Es de vital importancia poder reconocer correctamente nuestro valor y el considerar de manera objetiva lo que merecemos en nuestras vidas. Cuando creemos ser superior a lo que somos, lo que tengamos, siempre nos parecerá inferior a lo que merecemos y difícilmente apreciaremos nuestras vivencias.

Para nacer, entre millones de espermatozoides sólo uno es aceptado, es decir que, desde nuestro inicio en esta vida, ya somos triunfadores porque fuimos escogidos entre millones. Todos fuimos amados y cuidados, porque ningún ser humano es capaz de sobrevivir al nacer si no es cuidado por adultos que se ocupen de él.

Al formar a los hijos, suele incentivarse la competencia, se tiende a mostrarle sus deficiencias y compararlos con otros niños, creyendo que así se superarán, lo que suele afectarles su autoestima.

La Sociedad protege al menor frente al adulto, porque no está en condiciones de evitar ser abusado, pese a eso, es inevitable que a menudo sea traumatizado y eso también puede modificar su autoestima y su forma de relacionarse con los demás,

El rencor o resentimiento, puede llevarnos a agredir, creyendo que al tumbar a otros nos levantamos, lo que es una vana ilusión, porque al igual que cuando alguien se está ahogando, apoyarse en otro para hundirlo, puede permitirte levantar la cabeza, pero sólo por un momento.

El egoísmo puede llevar a formarnos una imagen desproporcionada e injusta de lo que realmente somos. Desde el momento en que no nos importe el bienestar ajeno y nos relacionemos con otros sólo para recibir, resulta imposible ser buenas personas, parejas, vecinos, socios, empleados, parientes o ciudadanos, a los demás no les resultaría cómodo estar con nosotros.

Ningún ser humano tiene derecho a hacerse daño a sí mismo, ciertamente hay casos donde: una madre arriesga su vida por su hijo, un soldado lo da todo por la patria, alguien se dedica a cuidar a un pariente enfermo, etc., pero esto debe hacerse sin sentirse inferior, sino movido por una causa superior. Si te sientes inferior no crees en la igualdad. A veces pensamos que ser cristiano consiste en perjudicarse para favorecer a otro, realmente cuando alguien decide libre y voluntariamente, hacer un sacrificio por otro, en verdad no se perjudica.

Cuando verdaderamente somos capaces de: reconocer nuestros valores, tolerar nuestros errores, creer en nosotros y aprendemos a premiarnos, definitivamente nuestra vida resulta más grata. Eso nos permite interesarnos y ocuparnos de otros, lo que incrementa nuestro bienestar. Lo sepamos o no, en todo el Universo existe un equilibrio y en algún momento, todas las acciones generan consecuencias, por lo que normalmente cosechamos lo que sembramos, incluso si olvidas cuando lo sembraste.

Cuando existe la autoestima, disfrutas al compartir con otros, puedes tener relaciones productivas, te resulta placentero estar con tu pareja, cultivas amistades verdaderas y puedes sentirte bien con lo que eres.

Tu vida de pareja realmente comienza, cuando en la intimidad tienes verdadero interés en complacer y no sólo en disfrutar. De hecho, los demás experimentan gratas emociones simplemente reconociendo nuestra preocupación por agradarles. El hombre tiene mayor tendencia a sólo centrarse en su propio placer, la mujer suele ser más empática, apreciando las sensaciones, emociones o bienestar de su pareja. Las ansias excesivas del placer, pueden ser precisamente el factor que lo impida; en cambio pensar en el bienestar del otro, al controlar nuestro egoísmo, paradójicamente impulsa nuestras emociones. Complaciendo te complaces.

Toda persona tiene algunas cualidades atractivas y agradables, no debes salir a la calle hasta que descubras las tuyas. Cuando conozcas las maravillas que están en tu interior, los demás también podrán descubrirlas, aunque hay personas que pueden ver el diamante que existe en ti, incluso en los momentos en que te crees una basura.

Sólo la ignorancia puede hacer que nos menospreciemos, porque si llegamos a conocer una pequeña parte de lo que somos, es suficiente para sentirnos dichosos.

Es preciso aprender a amarse. Tratarse con cariño. Nunca hables mal de ti ni te insultes. Si eres creyente, decir que eres poca cosa, inferior o insignificante, no quiere decir que eres humilde, sino que tienes un complejo de inferioridad, y que no reconoces la grandeza de la creación de Dios, porque el altísimo no hace porquerías.

No importa lo que hayas hecho ayer, hoy podrías hacerlo mejor. Te conviene amar a todos y a todo, pero si no logras amarte a ti, te será difícil amar a otros, ya que se comienza amando lo más cercano. Si no amas tu familia difícilmente amarás a tus amigos. Halágate y prémiate cuando lo merezcas, pero también cuando lo necesites.

Nos sentimos muy bien en compañía de personas amadas, pero nunca debemos olvidar que la persona con quien más tiempo pasamos es con nosotros mismos. Los momentos de soledad pueden ser agradables, cuando has aprendido a conocerte y a amarte.