El Teatro del Oprimido fue el proyecto que Augusto Boal puso en marcha en Brasil en la década  de los 50. Habiéndose graduado en Columbia University de Nueva York volvió a Brasil y dirigió el llamado Teatro Arena de São Paulo. En la década de los 70 era frecuentemente detenido por la policía y los demás cuerpos represivos, siendo torturado por estas instituciones castrenses en detrimento de su activismo teatral.

El Teatro del Oprimido era un teatro provocador de ideas y al mismo tiempo un teatro de confrontación política, estética y cultural. Esta situación de vigilancia, encarcelamiento y choque lo llevó a exiliarse en Argentina, donde también recibía a sus seguidores o alumnos para continuar una educación cultural y teatral.

El espectáculo-cultura junto al espectáculo foro-critico, era parte de una corriente de puesta en escena, donde se despertaban las llamadas neuronas sensibles motivadas por el cerebro sensible y extendido al llamado cerebro social.  Augusto Boal (1931-2009) desarrolló una propuesta de revolución cultural no dogmática, y en tal sentido abrasó el pensamiento artístico que lo condujo a una estética de la concreción artística. El Teatro del Oprimido de Boal asimiló influencias del teatro dialéctico y épico de Bertolt Brecht; pero también la Pedagogía del Oprimido de Paolo Freire y del Teatro-Perfomance latinoamericano.

Su teoría y práctica del cuerpo está basada en la relación cerebro y conocimiento, pero también en la relación entre palabra e invención humana.

Este fenómeno acogió la llamada subjetiva del arte para producir una transformación de la escena social, a partir del concepto de neurona estética, esto es, un motor sensible que despierta las llamadas competencias del actor en contexto y actuación.

Los dos conceptos que abrazó Boal como principio de su teatralidad fueron el pensamiento simbólico y el pensamiento sensible, toda vez que el cuerpo y la voz funcionan como mediaciones, ideologemas y mecanismos dinámicos de la creación teatral; lo que supone en su práctica un mecanismo accional donde el evento, la acción performativa, comunitaria, política y social se reconocen en un espectáculo total, pero diferenciado.

En tal sentido Boal abolió el ejercicio teatral per se y otros elementos o accesorios que le quitaban autoridad y verdad al teatro y a la teatralidad, de tal manera que el teatrista Boal constituyó un laboratorio experimental basado en fuerzas políticas, estéticas y resistentes, fundadas en el actor, el texto construido por su equipo y  la  actuación como fuerza simbólica. Dicho trabajo conformó un proyecto liberador, de tal manera que toda acción teatral implica en su  programa estético un compromiso social.

Para Augusto Boal, lo oprimido y el oprimido eran un solo sujeto resistente y creador de memorias socio-culturales, donde la génesis de la palabra y la génesis del cuerpo en el espacio crean la posibilidad de significar, activar y constituir un nuevo concepto de escena, intérprete y espectador.

El proyecto teatro Prometeo es el mismo proyecto de “teatro del oprimido”. Según Augusto Boal, el Teatro del oprimido…”es un método teatral que se manifiesta en la estética de lo oprimido, sistema con la misma base filosófica, social y política que engloba todas las artes que integran el teatro”.

La originalidad de este método y de este sistema consiste, principalmente, en tres grandes transgresiones:

1) Cae el muro entre el escenario y la platea: todos pueden utilizar el poder de la escena.

2) Cae el muro entre el espectáculo teatral y la vida real: aquel es una etapa propedéutica de esta.

3) Cae el muro entre artistas y no artistas: somos todos personas, somos humanos, artistas de todas las artes. Todos podemos pensar por medios sensibles. Arte y cultura”. (Pág.256, del libro La estética del oprimido).

A partir de esta cita de Boal el teatro intracultural, intercultural, transcultural y comprometido cobra una visión significativa desde su propia conceptografía y práctica.

Veamos otra explicación de Boal en la misma obra citada: “El teatro oprimido es un árbol estético: tiene raíces, tronco, ramas y copas. Sus raíces están clavadas en la tierra fértil   de  la ética y la solidaridad, que son su savia y el factor primero para la invención de sociedades no opresivas. En esa tierra coexisten el remanente de distintos depredadores: el animal y el avance humanístico. En la tierra vemos la miseria del mundo…”

EL teatro que se afirma en estos argumentos parte de una estética de lo viviente, en los diversos espacios de la cultura y la diferencia cultural. Esto conduce al siguiente argumento que se desprende de la práctica teatral denominada Teatro del oprimido:

“El teatro del oprimido es un ensayo para la teatralidad, una intervención concreta en lo real. No se trata únicamente de conocer la realidad, si no de transformarla en otra mejor, obra de los propios oprimidos conscientes, o conscienciables, por los cuales somos solidarios. Nuestra política es apoyar a los grupos oprimidos cuyas políticas apoyamos”. (Op. cit. p. 257).

Podemos concluir entonces con una síntesis del Teatro del Oprimido. Augusto Boal afirma que:

“Ningún taller, encuentro, ensayo o cualquier actividad del teatro oprimido debe de terminar cuando acaba: al contrario, debe proyectarse en futuro y producir consecuencias individuales y sociales, por pequeñas que sean, reales. Todos y cada uno de los actos del teatro del oprimido deben objetivar las acciones sociales concretas continuadas”. (Op. cit.).