Seis estudiantes de la clase que imparto de Fundamentos de Economía agradecen a Carl Menger el disfrute pleno del concierto de Bad Bunny. El viernes del tan esperado evento por miles de jóvenes se producía un conflicto entre el horario de clase, de tres a seis de la tarde, y la logística para estar ahí a tiempo. La modalidad de la clase es remota y sincrónica, pero son advertidos que estar en multitarea es costoso. Han visto que se tocan como mínimo dos temas en cada sección de 45 minutos, en promedio se dan tres pruebas cortas, los foros llegan sin previo aviso y quien es convocado a comentar sabe que no se repiten preguntas porque no tiene beneficio de la duda eso de “perdone, que me falló el internet”. ¿Cómo fue el pie de amigo del fundador de la Escuela Economía Austríaca a estos futuros ingenieros industriales?

Desde el primer día ven el énfasis para entender la naturaleza de los intercambios entre las personas. Las partes de un contrato se transfieren derechos de propiedad que se presumen legítimos de los objetos sobre los que tienen una valoración subjetiva asimétrica.  El precio es un encuentro de las mentes al que es posible recibir algo que se valora más de lo que se está entregando, es decir, las dos partes están mejor ahora que antes.

¿Quién gana más? Cuestión irrelevante, la satisfacción que se recibe al actuar de manera consciente es una sensación psíquica que no hay forma de medir o hacer cálculos. Esto lo entendieron cuando les comenté que si vamos al Parque Mirador Sur podemos sumar los kilómetros que caminamos en una hora, pero no la satisfacción de participar en esa actividad. “En total se caminaron 21 kilómetros” es algo que tiene sentido y es posible dibujar una línea a escala indicando donde inicia y termina cada uno de los participantes. ¿Pero y la satisfacción, la sensación de bienestar por la caminata?

Nada, no hay algoritmo que pueda dar respuesta. Lo que Carl Menger explica, y les cayó divino para gozar el concierto, es que las personas actúan en base a un orden de preferencias, en un momento determinado y sobre cantidades relevantes para la acción de los objetos.  Cuando un tercero ve una persona actuando lo que ve es la revelación de lo que está en el primer lugar de su lista u orden de preferencias. Es lo que pueden decir los amigos de Manuel, Ricardo, Angelie, Diana, Enmanuel y Miguel al encontrarse con ellos en el evento que abarrotó el Estadio Olímpico o al ver sus fotos en redes sociales. Estar en clase para ellos pasó a un segundo lugar ese día al finalizar la primera hora de clase. ¿Cómo se defienden si los critican “ustedes prefirieron ir a conciertos que aprender en la universidad”? Con lo que inició este párrafo: “momento determinado y cantidades relevantes”.

En efecto, un aporte extraordinario de Carl Menger es que la acción se basa en unidades que son relevantes al momento de actuar. Eso fue la clave para resolver el enredo de la paradoja del “agua y los diamantes”. Los objetos se comparan en unidades pertinentes para lo que se quiere hacer en un momento del tiempo. No se decide entre toda el agua y todos los diamantes; es entre cantidades específicas que se valoran subjetivamente al momento de iniciar la acción. ¨Por eso es posible en el desierto dar un diamante por el primer vaso de agua que evitará morir de sed y que los niños vendan limonada, en vez de agua, cuando participan un domingo en las ventas de garaje que son comunes en EUA.

La unidad relevante para los estudiantes eran las dos horas de la clase que coincidían con diligencias importantes antes de ver a Bad Bunny. Su preferencia por estudiar economía los viernes de 3 a 6 sobre actividades de ocio ya la hicieron al momento de seleccionar la asignatura, donde la decisión era sobre ese bloque completo de días y horas. Ante el dilema que ahora crea el evento entonces proponen un trato: cambiar esas dos horas del viernes por horas de tarea especial en otro día de la semana; bajar del primer lugar la preferencia por estar dos horas en clase el viernes y subirla al primer lugar durante dos horas en que antes la preferencia era estudiar otras asignaturas o disfrutar ocio. Genial, acepto el trato y les asigno ver la conferencia de Joe Salerno sobre el Nacimiento de la Escuela de Economía Austríaca, de 45 minutos, que deben estudiar para tomar prueba en la próxima clase.

Finalmente, les preguntó a los que van al concierto como responderían si también los critican porque prefieren música urbana a música clásica, a Bad Bunny por Beethoven. “Profe, estamos decidiendo entre ir este viernes en la noche a cantar, bailar y hacer coro en concierto de Bad Bunny o disfrutar uno de otro género. Hoy, durante esas horas, esa es nuestra preferencia, no es o todo urbano o todo clásico, lo mismo que con el agua y los diamantes explicó Menger”.