Atrevernos a una competencia virtuosa para cambiar el contexto tradicional de la izquierda y el progresismo, y construir una coalición política-electoral que salga bien del 2024 y vaya más allá, puede ser la clave en este momento para la unidad de buena parte de los sectores de ese litoral dispuestos a participar.
Hacerlo sería una victoria adelantada de todas las partes, que así se inscribirían en una lógica de ganar-ganar; que el movimiento gane cualquiera que sea el resultado para las partes.
Sería el presagio de un cambio de circunstancias para la izquierda y el progresismo, el inicio de la construcción unitaria de una nueva mayoría en busca del poder político.
Los sectores concernidos en esa posibilidad debemos atrevamos a superar las maneras tradicionales con las que se ha trabajado la unidad en nuestro país y encontrar en el pueblo y sus luchas de masas la vía para superar los particularismos.
Tenemos que seguir impulsando las luchas populares, como lo hemos venido haciendo en defensa de una Seguridad Social Digna, en rechazo a los fideicomisos que privatizan bienes y recursos públicos, en defensa de los derechos democráticos de los trabajadores y del pueblo en general; escenarios en que hemos construido una unidad inquebrantable de criterios y de voluntad que está de nuevo alentando la participación masiva del pueblo en las jornadas cívicas de reclamos.
Lo mismo debe ocurrir en el plano de la política y el esfuerzo por presentar una opción electoral con vocación de poder. El pueblo también tiene que ser decisorio en los acuerdos político- electorales hacia una participación unitaria en las elecciones del 2024.
Si los partidos tradicionales hacen primarias competitivas, la izquierda y el progresismo deben hacerlo con más veras; porque nos asumimos los defensores más consecuentes de los procesos democráticos y la participación activa de la ciudadanía en los mismos.
Somos conscientes de los riesgos de hacer esto. Porque hay toda una tradición, ya casi cultura en el progresismo y la izquierda, del no entendimiento entre sí; de dañar con los pies lo que piensa con la cabeza; de la competencia burda y de mala ley.
Este peso muerto pesa mucho, y genera mucha incertidumbre.
Pero tenemos también bastante experiencias en la misma lucha social, que nos confirman en que sólo mediante mecanismos en que la sociedad participe, se puede validar cualquier opción.
Solo la participación de la sociedad puede convocar adhesiones y entusiasmos que se sobrepongan a la estrechez y el sectarismo. El solo hecho de hacerlo, es una victoria para el progresismo y la izquierda, porque desmiente la pervivencia de esos estigmas que con justa razón se le atribuyen, y que obstaculizan que mucha gente que asume nuestros valores venga a hacer militancia de los mismos en nuestras filas.
Por eso, tenemos que atrevernos a desarrollar una competencia virtuosa en la sociedad.
En ese entendido, cualquier precandidatura que aspire ganar la nominación de la presidencial del conjunto alternativo, debiera integrar a su propósito, contribuir a promover el proyecto unitario; trabajar por un gran acuerdo.
Y como una cuestión necesaria y urgente en nuestro movimiento, aportar también al desarrollo de una actitud democrática y de tolerancia entre las partes; en tanto y cuánto esté dispuesta a la competencia sana, la emulación, la complementariedad y la aceptación incondicional de los resultados.
Esa competencia virtuosa sería lo nuevo y diferente en la práctica unitaria de la izquierda.
Atrevernos es la clave.