La información a veces es cuantiosa y una manera de volverla comprensible es organizarla de manera hermosa. David McCandles es un periodista y diseñador gráfico a quien le molestaban mucho las populares gráficas tipo pastel que a menudo se utilizan para ilustrar los datos numéricos y se propuso, en lugar de usar círculos, proponer figuras alusivas a la realidad que se retrataba. Algunos trabajos, aunque antiguos, siguen siendo muy llamativos. Por ejemplo, para representar la proporción de militares con respecto al total de la población de cada país, diseñó la figura de un militar apuntando un arma y puso todos los soldaditos uno al lado del otro. Mucho más ilustrativo que los pedazos de un pastel y con una sola mirada se puede comprender la relación de fuerzas entre los países y hacer señalamientos acertados.
Pero antes de representarla, es importante calibrar la calidad de la información. Un grupo de académicos liderados por Ryan McGrady, entiende que todo lo que creemos sobre la popularidad de ciertos contenidos en redes sociales, y concretamente en YouTube, puede ser erróneo. El equipo de la Iniciativa para la Infraestructura Pública Digital de la Universidad de Massachusetts en Armherst dedicó más de un año de trabajo para estimar cuál puede ser la información total que se alberga en la plataforma YouTube y lo que se descubrió para finales del año 2023 es que las interpretaciones mentales que el público se hace con respecto a lo que se comparte en esa plataforma no son significativas con respecto a la realidad. Para empezar, hay mucho más tráfico de lo que la gente cree y la popularidad de algunos contenidos es engañosa. Cierto, hay videos que tienen miles de millones de vistas, pero todas esas vistas son una ínfima cantidad del total del material que es subido a esa plataforma. En otras palabras: no se debe pensar que los números sobre las visualizaciones de videos en YouTube son un reflejo de la realidad de los intereses de la humanidad. Nadie discute la validez sobre las cantidades de visitas, pero ellas representan tan solo un pequeño segmento de los intereses de la población mundial.
Esos investigadores también descubrieron que lo que la gente recibe al abrir la aplicación depende mucho menos de sus suscripciones que de las recomendaciones que coloca la plataforma. Esto quiere decir que el tráfico está siendo dirigido por quienes albergan los videos, no por los intereses personales. Es como si un libro estuviera abriéndose en las páginas que alguien hubiese marcado y no en las que hubieran quedado desgastadas y desgarradas por el uso personal. Los académicos también sostienen la idea de que convendría revisar las normativas que organizan el funcionamiento de este sitio web (como la ley de servicios digitales y la ley de mercados digitales de la Unión Europea, la normativa de estructura de datas y algoritmos, de los Estados Unidos, entre otras). Ese proceso necesita de la colaboración sostenida de mucha gente seria y decidida a actuar por el bien común. Entretanto, lo que cada cual puede hacer es dosificar la interacción. O, lo que es lo mismo: desconfiar un poco y cerrar los ojos a estas plataformas de vez en cuando.