La autoestima es necesaria para ser feliz, lamentablemente hay mucha confusión sobre qué es. La Real Academia de la Lengua la define simplemente como: “la valoración generalmente positiva de sí mismo”.

Nuestra estima es más débil de lo que quisiéramos reconocer, por lo que normalmente precisamos que alguien nos ratifique nuestro valor. La autoestima del niño es muy dependiente de los padres, el adolescente considera la aceptación de su grupo como la esperanza de una vida futura satisfactoria y el adulto suele descubrir su valor personal con los reconocimientos sociales.

En la actualidad, algunos se autoevalúan por el número de “likes” o de seguidores que tienen en las redes. Cuando multitudes de personas que nos conocen de forma muy superficial nos validan, hay que comprender que no necesariamente nos aprecian a nosotros, sino a algún determinado aspecto de nuestras vidas. Si una celebridad carece de un círculo cercano de amigos o familiares, sufrirá grandemente de una soledad que no comprenderá y será emocionalmente muy frágil.

La autoestima no es creer que somos excepcionales o mejores que nadie, sino simplemente amarnos a nosotros mismos tal como somos, sin importar si nos creemos grandes o pequeños. Puedo tener mucha autoestima, incluso sabiendo que necesito superarme. Aunque sea difícil, se puede ser débil, feo, pobre, sin amigos y aun así tener buena autoestima, de igual forma se podría tenerlo “todo” y carecer de amor propio.

Si tenemos mucha necesidad de estar enviando nuestros selfis y de que nos alaben constantemente, podría ser consecuencia de una autoestima deficiente. En ocasiones la necesidad de multiplicar las conquistas amorosas o contactos sexuales son determinados por la misma razón.

El amor propio no es egoísmo. Ámate mucho, en primer lugar, porque lo necesitas con urgencia. En segundo lugar, porque si no aprendes a amarte a ti (que eres el ser que tienes más cercano), no podrás amar a otros. En tercer lugar, porque para poder recibir el afecto de los demás debes primero abrirte a tu propia estima, porque si no te amas, no tendrías la apertura necesaria para recibir amor de los que te rodean, porque no existe nada que pueda reemplazar al amor propio.

Tener un ego exagerado o creer que los demás son inferiores a ti no es buena autoestima. Incluso el complejo de superioridad tiende a surgir de una autoestima deficiente que hace que menospreciemos al que no tenga alguna cualidad que tenemos o quisiéramos tener, como una forma de negación de las carencias personales. Por ejemplo, algunas personas con una lamentable baja estima muestran un exagerado orgullo por: su belleza, raza, posición económica, profesión, jerarquía, apellido, nacionalidad o cualquier otro elemento que pudiera parecerle superior, estas personas se entregan a la arrogancia como un mecanismo de negación frente a sus frustraciones o vacío interior.

Los abusadores, dictadores, corruptos, mediocres y demás personas que viven en el infierno, necesitan bajarles la estima a los demás, tanto para poderlos manipular como por no resistir verlos brillar.

Nelson Mandela estuvo por casi 30 años encarcelado por sus ideales de justicia e igualdad, su gran autoestima hizo posible que resistiera, pudiendo pasar de ser presidiario a presidente, gobernando a las mismas personas que intentaron humillarlo y anularlo, y todavía más impresionante, pudo hacerlo sin resentimientos.

Cuando alguien te critica, humilla o condena, no te sientes mal por lo que dijo, te sientes mal porque lo creíste o al menos te hizo dudar.

Este mensaje es específicamente para ti:

Eres un ser maravilloso, irrepetible, la Palabra dice que eres como Dios (Génesis 1:26), pero tu principal problema es que no lo sabes y los demás contribuyen a que no lo sepas. No necesitas ser mejor que ninguna otra persona, tu YO no tiene que superar a ningún TÚ, la única persona a la que tiene que superar es a tu YO de Ayer.

Cuando verdaderamente logras amarte, descubres que no tienes tantas necesidades como creías, ni necesitas aparentar, ni hacer esfuerzos para poder aceptar a los demás.

No te enojas con los demás porque ellos tengan defectos, sino porque tienes defectos. Quienes condenan con más rabia los pecados ajenos son precisamente los que se sienten más tentados a cometerlos. En el odio a los delincuentes hay algo de envidia además del miedo.

Sólo cuando amamos a los demás con sus defectos estamos en mejor capacidad para amarnos a nosotros mismos, pese a los nuestros.

No somos conscientes ni del 70% de nuestro valor, en nuestro mundo resulta más fácil conocer nuestras carencias que lo que somos y tenemos. La persona que más admires es apenas un embrión de lo que debe y podría llegar a ser. Somos un proyecto en progreso constante, un vaso por la mitad, por lo que debemos estar agradecidos por nuestra mitad llena y alegrarnos porque la mitad vacía nos da la oportunidad de crecer, soñar, hacer planes, crear, construir. Supérate cada día, pero disfruta mientras lo haces y no permitas que la ansiedad por lo que te falte, te impida ser feliz con lo que tienes.