La Autopista Duarte es, como todos sabemos, la principal carretera del país dado que atraviesa de norte a sur las principales provincias del país, así como también conecta las dos ciudades más importantes en términos económicos, sociales y culturales: Santo Domingo y Santiago. Se trata de una vía importantísima por la que diariamente circulan cientos de miles de vehículos de todo tipo y por ello, cada gobierno siempre debe tener entre sus ejecutorias su constante renovación y mantenimiento para garantizar la movilidad segura de las personas.

Desde el año 2020, en la gestión actual se mantiene en una lenta y constante remodelación y reforma de importantes tramos de la Autopista Duarte, sin que a la fecha sea posible vislumbrar cuándo terminarían gran parte de sus trabajos.

En estos últimos meses han llovido las críticas hacia el Ministerio de Obras Públicas y su ministro por la lentitud del proceso y por lo que se puede decir una gestión de trabajo poco efectiva de cara a garantizar un flujo seguro de los vehículos. Estas críticas son válidas dado los cambios de fecha de inauguración y porque todavía, casi 5 años después del inicio de los trabajos, aún quedan muchos trayectos por terminar.

Ahora bien, quiero enfocarme en este artículo no solo en la desidia palpable en la renovación de la carretera; sino también en que hasta la fecha la Autopista Duarte es un homenaje a la inseguridad vial, lo que desdice la voluntad del Presidente y del incumbente del INTRANT de mejorar los estándares nacionales renovando el Plan de Seguridad Vial de 2025 a 2030 (ya había uno aprobado del 2021 a 20230) con un pacto nacional.

Durante el mes de diciembre tanto por cuestiones laborales como por las pasadas fiestas navideñas tuve que tomar la Autopista Duarte en varias ocasiones, así como también personas allegadas a mí, y la experiencia fue la misma: desconcierto, estrés e inseguridad al desplazarnos.

Tramos sin terminar y sin letreros, baches sin rellenar ni asfaltar, práctica inexistencia del servicio de Asistencia Vial que antes era uno de las “innovaciones” que funcionaba y cuyas casetas ya no están, así como también una ausencia total de señalización e iluminación de la carretera. Conducir temprano en la mañana o cayendo el atardecer en la Autopista Duarte es jugarse la suerte pues hay partes de la carretera en las que hay que adivinar por donde sigue la vía dado que no hay siquiera “ojos de gatos”.

Si le tocó conducir en la Autopista Duarte de noche y con lluvia, ojalá que sus instintos y reflejos le permitan llegar a salvo a su destino, especialmente si tiene que transitar el tramo que va desde la salida de Villa Altagracia hasta Loma Linda o desde El Puerto a Piedra Blanca.

Como dice el refrán, “lo mucho hasta Dios lo ve”. Lo que pasa es que gestión tras gestión muchos funcionarios sufren la desconexión propia de quien va como pasajero en el asiento trasero de un vehículo oficial de lujo y alto cilindraje contestando mensajes de Whatsaap y mandando memes, mientras el chófer hace magia para llegar a salvo al destino.

La señalización adecuada es un elemento clave y fundamental de la seguridad vial pues permite reducir accidente al advertir a los conductores de la presencia de peligros potenciales como una construcción de un tramo, facilita la circulación de los vehículos al organizar el tráfico, así como también aumenta la seguridad de los peatones que tienen que cruzar la autopista.

La seguridad vial es un tema de todos, sí; pero sobre más de las autoridades que deben cumplir con los estándares legales establecidos tanto en la remodelación como en construcción de la carretera, colocando las señales de tránsito que corresponde, acondicionando las vías para reducir las probabilidades de accidentes incentivados por la carencia de letreros y señalización.

El Gobierno debe dar el primer paso de ejemplo y voluntad con la seguridad vial en las carreteras con una revisión integral de la señalización de la Autopista Duarte y la colocación de estas, aún en los tramos no terminados. No hay que esperar que se mate un hijo, amigo, hermano, familiar o ser querido para entender lo peligroso que es transitar por esa carretera actualmente.