Genialidad política: La perversa genialidad política de Joaquín Balaguer se manifestó siempre en una combinación de indiferencia, ambigüedades y mentiras para conseguir propósitos, capitalizando políticamente el éxito obtenido, pero desviando los malos resultados a la responsabilidad de otros. Un buen ejemplo de esto es que siempre los militares y no él, aparecían como los responsables de las represión y muertes que se produjeron durante sus gobiernos. Con esta actitud multivalente logró la confianza y el respeto de Trujillo durante 30 años sin que nadie le vinculara en ninguno de sus crímenes y durante 12 años, controlar a un grupo de temibles generales que, tras un desacuerdo con el mandatario, prefirieron renunciarle, antes que darle un golpe de Estado en 1975.
Balaguer habría dicho, “aquí no hay cárcel para ese hombre”, según afirmó en una conferencia el primer teniente José Antonio Almonte Castro, custodio de Caamaño luego de ser apresado con vida en las montañas de Ocoa el 16 de febrero en 1973. A los jefes militares les habría bastado esta insinuación para entender que el presidente Balaguer le daba la orden para fusilar al líder revolucionario, pero no fue una “orden” tan clara como para que se le culpara del hecho. Algo parecido aconteció con la muerte del periodista Orlando Martínez. Según declaraciones del ex general Rafael Mejía Lluberes quien fue escribiente y secretario particular de Balaguer, en una entrevista con el periodista Fausto Rosario, el presidente ordenó al General Pérez y Pérez y al Vicealmirante Milo Jiménez que hablaran con Orlando Martínez a ver “qué es lo que quiere ese periodista”. Esta inquietud de Balaguer se originaba en algunos artículos del periodista que cuestionaban su gobierno. Las expresiones fueron tomadas para impartir las instrucciones que culminaron con la muerte de Orlando. Aunque el exgeneral Mejía Lluberes declaró que Balaguer nunca dio orden para matar a nadie, lo cierto es que muchos de los asesinatos perpetrados contra disidentes al régimen, antes de ejecutarse, en alguna forma Balaguer dijo “algo” que pudo interpretarse como una orden.
Algunos registros sobre sus gobiernos entre 1966 y 1978 afirman que las fuerzas represivas de su régimen provocaron la muerte a más de 5,000 personas, sin embargo, al presidente Balaguer tampoco se le hizo juicio por haber ordenado ningún crimen.
Frente a la pretendida inocencia de Balaguer surgen algunas interrogantes…
¿Joaquín Balaguer siempre fue “mal interpretado” por sus generales?
Si eran ellos quienes se equivocaban ¿Por qué no los destituía o sancionaba?
Son pocos los políticos que desde la posición de presidente de la república, se atreverían a colocar en la más alta posición militar a un general que previamente trató de darle un golpe de Estado.
La mentira y el engaño también fueron habituales durante su vida política y en algunas ocasiones, los militares eran las víctimas. Estaba en el poder durante las tres grandes crisis poselectorales de 1978, 1990 y 1994. Siempre los militares fueron desatendidos durante sus gobiernos. Ganaban salarios de miseria, situación que creaba un gran descontento entre los uniformados de estratos medios y bajos. En el momento de esas tres situaciones difíciles para su gobierno, consideró que necesitaba tener a los militares conformes para enfrentar cualquier eventualidad que afectara la continuidad en el poder, por esa razón, en cada ocasión se avisaba en los recintos, algo que esperaron siempre sin conseguirlo; “un considerable aumento de salario”, sin embargo, salvada cada crisis, los aumentos nunca se produjeron.
Ante lo desconocido y lo inentendible, siempre surgen especulaciones que podrían corresponder o no a la explicación de los hechos. En cuanto a la educación, Balaguer pudo actuar con indiferencia, acorde al comportamiento de algunos políticos inescrupulosos que prefieren los pueblos ignorantes, porque son más fáciles de conducir como rebaños. La actitud con los militares podría explicarse por la misma razón. Mientras menos instruidos, es más fácil conseguir su necesaria docilidad. Por eso prefería los incultos o de muy probada lealtad, mientras que los de mejor preparación fueron relegados durante sus mandatos.
Balaguer controlaba bien los mandos militares y era inusual que se dejara imponer nada por ellos, pero hubo situaciones difíciles en la cuales, a conveniencia, quizás pudo ceder un poco. La actitud ambigua con Pedro Santana puede explicarse en que la mayoría de los militares dominicanos siempre han sido santanitas y es muy posible que los mandos militares del momento les pidieran colocar los restos de Santana en el Panteón Nacional. En 1975 emitió un primer decreto disponiendo la medida y tres años más tarde, otro reafirmándola. En la primera ocasión era reciente la crisis que tuvo que enfrentar Balaguer con la renuncia de los jefes de los cuerpos armados a principios de marzo de ese año. En 1978, se dispuso finalmente el traslado de los restos el 6 de Julio, cuando aún no había una solución clara a la crisis poselectoral de ese año. No hay que dudar que el ladino mandatario buscara en ambos casos, contar con la conformidad de sus jefes militares.
Si se deduce una renuencia suya para realizar el traslado a pesar de haberlo ordenado desde 1975 y las condenas que siguió expresando contra Pedro Santana en su discurso del día que se produjo, habría una aceptable coherencia en el sentir de Balaguer contra el conflictivo personaje de Las Carreras. En todas formas, la ambigüedad se mantiene con el trato dado a la figura y a los restos del general Pedro Santana.
En cuanto al indistinto trato que dispensó Balaguer al General Wessin, sería más fácil explicarlo como jugadas políticas del momento y bajo la máxima de que, “en política, el adversario de hoy puede ser el aliado de mañana”. Sin embargo, son pocos los políticos que desde la posición de presidente de la república, se atreverían a colocar en la más alta posición militar a un general que previamente trató de darle un golpe de Estado.
Se pueden dar explicaciones diferentes a estos y otros comportamientos de Joaquín Balaguer en distintas circunstancias, pero ninguna puede ser tan precisa porque generalmente, el actuar de este enigmático político dominicano se caracterizó por una marcada contradicción. En todo caso, se pueden calificar como genialidades políticas porque siempre se salió con la suya y pudo ser presidente en 7 ocasiones, más que nadie en la historia de este país.
*El autor vivió en su adolescencia cuando Joaquín Balaguer fue el último presidente títere de Trujillo y luego, de un Consejo de Estado entre 1960 y 1962. También fue oficial de la Armada República Dominicana durante 37 años, ejerciendo distintas funciones durante los 22 años que gobernó el país después de la muerte del dictador.