médico Martín Salazar (hermano de Hernani y del mayor general Manelich Salazar, excelente médico y mejor ser humano).
Semanas antes del ocaso final del oráculo político nacional, el presidente Mejía, preocupado ante el hecho histórico que asomaba cabeza, instruye al secretario de las FFAA disponer toda la organización necesaria para las honras fúnebres de Elito. Soto Jiménez, quien había participado en los actos oficiales de los sepelios del presidente Antonio Guzmán y luego del vicepresidente Fernández Mármol, coordina e instruye al general de brigada Ovalle Pichardo, ERD., entonces director de Planes y Operaciones (J3) FFAA, quien diseña un protocolo de actuación para las honras fúnebres del que vuelve y vuelve. Aquí queda evidenciado, cual “puente de Londres se ha quebrado”, que en nuestro país a nivel militar contamos con protocolos y planificación adecuados. Es importante destacar que el general Ovalle es uno de los militares de mayor formación académica e intelectual de nuestras FFAA, en la actualidad rector del Instituto Superior para la Defensa Juan Pablo Duarte y Diez (INSUDE).
En la víspera de la muerte del Doctor, Soto Jiménez, en compañía del jefe de la policía, mayor general Jaime Marte Martínez, y del director de Inteligencia (J2) FFAA, visitaron la habitación 406 de la Clínica Abreu donde manifestaron a Balaguer que eran enviados por Hipólito Mejía para desearle pronta recuperación. La respuesta del enfermo denota cómo las relaciones interpersonales están por encima de las banderías políticas; dos santiagueros que históricamente fueron opuestos coincidieron ante la parca indómita. Balaguer como respuesta manifestó: "¡Estoy eternamente agradecido!, díganle al presidente Mejía que le estoy eternamente agradecido!".
El traslado de los restos mortales de Balaguer a sus distintas locaciones convirtió la ciudad en una manifestación multitudinaria entre compatriotas del decujus, venduteros y pendencieros. El cortejo fúnebre en procesión hacia el cementerio Cristo Redentor, escoltado por militares encabezados por el coronel Pedro Julio (pepe) Goico Guerrero, sufrió retardo por el mar de gente que se tiró a las calles, para que fuera el asunto a pasito lento.
Sin lugar a dudas la obra de Soto Jiménez nos presenta un Balaguer humanizado, capaz de desdoblarse entre el oráculo de la sapiencia política nacional y el cibaeño que gustaba acariciar sus perros. El periodista Fausto Rosario ha realizado una serie de entrevistas a personas que fueron cercanos a “la Casa”, cuyos testimonios nos presentan un Balaguer enigmático que, a pesar de declararse agnóstico, tenía devoción por la divina providencia.
Usted puede estar de acuerdo o en desacuerdo con las ideologías, prácticas y el accionar de Balaguer. Demócrata o tirano, la realidad es que es el personaje histórico de mayor trascendencia del siglo pasado para nuestro ordenamiento político.
[1] Máximo Gómez No.25, D.N. residencia del Dr. Joaquín Balaguer
[2] Etapa en que Balaguer presidio la Rep. Dom. de 1966-1978.