Sabes que el habitar es la esencia del ser. Palabras tempranas y primeros pasos, sombras y la celebración de la primera mentira, la primera palabra que rompe, aturde, esa frase cortante donde inicia un nuevo mundo. ¿Lo sabes?
Bad Bunny está descubriendo “los encantos que tiene el hogar”, como diría Silvio.
Puedes estar frente a todos los flashes imaginables, pensarte como uno de los anillos de Saturno, uao, qué magnífico, pero en algún instante echarás de menos tu almohada, la hormiga de tu patio, el lagarto que sacará poderoso de su garganta para iluminarse la vida y de paso recordarte que él eres algo así como un monstruo molesto.
Lo que Betances, Hostos, De Diego, Pedreiras, Albizu, José Luis González, Emilio S. Belaval, Luis Rafael Sánchez, Iván Silén y hasta Luis Negrón estuvieron afilando, ahora es toda una obra en los trabajos de Bud Bunny. Estamos ante apocalipsis pespunteados, con ciclones que pasaron, ciclones al acecho, la debacle eléctrica, la gringroficación, el despelote de las decenas de miles huyendo de Puertorro como si la peste bubónica de Nosferatu hubiese caído por esos predios.
La Isla del Encanto reclama su palabra pre, pos, y seguramente para siempre colonial, pero más allá y más acá, está el castellano que nos une, la explosión del “leloai” en el alma, esa tensa cuerda que ya tensaron Daniel Santos, el Gran Combo, Cortijo, Maelo, Lavoe, Frankie Ruiz, y sí, devórame otra vez.
Y la Isla se vira. Lo supuso ya María Zambrano al pasar por esas islas extremas del Caribe, Cuba y Puerto Rico. La calidad del viento, único, propio, como ese cielo tan intenso y la vida de 29 a 31 grados, casi un paraíso para aquellos nietos de Kant, los que nunca salieron de Königsberg y tienen que confortar con “Despacito”. Ah, sí, Luis Fonsi. ¡Despacito! Pero antes de eso, Menudo, Ricky Martin, la tropa de los salseros de cama, y lluvia, tus labios fríos como la lluvia, y el príncipe de la ciudad, querido Jerry Rivera.
Cuando ya parecía que había que recoger los bártulos, porque en algún momento hay que volver a los camerinos normales de la vida, el Benito, transformado en su deidad Conejo Malo, volvió a ser aquel muchacho con el cerebro lleno de pendejadas empujando el carrito de Vega Baja o no recuerdo bien.
Bad Bunny volvió a su Isla. ¡Qué lección! Sin haber cumplido los 30 años, tal vez acicateado por los versos de Residente, por lo que habrán contado los padres, la familia, o por simple cosa de esa que no te deja tranquilo, el Conejo Malo comenzó a sentir deseos de su casa. Y volvió.
Ahora asistimos a otra de las batallas culturales de nuestro tiempo: la lucha por el aquí, por el habitar, por el uso del castellano “boricuizado”, pero algo es algo, cabrón. Ya Tego estuvo haciendo lo suyo, Rodriguez Juliá y Benicio del Toro y todos esos referentes también lo suyo, pero lo de Benito vira la torta. Nos la lanza. Celebra. Los más avispados dirán que es una estrategia de mercado, pero yo pienso otra cosa. También hay que concederle un espacio a la honestidad, a la sensibilidad, al camino donde vuelves a lo simple, a lo que realmente te conmueve, porque también puede haber bondad en el arte que haces. También en el arte hay una “casa”, un “habitar”. Eso lo descubrió Martin Heidegger gracias a la lectura de Schelling, Hölderlin, Nietzsche. También está el “Da” (“ahí” en alemán), que es algo más allá de lo físico, es una especie de bifurcación del ser en relación a las cosas. Dicho muy, pero muy simplemente: es como si el “ahí” de la Isla te llevara a una especie de jardín aunque para todo y para todos sea tremendo infierno.
Seguramente “Debí tomar algunas fotos” se agote en un par de meses, porque hasta la belleza cansa, como diría el filósofo mexicano José José. Bien que pasemos a otra pagina en el ya gran expediente de Bud Bunny. Pero pase o no pase, y de seguro que pasará, lo importante de esta actitud suya es la manera tan honesta como le sale del alma una serie de reflexiones en torno a la situación colonial puertorriqueña.
Algo se revela, se mueve, te lleva a PENSAR, escrito así, en mayúsculas, porque el arte, aunque al parecer pueda ser tremenda frivolidad, también puede motivarte a grandes cosas. (Ahhh, y si compartiera con ustedes mis debilidades con ABBA, con Luisa María Güell, o lalá, otro gallo u otro hipopótamo cantaría…)